De tanto oír que no se puede hacer la independencia con la población en contra, he pensado que, como ciudadano de a pie, no implicado en ningún cargo político ni con ninguna responsabilidad pública, tenía que hacer observar algunas cuestiones elementales sobre este discurso.

La primera observación, totalmente elemental, es que, si no se puede hacer la independencia con la mitad de la población en contra, se supone que tampoco se debe poder continuar dentro del Reino de España con la mitad de la población en contra. Tan legítimo, en democracia, es querer la independencia como optar por mantener el statu quo actual. Por lo tanto, lo que es malo para una mitad lo es para la otra, y viceversa.

Los monárquicos unionistas defienden que la independencia no es posible ni aunque el cien por cien de la población de Catalunya votara a favor, porque la sacrosanta unidad de España está muy por encima de la democracia

La segunda, también elemental, es que los referéndums que ha habido en nuestra parte del mundo contemplaban que, si había el cincuenta por ciento de los votos más uno a favor de una opción (independencia o mantenerse dentro del estado del momento), aquella sería la opción ganadora. Así, con el 50% más uno de los votos, Quebec se habría independizado de Canadá, o Escocia se habría independizado del Reino Unido. La única excepción fue el referéndum de Montenegro, donde se exigía, de manera previamente pactada, el 55% de los votos favorables (no de la población total del país) para validar la independencia. Con el 55% menos uno, Montenegro habría seguido formando parte de la Federación de Serbia y Montenegro. En todos los demás casos, 50% de votos más uno a favor quiere decir independencia.

La tercera, extremadamente curiosa, hace referencia a quién dice que "no se puede hacer la independencia con la mitad de la población en contra". Por lo que he podido seguir en las campañas por los diferentes referéndums de autodeterminación, tanto en Quebec como en Escocia son los unionistas canadienses o británicos los que hacen bandera de esta afirmación. Y, en los dos casos, con la boca muy pequeña. Evidentemente, siempre hay que esperar que se diga que un 50% no basta desde aquellos que no quieren que la independencia se produzca. Los contrarios a la independencia pueden reclamar, aunque el argumento tenga un peso relativo, que con un 50% no es suficiente. En el caso de Catalunya, sin embargo, no son los monárquicos unionistas los que defienden esta posición: ¡son una parte de los independentistas catalanes!

Claro que, en los confines del Reino de España, los monárquicos unionistas defienden que la independencia no es posible ni aunque el cien por cien de la población de Catalunya votara a favor, porque la sacrosanta unidad de España está muy por encima de la democracia, del voto popular y de cualquier otra baratija que se pueda poner por el medio. Desde una posición autocentrada, pero, a los catalanes no nos tendría que hacer falta que los monárquicos unionistas aceptaran la democracia para aceptarla también nosotros.