Si algún chiflado se dedicara a escribir un diccionario creativo de la lengua tribal, el palabro seny debería incluir con urgencia la siguiente acepción: “Forma singular, de apariencia racional, con la que los catalanes disfrazan su rendición a España”. Desde hace poco tiempo, Catalunya goza de un nuevo hombre de seny que, haciendo honor a la tradición, se dedica a aleccionar a la peña indepe con aquel curioso argumento según el cual, para conseguir la victoria y como ya pasó con la Tierra Prometida, primero harían falta unos lustros de paseo; es decir, en el tema que nos ocupa, que eso de la independencia necesita de mucha marcha atrás y de muchas concesiones como para coger carrerilla y que ya nos lo volveremos a plantear cuando la musculatura devenga mármol. Como sabéis perfectamente, el copyright de la cosa tiene nombre y apellidos ―Convergència Democràtica de Catalunya― y el resultado infructuoso de esa estrategia, que si servidora fuese un cursi resumiría con la latinada ad calendas graecas, tampoco necesita de un adivino.

Al pobre Tardà, de apariencia ancestralmente leona y diccionario irado, esta nueva faceta de hombre tranquilo le aprieta un poco el alma. Pensad que, dirigiéndose a las multitudes que se mataban por votar antes del 1-O, el antiguo capataz de ERC en Madriz se había atrevido a decirles que si bien los políticos parirían la República, el invento sería comandado por el pueblo: “Si no lo hacéis ―cantaba con voz roncada, de barítono―, habréis cometido un delito de traición a las generaciones que no se han rendido y a la tierra”. ¡A la tierra, m’hijito Joan, quién te ha visto y quién te ve! Escarmentando a la ANC como si el brazo armado del soberanismo se tratare, vendiendo la moto de un independentismo transversal de yogur de marca blanca y, eso sí, repartiendo el carnet de hiperventilado a todos los imbéciles que habíamos osado creer en vuestras promesas, club de acomodados tuiteros de sofá que crecen a un ritmo alarmante. Pero Joan es un hombre de partido, y si el Espíritu Santo de Lledoners lo manda, pues a callar y palante.

Catalunya goza de un nuevo hombre de seny que se dedica a aleccionar a la peña indepe con aquel curioso argumento según el cual, para conseguir la victoria y como ya pasó con la Tierra Prometida, primero harían falta unos lustros de paseo

Como toca también a un hombre de seny, el malogrado Tardà recibe más hostias que brisa respira. Pero eso de ser el nuevo Duran i Lleida, a Joan se la suda, porque sabe perfectamente que ERC lo está utilizando como una simple liebre para aterrizar en la neo-autonomía, y al jubilado ya le va ser el vertedero de las iras de los puristas que todavía creemos en la independencia, porque mientras Joan encaja bofetadas, Torrent y Aragonès pueden ganar tiempo para ir a su rollo y preparar el asalto a la Generalitat. Mientras Joan vaya ejercitándose como el hombre de seny de moda y preparando al vulgo para volver a cantar de nuevo ¡Llibertat, Amnistia, Estatut d’Autonomia!, los dos jovencitos republicanos tendrán el tiempo libre como para imaginar con qué trolas excitarán a la multitud en las próximas elecciones al Parlament y para hacer cursos de voz para gritar ante la masa incrédula, que a los escolanets siempre se le aflauta la voz cuando suben de tono. A Tardà, en definitiva, se le puede masacrar en Twitter, porque está para eso y para más.

Cuando Gabriel Rufián defiende a su padre político reivindicando que Tardà era independentista cuando mucha gente votaba aquella Convergència que pactaba con PSOE y PP (los amigos de Polònia les caricaturizaban como dos pintorescos compañeros de piso, cuando la relación tiene algo más de edípico), la actual voz de ERC en la corte no sólo reivindica a su maestro, sino que aspira freudianamente por abrazar el espacio convergente: ellos os habían traicionado antes y no os enfadabais tanto, viene a decir Rufián, y ahora lo hacemos nosotros y nos insultáis como si hiciera años que lo perpetramos. Por suerte, eso del procesismo es un muerto incuestionable pero nos aporta unas lecciones filosóficas que son puro caviar. Lo que no saben ni Tardà ni Rufián (tampoco Puigdemont) es que la memoria del 1-O es tan viva que puede hacer explotar su vertedero de mierda y esparcirla como un tsunami, porque incluso los residuos necesitan de una buena fortificación y que las sonrisas, radicalizadas, pueden volverse rostros de ira.

Todo llegará, ya lo veréis. De momento, yo me lo estoy pasando pipa. Fijaros si el mundo cambia, que hasta he llegado a pensar hacerme de la Assemblea. Dos entrevistas más, Joan, y hasta conseguirás que vaya a la mani. Eso sí que es ensanchar la base.