Blanes. Pasado fin de semana. Campeonato de España de tenis de mesa de categorías benjamín, infantil y sub-23.

Andreu, jugador del Cassà y de once años, juega un partido. Su entrenador, Carles Font, grita en un momento dado "Vinga, va, som-hi Andreu". El árbitro, que lo oye, le saca tarjeta amarilla y le exige que hable en español. Font protesta. El árbitro le dice que, como no entiende el catalán, no sabe si está animando al niño o está dándole instrucciones, cosa que está prohibida. Font argumenta que podría animar en cualquier idioma y no pasaría nada, pero que justamente lo amonestan por hacerlo en catalán. El árbitro responde como es debido: expulsándolo. ¡¡¡Sí señor!!! Ya basta de mezclar deporte y política!!! ¡¡¡Hombreee!!!

La dictadura catalana no tiene medida. Ya desde pequeños se alecciona a los niños en el sectarismo y se aprovecha cualquier acontecimiento, como puede ser un partido de ping pong, para mostrar el adoctrinamiento totalitario. En este caso un inocente campeonato celebrado en la bonita y simpática villa costera de esta Costa Brava del levante español que es un orgullo para todos los españoles de buena fe.

Allí, un pobre niño indefenso fue obligado a obedecer las órdenes arbitrarias de un iluminado integrista. Por suerte, esta vez el juez del partido, un hombre íntegro que se viste por los pies, supo parar la barbarie y poner a este manipulador de las ilusiones infantiles en su lugar.

La gente sensata estamos hartos de tener que soportar cómo los catalanes abusan de nuestra generosa permisividad para excederse a la hora de destruir la convivencia. Es inadmisible que un entrenador (que, esperemos haya sido detenido y condenado a 30 años de prisión sin juicio) utilice la política en un acontecimiento deportivo con niños sólo por la manía de adiestrar cerebros que todavía se están formando.

No, porque no todo vale. Y menos cuando se trata de menores indefensos. Sí, porque hoy es "Vinga, va, som-hi Andreu" (que se ve claramente que es una instrucción para hacer daño a la sociedad) y mañana puede ser "Cuando pongas la bomba, Mohamed, grita muy fuerte viva el chavismo islámico". Que esta gente está muy loca y es capaz de todo. Que son muy peligrosos. Que han perdido el norte. Que están totalmente sectarizados.

Sin embargo, no todo está perdido. Hay una parte de la juventud catalana que está sana. Una juventud valiente que no ha sufrido la inoculación del virus de la destrucción de la patria. Una juventud alegre que disfruta viendo La Roja en BCN en una pantalla gigante pagada por... bien, da igual, en una pantalla gigante instalada con el permiso de... bien, da igual si no había ningún permiso... O, ¿es más importante un papel que la patria? ¿No, verdad? Pues ya está.

Total, que hay una juventud que vibra con los triunfos de España. Y lo hace de buena fe y mientras canta bonitas canciones como "Artur Mas, a la cámara de gas". Sin mezclar deporte y política, como si hace el siniestro entrenador del Cassà.

Desconozco el nombre del juez que impuso la ley y los valores constitucionales sin que le temblara la mano, pero desde aquí pido muy fuerte y con la cara bien alta, que Jorge Fernández Díaz le imponga la medalla al mérito nacional... o la que sea. Y que su figura (la del juez de ping pong, no la del ministro) sea inmortalizada en la rotonda del Paradise de la Jonquera o en un pipi-can.

Porque los países se construyen con héroes anónimos como él.