Tanto el uno como el otro fueron ejecutados por Franco. El de Unió, un 9 de abril de 1938. El de ERC, un 15 de Octubre de 1940. Por catalanes y por republicanos.

Representaban, por tradición, dos sensibilidades antagonistas dentro del mismo terreno de juego. Pero paradójicamente no solo establecieron una relación personal de respeto mutuo. También de colaboración.

Son la expresión de la voluntad de suma en una coyuntura histórica marcada por la polarización, por los blancos y negros. Con el clericalismo y el anticlericalismo como telón de fondo. Y el problema agrario.

La gran obra legislativa de Companys fue la Ley de Contratos de Cultivo, una ley socialdemócrata que fue recurrida por la Lliga Regionalista. Y que es la antesala del 6 de Octubre de 1934.

Pues si bien Unió se había presentado a las elecciones de noviembre de 1932 coligados con la Liga, en este episodio tan importante —como en tantos otros— estuvieron con el president Companys, defendiendo la necesidad de una reforma agraria para pacificar el campo catalán y por una razón de justicia social.

Las discrepancias cayeron ante los retos históricos y por un innegable patriotismo que compartían. Hasta el punto que Companys invitó a Carrasco i Formiguera a sumarse al Front d'Esquerres en febrero de 1936. La propuesta no salió bien pero evidencia la voluntad de pacto y entendida entre la democracia cristiana y aquella ERC que aglutinaba un amplio abanico de la izquierda, desde marxistas a liberales, pasando por cenetistas pragmáticos.

El nexo de unión de Carrasco i Formiguera con el hilo rojo que acompaña la trayectoria de Companys era la defensa vehemente de la doctrina social de la Iglesia, la de los Evangelios de Jesús. Y la causa de Catalunya, la que siempre había reivindicado Carrasco y la que progresivamente fue abrazando Companys

Es un entendimiento que en los años setenta intentarían Enrico Berlinger y Aldo Moro, saboteado por los extremos, por la izquierda y por la derecha. El compromesso storico que acabaría con el asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas.

Más modernamente también se produjo este espejismo en Catalunya con Josep Benet como estandarte. Tampoco triunfó.

El nexo de unión de Carrasco i Formiguera con el hilo rojo que acompaña la trayectoria de Companys era la defensa vehemente de la doctrina social de la Iglesia, la de los Evangelios de Jesús. Y la causa de Catalunya, la que siempre había reivindicado Carrasco y la que progresivamente fue abrazando Companys.

Franco los odiaba por igual. Por eso los hizo matar. Ambos eran Catalunya, la que quiere salir adelante, la que dibuja un frente amplio, la de los grandes consensos, la de las luchas compartidas.

Aquello que era válido ayer sigue siendo igualmente válido hoy. Y quién sabe si imperiosamente necesario. Un reto mayúsculo que exige generosidad y saber articular un cuerpo central del país que rehúya extremos y extremismos.