Durante las últimas semanas, cuando se hablaba de restituir Govern y conselleries, los líderes de Esquerra se atragantaban y tosían con cierta incomodidad. De hecho, avanzándose de una forma bastante patética a la investidura del Molt Honorable 131, Joan Tardà ejerció de liebre para los republicanos, anunciando la adjudicación de Justícia a Ester Capella y de Agricultura a Teresa Jordà. La incomodidad responde a un doble motivo: antes del 21-D —y en una famosa ponencia política nada improvisada, en que se apostó por la independencia multilateral (ecs)— los republicanos ya habían decidido no hacer ni un solo paso que pudiera incomodar a la judicatura española y Mariano Rajoy. A su vez, el problema de la restitución implicaba cavilar cómo se sellaba la relación del partido con Toni Comín, vista la radical determinación del conseller cesado por el 155 a repetir en el cargo.

La cosa, como siempre, no tiene nada de casual: a Comín siempre le ha gustado ir por libre (las maragalladas hacen escuela) y su reciente condición de hombre libre en la Europa civilizada y no española le tendría que regalar el peso simbólico de liderar a los republicanos en el exilio. A nadie se le escapa tampoco su más que cordial relación con el president Puigdemont, lo cual, en Esquerra, no siempre es una buena noticia. De hecho, cuando todo apuntaba a que David Elvira, el hombre fuerte de Comín en el departament, acabaría ascendiendo a conseller, Junqueras cambió la jugada proponiendo que Joan Ignasi Elena ocupara el cargo, escudándose nuevamente en la coña de ensanchar una base que, de tanto ensanchada, algún día puede acabar fragmentada. El baile de nombres no responde únicamente a una lucha de egos, pues la Conselleria de Salut representa parte esencial del presupuesto de la Generalitat.

El día que Esquerra aprenda a enorgullecerse de su gestión, empezará a sumar más adeptos a la causa

Aquí también reside parte del problema, porque si bien el Departament de Cultura podría ser fácilmente manejable desde el exilio, la sanidad implica de facto la imposibilidad de tener un conseller-skype. Esquerra podría perfectamente restituir a Comín, si este acepta mantener un perfil político en el exilio, y David Elvira, que es uno de los pocos con quien el partido puede contar para gestionar con excelencia el departament, tuviera todas las competencias que necesita para hacer bien su trabajo. De hecho, en vez de la obsesión enfermiza de ampliar la base, Esquerra tendría que focalizarse en la buena gestión que ha hecho el binomio Comín-Elvira, especialmente oportuna en el aspecto de ser de las primeras administraciones que se ha atrevido limitar la influencia las entidades con ánimo de lucro en la sanidad pública y que ha revertido la política de recortes de los mafiosos convergentes.

El día que Esquerra aprenda a enorgullecerse de su gestión, empezará a sumar más adeptos a la causa. En este sentido, el partido tiene la oportunidad única de matar el problema de la restitución y de la eficiencia gestora de un solo tiro. Lo que no beneficiará a nadie es la opción Junqueras, consistente en enchufar a un conseller en el departament más complejo que tiene la administración catalana con total independencia de su formación en este ámbito. A Esquerra le pasa lo mismo en el Departament d'Exteriors, donde busca desesperadamente una mujer que acepte el cargo sin relación con su pericia, haciendo —de paso— un flaquísimo favor a la causa feminista, porque enchufar a mujeres no preparadas a cargos de gran responsabilidad, como si eso fuera el mercado de la carne, es una broma de mal gusto. Otro problema, por desgracia, es que para buscar a alguien competente lo tengan que hacer extramuros...

Comín ha arriesgado su bienestar personal para marcharse al exilio y tiene todo el derecho a querer mantener influencia en el Govern de la Generalitat. A su vez, David Elvira ha aguantado todo el peso de la gestión sanitaria en sus espaldas durante la aplicación del 155, lo cual, poca coña, requiere una capacidad de gestión envidiable. Si Esquerra tiene dos activos a quien puede contentar, la peor decisión posible sería prescindir de ellos (Elvira, con toda la razón del mundo, no aceptaría volver a ser el coach de un conseller socialista... e inexperto). Si para actuar con dignidad hay que desmentir Junqueras, que así sea. Si restituyendo Comín se gana peso en el exilio y sintonía con el president Puigdemont, que así sea también, porque a Esquerra la presencia en el exterior no le será negativa. No cuesta nada entrar en razón, amigos republicanos: así, de paso, le daréis una poco más de peso al Govern. Falta le hace...