Pedro Sánchez, zetapé bis para los amigos, ha esculpido muy inteligentemente un gobierno que mezcla a la perfección el palo y la zanahoria y que, de salirle bien, podría garantizar al PSOE unos cuantos años en La Moncloa. Mientras el centro-derecha español ya se devora con la lucha entre Ciudadanos y el PP, y mientras los populares viven entretenidos buscando a un sucesor a Rajoy que pueda alejarse del efecto de las próximas condenas del caso Gürtel, Sánchez ha creado un gabinete ideal para agendar unas reformas sociales chupi-progres y mantener el orden institucional del Estado contra el independentismo. Así se explica la aparición de Carmen Calvo, y la emergencia de algunas mujeres-ZP como Montón y Ribera, que tendrán como objetivo construir un aparato de propaganda que revierta todas las leyes con las que el PP se había enrocado en terrenos como la libertad de expresión o los derechos de las mujeres.

Da igual que el PSOE pueda aprobar toda su agenda de cambio, porque la intención de hacerlo irá encabronando el espíritu más conservador de la derecha y, de rebote, a Sánchez le servirá para acabarse de comer a Podemos del todo. Mientras las señoras se ocupen de la propaganda, Sánchez podrá contar con la mano dura de Borrell o de Grande-Marlaska para garantizar el orden interno y apretar al independentismo. De hecho, a los independentistas no hace falta darles mucho margen, porque con tal de evitar un retorno del PP y con esa coña de ampliar la base (desde que lo dicen, pobrecitos míos, la base sólo les adelgaza), la esquerrovergència nacional le aprobará todo lo que haga falta al nuevo gobierno. Sánchez tiene una oportunidad de oro, y si es mínimamente perspicaz no creo que la deje pasar de largo: como Zapatero, que llegó de chiripa a la Moncloa, empieza débil pero tiene la virtud de no tener nada que perder.

Nunca un político tan débil había tenido tantas cosas a favor

Este gobierno de Sánchez es una administración que podría haber liderado perfectamente Albert Rivera, cuando menos en su etapa más izquierdista y de retórica regeneradora. No es casualidad que el líder del PSOE (¡que hasta hace poco había llegado a ser cuarta fuerza en las encuestas!) haya metido a un presentador de televisión en el Ministerio de Cultura: para las pocas competencias que tendrá Màxim Huerta, lo mejor que puede hacer es dedicarse a importar el espectáculo a la administración. Y un astronauta, a su vez, siempre es algo que luce mucho. Sea como sea, la dificultad de Sánchez es que no tendrá tanta pasta como ZP para comprar votos como así lo hizo el antiguo presidente español con el Plan E de obra pública. Pero, en pocos años, los medios de comunicación digitales han hecho que no siempre sea necesario poner un polideportivo en los barrios para comprar voluntades.

Nunca un político tan débil había tenido tantas cosas a favor. Y mientras, ya lo veis, el independentismo comprándole todas las motos y protestando sólo en Twitter. Este es, desdichadamente, nuestro panorama.