Pasó con el famoso Brexit y ha pasado con las elecciones del domingo. Una vez vistos los resultados, hay gente que se exclama: "Ay señor, mire por donde... si llego a saber que pasaría eso voy a votar/voto otra cosa".

Pues mire, sí, sí, el arrepentimiento está muy bien, pero hay una cosa todavía mejor: no tener que practicarlo. La décima de segundo que acaba de pasar ahora mismo ya no volverá nunca más, por mucho que pongamos una carita de no haber roto nunca una vajilla entera. Y la rectificación de los errores clamorosos es muy bonita y tierna, pero hecha a posteriori es poco práctica. Es aquello del "si llego a saber que clavándole 26 navajazos se moriría, no habría cogido la navaja del cajón". Efectivamente, pero el gran el error no es coger el cuchillo sino que son los 26 navajazos. ¿Y, sabe por qué? Porque no hay que ser muy espabilado (o espabilada) para saber que clavar navajazos no sólo es feo y un delito, sino que a partir del tercero, tu ya ves que aquello acabará mal. Entonces, ¿por qué continúas? Y si continúas, ¿por qué no reconoces que aquello era muy feo y muy delito, pero que le habías encontrado el gustillo y por eso continuaste? No sé si me explico.

Me vengo a referir que esta auto-exculpación, que realmente es una autojustificación, está muy bien para no tener mala conciencia, pero no evita que sea un auténtico auto-engaño. Sobre todo porque una actitud así, como no va a la raíz del problema, no evita la repetición del error. El "yo qué sabía" es un desastre del pasado y para el futuro.

Es mucho más honesto (y práctico) asumir la realidad y afrontarla intentando entender por qué has votado lo que has votado (o por qué has hecho lo qué has hecho). No garantiza no volver a caer en el error, pero como mínimo te sitúa en la realidad. Y puestos a escoger, mejor tocar de pies en el suelo que vivir en Matrix