“¿No te fías de mí?” y “me fío mucho de ti” son dos frases que deberían estudiarse en los colegios como precursoras de las grandes desgracias de la humanidad junto a “Luis sé fuerte” y “no sabía lo que firmaba”. Las dos primeras ilustran, entre otras cosas, la falta de conciencia existente respecto al peligro de contagio de las enfermedades de transmisión sexual. Curiosamente, el amor y los sentimientos románticos son utilizados ahora como estupendo vehículo catalizador de los distintos parásitos que pueblan los genitales y el sistema inmunitario de los alegres y enamorados folladores. Contagiados por falta de responsabilidad, son los que a su vez se encargan de contagiar a otros alegres folladores en un círculo vicioso en donde el vicio, como en Panamá, transforma su maravilloso significado.

La prevalencia de muchas enfermedades de transmisión sexual ha subido como la espuma en los últimos años. Poca gente de menos de 40 años desconoce ya el significado del VPH o Virus del Papiloma Humano, que afecta a más de dos millones de mujeres en España. El 30% de las jóvenes de entre 18 y 25 años tienen o han tenido el virus. Aunque el eficiente ahorro de nuestro gobierno haya hecho prácticamente desaparecer las campañas de prevención, los datos de contagio de las ETS nos sitúan por encima de la media de la Europa Occidental. A España han vuelto vestigios del pasado en forma de banqueros, sífilis, clamidia y gonorrea, que aunque parecían prácticamente desaparecidas, estaban esperando el atontamiento general para atacar con más fuerza. Además, el miedo al SIDA se ha diluido hasta el punto de que muchos creen que sólo se contagiarían corriendo descalzos sobre un jardín de jeringuillas infectadas. Los expertos dicen que esto se debe a un mayor conocimiento de la reducción de la mortandad por VIH y que lo vemos como “un mal menor”, pero yo estoy convencida de que simplemente somos gilipollas. Nadie se siente grupo de riesgo porque en realidad, no existen grupos de riesgo, sino conductas de riesgo, de las que todas y todos hemos practicado extasiados por el efecto de las drogas o el amor. Seguir vinculando las ETS a determinados perfiles sociales, es la principal causa de que cada vez se contagien más ciudadanos respetables entre las sábanas de hoteles de 4 estrellas y los baños de los after hours.

A España han vuelto vestigios del pasado en forma de banqueros, sífilis, clamidia y gonorrea

Pretender echarle la culpa de todos los males a la promiscuidad es lo mismo que decir que hay corruptos porque hay corruptores, una frase que casi evade de responsabilidad a quien mete la mano en la saca porque se la pusieron delante. El problema no es la promiscuidad, el problema es ser un guarro (o una guarra), que no es lo mismo que ser lascivo, ni tampoco se le parece. Estamos dejando de usar preservativos: las cifras de venta de profilácticos en España demuestran un descenso imparable en los últimos diez años. Y la mayor parte de los jóvenes que los usan regularmente declaran hacerlo para evitar un embarazo y no para protegerse de una infección.  Además, muchas chicas dicen que no lo usan para no enfadar a su pareja.

La revolución sexual no era esto.

El funcionamiento del sistema sanitario no ayuda. La mitad de las personas infectadas por VIH tienen un diagnóstico tardío, y no es mucho mejor en los casos de papiloma humano. La mayor parte de las mujeres –el virus se ceba especialmente con nosotras- se entera cuando tienen problemas graves. Los servicios públicos de ginecología no funcionan como es de esperar, porque el filtro del médico de familia sigue generando mucho rechazo entre las más jóvenes que tampoco tienen dinero para pagarse una consulta privada. No nos miramos, ni nos dicen que nos miremos. Las niñas y los niños salen del pediatra sin un lugar al que ir a consultar sus problemas sexuales. Y aunque la edad recomendable para asistir por primera vez al ginecólogo es a partir de las primeras relaciones sexuales, conozco a mujeres de más de 30 que non han ido hasta que Miss-picor-de-coño-insoportable apareció en sus vidas. No hablemos del urólogo, ese ser mitológico al que la mayor parte de los hombres sólo acuden ante una situación de emergencia: cuando no se les levanta. El urólogo, por cierto, también practica citologías para diagnosticar VPH, gracias a las que podéis prevenir cáncer genital o anal que, aunque en menor medida que las mujeres, también padecéis. Por supuesto, evitaréis contagiar a vuestras amadas señoras a las que pedís que se fíen de vosotros, cuando ni vosotros mismos os fiáis.

Hemos llegado a un estado de cosas en que nos creemos inmunes y además, a muchas personas les da vergüenza hacerse un test. En muchos centros dependientes del Ministerio de Sanidad conseguir una prueba de VIH supone casi jurar haber hecho porno en los ochenta o tener el jardín de jeringuillas a la puerta de tu casa. Los grupos de riesgo, ya sabéis. Si poca gente va a médicos especialistas en ETS, el número de casos de ciudadanos de bien que se han hecho un análisis de sangre con serología es prácticamente nulo. Yo no conozco a nadie. Y es tan fácil como pedírselo al médico de cabecera cuya responsabilidad es, precisamente, mantener la confidencialidad de nuestros datos.

No me fío absolutamente de ninguna persona con la que me acuesto y del mismo modo, me encantaría que nadie se fiase de mí

Voy a ser franca. No me fío absolutamente de ninguna persona con la que me acuesto y del mismo modo, me encantaría que nadie se fiase de mí. A mis tres últimas parejas les pedí una analítica con serología (obviamente yo también me la hice) que es la única manera de detectar infección de VIH y hepatitis. Y aunque la primera vez me morí de vergüenza, creo firmemente que tener la seguridad de que te acuestas con una persona que no te va a pegar nada es un paso importante para disfrutar del sexo. Ya bastante complicado es los tiempos que corren confiar en la fidelidad en pareja, como para fiarse de con quién se acostó tu pareja y por ende, la ex pareja de tu pareja y la pareja de la ex pareja de tu pareja, hasta llegar a Nacho Vidal.

La mayor parte de mis amigas contagiadas por alguna ETS (básicamente papiloma) han sido víctimas de la confianza depositada en sus novios a las que no les exigieron una prueba antes de tener relaciones sexuales sin preservativo. Del mismo modo, muchas mujeres habrán contagiado a muchos hombres sabiendo o sin saber, y estos, a sus presentes o futuras parejas. Además, una vez contagiada/o en pareja la desconfianza se bifurca, porque todo el mundo tiene derecho a pensar que tu compañero de trabajo tiene pinta de empotrarte a la hora del pitillo.

Si de verdad queréis construir relaciones de confianza, haceos las pruebas. Que parezco una madre, coño.