En el campo, no somos tontos, os lo digo porque hay mucha gente de ciudad que viene a pasar unos días y se decepcionan y se entristecen cuando ven que no somos una reserva indígena llena de analfabetos que todavía van en carro y que nunca han visto un móvil. Tenéis que saber que hay analfabetos mucho más listos que muchas de estas personas que tienen ocho carreras, siete másteres y tres doctorados (porque, como sabéis, la inteligencia no se mide en títulos) y que al campo también ha llegado la tecnología y la cultura.

Me hacen gracia estos cosmopolitas de ciudad que salen ilusionados a buscar la paz interior en el campo y que, después de horas de cola en la carretera, cuando llegan al pueblo, lo primero que hacen es quejarse porque les molesta el sonido de las campanas y el olor del estiércol. Hijos míos, no os quiero destrozar vuestra fantasía bucólica, pero, en el campo, hay estiércol, insectos y campanarios con campanas. Me cuesta entender que os moleste el sonido de una campana y el olor del estiércol, pero, en cambio, podáis respirar un aire totalmente contaminado y oír el ruido del tráfico noche y día cuando estáis en vuestra casa. Por cierto, la paz interior, como bien dice la expresión, se encuentra en el interior, no fuera; por lo tanto, no tenéis que salir a buscarla, sino entrar allí donde os da tanto miedo entrar: dentro de vosotros.

En el campo, no somos tontos, a veces lo fingimos para haceros pagar más por todo, pero en realidad sabemos sumar y restar, sabemos hacer fuego, tenemos internet en casa, sabemos qué son las redes sociales, tenemos coche (¡con ruedas!) y algunos, incluso, vivimos en casas con domótica

Dicho esto, también tenéis que saber que, en el campo, tenemos una forma de hablar un poco más ruda que los de ciudad, pero no por eso menos evolucionada. De hecho, a diferencia de los xavas, que solo utilizan la a, los catalanes del campo utilizamos todas las vocales y, a veces, incluso, para ahorrar tiempo, recortamos un poco las palabras. Para que me entendáis: en lugar de decir “No entiendo nada”, decimos “No entiendo na”. Supongo que por eso, a los xavas, les cuesta tanto entender qué decimos. Y, cuando digo xavas, no quiero decir todos los habitantes de Barcelona, ​​me refiero solamente a aquellas personas que creen que son de una raza superior porque están mucho más evolucionadas que el resto de mortales y que se van a los pueblos creyendo que somos tontos. Son los mismos que te puedes encontrar en África o en la India haciéndose fotos con niños desnutridos para calmar su mala conciencia.

Pero volvamos donde estábamos, en el campo, no somos tontos, a veces lo fingimos para haceros pagar más por todo, pero en realidad sabemos sumar y restar, sabemos hacer fuego, tenemos internet en casa, sabemos qué son las redes sociales, tenemos coche (¡con ruedas!) y algunos, incluso, vivimos en casas con domótica. También tenéis que saber que, cuando alguien de fuera pone los pies en nuestro pueblo, lo sabe todo el mundo al instante y, por el bien de la comunidad, controlamos todos los movimientos que hace. Incluso hemos hecho un Excel con el tipo de personas que suelen venir a visitarnos. Los más relevantes son estos: los que vienen vestidos del Decathlon y se pasean por el pueblo como si estuvieran en la selva, y se pasan el día diciendo "qué bonito" y haciendo fotos a todo lo que ven, incluso a los meados de los perros; los que vienen con la familia para enseñar a sus hijos que el pollo y la ternera en realidad son animales; los que vienen a buscar la paz interior y terminan con un ataque de ansiedad cuando oyen la primera campana, y los que vienen a culturizarnos.

Y ahora os dejo un vídeo en el que me disculpo por haber hablado mal de los xavas.

¡Hasta el próximo jueves!