En las elecciones municipales habíamos visto a lo largo de los años toda clase de trucos, estratagemas y engañifas. Una clásica, muy frecuentada por los socialistas, consiste en hacer que el alcalde se vaya a medio mandato para que su relevo disfrute de un tiempo al frente del consistorio y llegue a las elecciones desde una posición ventajosa. Otra, no menos clásica, es aquella que consiste en llenar o completar listas con gente que no es del municipio o, incluso, ni siquiera lo ha pisado nunca. Este recurso lo hemos visto utilizar recurrentemente por partidos con poca implantación más allá de las grandes ciudades catalanas, como el PP. Son, estos, candidatos paracaidistas.

Ahora, sin embargo, hemos descubierto un nuevo tejemaneje. Es lo que ya se ha llamado hacer un Collboni. La cosa, poco fácil de explicar, es la siguiente: el líder del segundo partido del gobierno (de una coalición de dos), el socialista Jaume Collboni, abandona el Ayuntamiento de Barcelona para hacer campaña contra la alcaldesa, en este caso Ada Colau, y el gobierno del que los socialistas siguen formando parte. Sí, el movimiento es bastante extraño, por no decir mucho. Habría sido menos incoherente si todo el PSC hubiera partido peras con Colau y se hubiera situado en la oposición cuatro meses antes de las elecciones. Pero no. Los socialistas siguen gobernando mientras que su líder y cabeza de lista se dedica —rompiendo su solemne promesa a los ciudadanos de completar el mandato— a hacer oposición, oposición a quien dio el poder y con quien ha gobernado. Collboni se enfrentará a Colau, pero inevitablemente también al PSC y a sí mismo. Collboni contra Collboni. Bravo.

¿Por qué un señor y un partido que van por el mundo hablando de seriedad, progreso, pragmatismo, orden y rigor dicen y hacen una cosa tan extraña? La respuesta es fácil: por miedo, por canguelos. Hasta no hace mucho, no eran pocos los que daban al socialista como favorito a ganar las elecciones. Las encuestas eran buenas. Además, el socialista se ha sabido trabajar todo tipo de asociaciones y entidades, pero sobre todo los lobbies más poderosos de la ciudad. El mensaje era el siguiente: después de Colau volverá el orden —el orden quiere decir, en Barcelona, que gobernarán los de siempre, eso es, los socialistas—. No sufráis, una vez recuperemos la Casa Gran, todo se arreglará, todo volverá a su lugar.

La irrupción del veterano Xavier Trias, que ha vuelto al estilo Rocky, ha hecho estallar el esquema previsto por los socialistas

Jaume Collboni —toda la vida en la política, primero sindical y después de partido e institucional— y el PSC estaban convencidos de que derrotar a ERC, con Ernest Maragall al frente, no sería muy complicado. Confiaban, entre otras cosas, con poder convertir la carrera por Barcelona en un duelo entre Colau y él, cara a cara, una delante del otro. Un duelo que, si prevalecía esta lógica, probablemente ganarían. ¿La razón? Hay mucha gente cansada, enfadada y asqueada después de ocho años de Colau y de comuns. Hay muchos ciudadanos que lo que desean, fundamentalmente, es que la ciudad pase a manos de otro, quien sea.

El problema es que la irrupción del veterano Xavier Trias, que ha vuelto al estilo Rocky, ha desbaratado, ha hecho estallar el esquema previsto por los socialistas. El relato de Trias, convergente old style, es más potente. Perdió la alcaldía después de una campaña en que Colau y los comuns utilizaron como arma las mentiras difundidas por la policía y la prensa patriótica sobre una supuesta fortuna de Trias en el extranjero. Emplearon a fondo el juego sucio. Esta intoxicación no fue la única razón por la cual el ahora candidato de Junts per Catalunya perdió la vara de alcalde, pero tuvo un peso importante.

Trias, después de unos años alejado, vuelve. Y automáticamente es quien tiene más números para convertirse en la alternativa. Más que Collboni, más que Maragall. Él se presenta en su retorno subrayando cuál es su objetivo: que Colau no siga ocupando la alcaldía. Trias es creíble; al fin y al cabo, él no ha gobernado con ella, como ha hecho Collboni, ni le ha dado apoyo desde fuera, como ha hecho el republicano Maragall. Además, todo el mundo lo conoce; al fin y al cabo, y a diferencia de los otros dos, él ya ha sido alcalde de Barcelona. Así pues, se redibuja la lucha entre dos, pero, en vez de Collboni, Trias es quien se dibuja como el voto útil para todos aquellos que están hartos, de Colau y compañía. Una Colau que, además, ha mostrado claramente que prefiere el duelo con Trias, a quien considera a su "rival principal".

Collboni querría ser Trias, es decir, encontrarse en su posición. Pero las cosas se han torcido y la única manera que se le ha ocurrido para intentar recuperar el terreno es la extravagante, engañosa y arriesgada maniobra de abandonar, él pero no su partido, el gobierno de Barcelona. Veremos hasta qué punto la teórica astucia le funciona.