Quiero mostrar mi agradecimiento a todas las personas que, desde Madrid o desde donde sea, observan el conflicto catalán desde la asepsia equidistante. ¡Qué complicado es afinar siempre las frases para que no se te acuse de alguna cosa o de todo el contrario! ¡Cómo admiro la capacidad de andar de puntillas y dando saltitos sobre piedras puntiagudas sin destrozarte los pies!

Agradezco a mis amigos equidistantes que no se sumen a la ofensiva por tierra, mar y aire contra el soberanismo. En concreto, celebro mucho que no se integren en el alud de políticos que, formando un desfile marcial, aplastan cualquier posible brote verde de diálogo con sediciosos malolientes.

Y también os doy las gracias por no sumaros a la ola catalanófoba que sacude España sabiendo que —sí, a vosotros también— os daría muchos votos. Eso os honra.

También os estoy eternamente agradecido por vuestras apariciones (escogidas en su justa medida, para no saturar) en los medios de alcance estatal: para aclarar, por ejemplo, que el castellano no está perseguido en Catalunya, que no existe adoctrinamiento alguno en el sistema educativo, o que es una ficción la fractura social que lleva a los familiares a no mirarse a los ojos o a las personas de bien a zurrarse por la calle. Por suerte, menos mal que vosotros decís siempre lo que no es cierto que esté pasando en Catalunya.

También guardo en el fondo del corazón, no hace falta decirlo, que siempre mantengáis que "el problema catalán es político y no se puede resolver judicialmente". ¡Qué gran frase! Pero todavía me conmueve más aquello de que "la única solución pasa por un referéndum, eso sí, pactado". Pactado con los que nunca han querido y dicen que nunca querrán un referéndum. Que sería tanto como decirle a un banquero que quieres pactar con él de qué manera repartirá sus beneficios entre los pobres. ¡Ojo! ¡Que por probarlo no quede!

Por todo ello, sirva este texto para haceros llegar mi eterna gratitud. Gracias a vuestro calor, cada día estamos más confiados en hallar una salida digna al atropello político, judicial, mediático, policial y financiero al que nos someten los tres poderes españoles, al estilo de los mosqueteros Togas, Porras y Ce-ene-ís.

Si conseguimos superar el embate represor, hermanos, será también gracias a vuestra delicada alquimia argumental. Que nos nos falte nunca vuestro apoyo.