La mecha de la verbena tardía la encendió el sábado en Twitter la escritora, arquitecta y camarada ebrense Marta Rojals: "¿A ver, señoras, nadie de vosotras piensa hacer ningún tuit analítico sobre lo de Rusia? Los señores ya llevan hechos tres mil doscientos cincuenta desde las seis de la mañana". Servidora picó el anzuelo y le respondió aquello que hacía al caso: "Lo que diré ahora es muy típico de las señoras, sin embargo... No sé bastante del tema". A lo que ella remachó: "Punto final". Como queriendo decir...

Efectivamente, es el mismo mal de muchas tertulias, y os lo dice una que en los últimos siete u ocho años ha ido opinando intermitentemente en varios medios radiofónicos y televisivos. No solo hay más hombres (bastantes de ellos condescendientes cuando te ven), sino que también hablan más de todo como si supieran más (y, espóiler, no siempre es así). Las mujeres, en cambio, aparte de ser menos, solemos tener la prudencia de no hablar de aquello que no sabemos y reconocerlo y aquí no pasa nada. Preferimos eso, guardar silencio ante la ignorancia y buscar información, que convivir con comportamientos testosterónicos (sabios en todas las materias) que se agarran al micro o al teclado con los dichos pulgares y pegan patada a las heces.

Se trata de un fenómeno casi endémico y de difícil solución. Quizás a las mujeres nos acompañan pinceladas de prudencia, pudor, inseguridad, juicio... Y quizás también la genética de años de ser unas tubérculos derrumbadas bajo los pies de los machos que se enzarzaban como tomateras o hierba trepadora. Sea como sea, tenemos una menor tendencia a opinar a golpe de tuit, que cabe decir que eso de la inmediatez tampoco ha ayudado mucho a esta tendencia difícilmente reversible. Parece que si no eres el primero a comentar o sentenciar, tu aportación pierde valor. Y documentarse por ciencia infusa, señores, no es un buen negocio.

En las redes sociales ha habido 'expertos' machos que han pasado de ser técnicos en submarinos a tener un máster en la antigua Unión Soviética. Son los mismos que no hace tanto tenían un doctorado en volcanes.

El capítulo surrealista y sorprendente del pelotón Wagner desfilando desafiante hacia el Kremlin ha destapado una serie de expertos (entre comillas, por favor) que en las redes sociales han pasado de ser técnicos en submarinos, a tener un máster en la antigua Unión Soviética. Son los mismos que no hace tanto tenían un doctorado en volcanes. La rapidez con que se desarrolló todo, sin embargo, aguó la fiesta a algunos que incluso parecían estar medio decepcionados porque se esperaban más casquerías, y perpetuar, así, su análisis apocalíptico. Ahora, eso sí, cuando Prigojin dio media vuelta, todos se apresuraron a comentar aquello de "yo ya os lo decía", mientras movían las fichas en el tablero de Risk y empezaban a buscar futuras temáticas susceptibles de ser actualidad y sobre las cuales pontificar.

Por suerte, en medio de tanto ruido, siempre encontramos una cierta dosis de modestia y debate saludable, ya fuera de redes en su mayoría, sin embargo. Por ejemplo, el periodista Roger Escapa, ante la incertidumbre de todo, prefirió no aseverar nada y optó por construir su editorial del sábado en El Suplement de Catalunya Ràdio con una retahíla de preguntas apropiadas, planteando algunos indicios y buscando respuestas con personas competentes como Manel Alias, quien, hablando desde la pericia de haber sido corresponsal de TV3 en Rusia durante años, ayudó a aclarar dudas con sensatez, mientras al mismo tiempo reconocía que desconocía algunos aspectos de la cuestión. Necesario ejercicio de humildad y honradez que se agradece.

En la misma línea se expresaba a Twitter, el sábado por la tarde, la también instruida en la materia Marta Ter: "Todo lo que está pasando esta noche en Rusia es rarísimo. Supongo que con el tiempo sabremos cosas, pero ahora mismo no entiendo nada", decía en un tuit. Ter es investigadora sobre política y sociedad rusa, licenciada en Filología Eslava y máster en Relaciones Internacionales. Y piensas: si ella es capaz de expresarse en estos términos, a los otros más nos (os) valdría ir guardando silencio. Posteriormente, fue una de las entrevistadas en el especial que emitieron Catalunya Ràdio y Catalunya Informació, y mantuvo su actitud honesta, realista y creíble.

La honestidad, la prudencia o la conciliación laboral podrían explicar la infravaloración del género femenino dentro de la prensa opinadora o las redes.

¿Dónde están las mujeres? Pues leyendo y documentándose. También conteniéndose para no soltar ninguna astracanada. ¿Que dónde están? Intentando recortar los siglos de diferencia en formación y en posibilidades de acceder a posiciones de decisión, poder y enriquecimiento intelectual. Que la geopolítica entre fogones no se cocina bien y corre peligro de quemarse, la cena y el análisis. La conciliación laboral y familiar o las agendas de quien programa a los invitados a los medios, demasiado masculinizadas, son otros argumentos que podrían explicar la infravaloración del género femenino dentro de la prensa opinadora o las redes sociales.

Ya lo decía Winston Churchill: Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma. Si él no sacaba el agua clara ya me explicaréis. Han pasado décadas desde entonces y la narrativa todavía está llena de incógnitas y raramente los imponderables serán resueltos en 140 caracteres o a base de virilidad musculosa. La verdad es que, a pesar de las carencias y atrasos históricos que implican esta ponderación de las mujeres, debe ser una buena señal que se opte por el silencio y la prudencia antes que marcar territorio con una meadita fuera de lugar.

Hace más de treinta años, en 1990, Mijaíl Gorbachov fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su política reformista que condujo al final de la Guerra Fría. No obstante —o precisamente por eso— solo un año después también sufrió (como Putin) un golpe de estado perpetrado por altos funcionarios y militares. En aquella ocasión, sin embargo, los rebeldes llegaron a detener al jefe del estado durante dos días. Con todo, aquel intento finalmente fracasó, pero dejó muy tocada su influencia y capacidad decisoria. Cuatro meses después se disolvía la URSS y Gorbachov dimitía. Sería una manera muy opuesta de hacer a la del actual dirigente ruso.

Como dijo hace poco en su cuenta de Twitter la periodista y filósofa Anna Punsoda: "Parecía el inicio de una guerra civil y ha quedado en un concurso de penes. Lo ha ganado Putin otra vez". Y eso que según el inefable nuevo presidente del Parlamento balear, el ultraderechista Gabriel Le Senne, las mujeres somos más beligerantes porque no tenemos pene. Pues suerte de eso, si no Putin sería lo próximo Nobel de la Pau.