España no se rompe y menos en agosto. La carta de Alberto Núñez Feijóo a Pedro Sánchez es un reflejo de la falta de pulso político y deficiente lectura del 23-J. El “presidente del PP de España” —así firma y rebautiza al PP en su misiva epistolar— apela a un marco constitucional donde no caben el resto de partidos. De derogar el sanchismo al ‘Estimado Pedro’, insiste en ser el ganador. “Feijóo ha ganado las elecciones, pero la realidad política es otra”. La frase es de Javier Esparza, presidente de UPN, uno de los tres supuestos posibles apoyos parlamentarios del PP. Desde el otro apoyo, Coalición Canaria, su diputada Cristina Valido se abre ahora a negociar a ambas bandas y reconoce estar más lejos de Vox que de Sumar. La formación nacionalista califica de extremos a Santiago Abascal y Yolanda Díaz, pero recuerda que nunca han votado nada con Vox y sí lo han hecho con Sumar. Y en su órbita de posibles apoyos, ninguno hace referencia a los argumentos del PP para facilitar su investidura.

Feijóo es la fuerza más votada, pero no ha ganado las elecciones. Hace falta pedagogía para recordar que gana el que logra la mayoría. El voto CERA ha complicado la aritmética de Pedro Sánchez con un prácticamente empate técnico entre bloques. 171 votos en uno, 171 en el otro. La investidura depende de Junts, pero tanto si sale como si se frustra, la fotografía de las urnas es clara. La gobernabilidad del país pasa por un modelo distinto al de la carta de Feijóo y al que expondrá en una previsible investidura. 

El supuesto debate interno de Vox no existiría si hubieran sumado. Igual que no existió durante la formación de gobiernos autonómicos y ayuntamientos. El PP no tiene ningún problema con la formación ultra, lo tiene con un resultado electoral inesperado. Porque en Génova 13, hasta el mismo 23-J, se repartían ministerios y direcciones generales dando por hecho que sumarían fuerzas.

Feijóo ha minusvalorado que el Frankenstein es un PP con Vox que tensiona el país en política territorial, en derechos conquistados, en lo económico y en la geopolítica europea

El PP no ha digerido cómo la ultraderecha ha roto la dinámica de la política nacional. Feijóo ha minusvalorado que el Frankenstein es un PP con Vox que tensiona el país en política territorial, en derechos conquistados, en lo económico y en la geopolítica europea. Porque Junts y Vox tampoco son lo mismo. La justicia comunitaria ha retirado la inmunidad a Carles Puigdemont, su situación judicial es un asunto incómodo en las instituciones europeas que esperan que España resuelva en algún momento. Pero en Bruselas genera más recelos Santiago Abascal que el expresidente catalán. Preocupa más que el partido conservador mayoritario forme gobierno con la ultraderecha a que el ejecutivo pacte con Junts. El PP ha metabolizado a la extrema derecha muy por encima de las posibilidades del orden europeo. Porque una cosa es interlocutar con Giorgia Meloni y otra que no preocupen sus políticas. 

De cara a la futura constitución de las Cortes, como se lee entrelíneas en la carta de Feijóo, la posición del PP respecto al PSOE es tan débil que no puede saltarse a Pedro Sánchez y apelar a unos supuestos barones, a los “socialistas buenos” y a un Felipe González desenganchado del tempo actual. La petición de abstención es incompresible. ¿Por qué 2023 no es 2016? Primero, entonces gobernaba Rajoy, ahora Sánchez. No había un cambio de ciclo, como apela Feijóo señalando la necesidad de “alternancia”. Gobernaba el PP en funciones y suponía gobernar en plenas competencias sin bloquear el gobierno. Segundo. Hoy, el PSOE es el partido que está gobernando y el PP quien pretende destruir esa acción ejecutiva en lo político y legislativo. El PSOE pretendía condicionar la acción de Rajoy pero no derogar el marianismo. De hecho, la abstención fue clave cuando la corrupción se plasmó en una sentencia judicial y se impulsó la moción de censura. Y tercero. Ya se había producido una repetición electoral. El argumento de 2016 no encaja tampoco como base argumental de la posible investidura del PP.

A partir del 17-A el escenario empezará a esclarecerse. Ahora toca una parada donde habrá algo de descanso y tomas de contacto discretas. Para esas fechas, será el rey quien propondrá un candidato. Si sigue el precedente de 2016, lo hará por la lista más votada. Hay quien ve la posibilidad de que se lo ofrezca al candidato a quien los grupos parlamentarios trasladen más apoyos. De aquí a entonces, a Feijóo no le toca ni siquiera marcar los tiempos.