Lo más probable, por no decir seguro, es que la ciencia acabará ganando la batalla contra el virus Covid-19 y que lo hará más pronto que tarde. Lo que no está tan claro son las secuelas económicas, políticas y sociales de los estragos provocados por la pandemia. Si la crisis de 2008 hizo caer prácticamente a todos los gobiernos de Europa, todo apunta a que la recesión que se anuncia no será más suave.

Estamos ante un hecho que no tiene precedentes y, por lo tanto, la incertidumbre es muy superior. Es una crisis más global que cualquiera de las anteriores y con efectos devastadores. Los contagios irán menguando como está pasando en China, pero los efectos de la suspensión de actividades y eventos de todo tipo está provocando la caída libre en las bolsas y amenaza de quiebra a multitud de empresas. No habrá apenas turismo este año, una fuente principal de riqueza en Catalunya y en España, pero no se trata de un fenómeno local sino global.

La globalización ha tenido efectos positivos en el comercio mundial y la eficiencia económica, pero también ha añadido nuevas vulnerabilidades que también tienen alcance planetario. Por ejemplo, un informe publicado por Social Science Research Network (SSRN), una web especializada en la difusión de investigaciones en ciencias sociales, señala que un automóvil está compuesto por 30.000 piezas. La fabricación de un coche de la marca Toyota depende de 2.192 empresas esparcidas por el planeta, entre proveedores directos e indirectos. Cuando se rompe la cadena del suministro, se produce un efecto dominó que afecta al conjunto de la producción. Multinacionales como Best Buy, Nissan y John Deere ya han advertido de que las restricciones a la producción china están afectando a sus cadenas.

Si China se recupera y Estados Unidos se tambalea, no tardarán los enemigos de la libertad en proclamar que la dictadura es más eficaz que la democracia

Hasta ahora la Unión Europea está demostrando su incapacidad para afrontar la tragedia. En un momento en que la solidaridad y la acción coordinada de los estados es imprescindible para gestionar la catástrofe, cada gobierno actúa con criterios egoístas. Francia, Alemania y la República Checa han prohibido por su cuenta la exportación de equipo médico protector como las mascarillas. De nada sirvió la reunión de los ministros de Salud de la Unión Europea celebrada la semana pasada. El propio presidente del Parlamento Europeo, el italiano David Sassoli, ha tenido que denunciar "la competencia inútil entre los Estados miembros" y ha hecho un llamamiento a "evitar la especulación internacional". El caso es que Italia se ha visto amparada... por China. Ha sido la compañía Xiaomi quien ha hecho una donación de miles de máscaras en agradecimiento a la buena acogida que los italianos dispensaron a la firma tecnológica.

Las políticas de austeridad contra la crisis del 2008 dispararon las desigualdades y ahora, en cambio, los gobiernos y los bancos centrales no tendrán más remedio que regalar dinero a las empresas y también a las personas. El gobierno de Hong Kong ya se ha avanzado repartiendo 10.000 dólares hongkoneses para cada residente del país mayor de 18 años a cambio de nada, sólo con la recomendación de que se los gasten. Quizá los gobiernos de los países occidentales no sean tan valientes, pero algo tendrán que hacer y el déficit y la deuda pública se dispararán como nunca.

En Estados Unidos, la crisis coincide con un año electoral, por eso Donald Trump, en contra de las recomendaciones de los expertos, renuncia a asumir el liderazgo de la batalla e intenta ocultar la magnitud de la tragedia prometiendo que de la catástrofe acabará resultando un buen negocio. La evolución de los acontecimientos le puede beneficiar electoralmente o todo lo contrario, hacerlo caer con estrépito. Los medios estadounidenses han recordado que Trump recortó en 1.300 millones de dólares el presupuesto anual del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) del Departamento de Salud.

Si China se recupera y Estados Unidos se tambalea, no tardarán los enemigos de la libertad en proclamar que la dictadura es más eficaz que la democracia. La conclusión es que el pánico favorecerá el auge de propuestas populistas y nacionalistas que supondrán el mayor desafío a las democracias desde los años treinta.