Ayer, para hacer correr el tiempo y matar los nervios, vi de nuevo la archifamosa entrevista de Joaquín Soler Serrano a Josep Pla, el testimonio a partir del que muchos nos habíamos hecho una primera idea hortera del homenot y una conversación con bastantes anécdotas (y gilipolleces) como para que mucha gente haya podido citar a nuestro titán en las cenas de pijos barceloneses sin haber leído ni una sola línea. Con Soler Serrano, Pla pujoleja durante más de una hora, impostando una falsa modestia de abuelo indolente (Yo no sé si he logrado nada, al menos he pasado la vida sin hacer daño a nadie. Soy la persona más insignificante del mundo) y desgalichando toda su literatura inigualada de cosmopolitismo periodístico y de ir por el mundo con la imagen de un campesino conservador: No soy partidario del progreso sino del regreso, poco a poco.

Resulta bastante evidente cómo, ante la derrota del catalanismo y de todo lo que por él mismo había luchado, Pla se dedica a despreciar o vulgarizar toda la tradición que alabó de joven. Es así como, a nivel político, se despacha la obra de Prat de la Riba tildándolo de funcionario (Era un hombre muy vulgar, un puro administrador: pensaba que un país iba de hacer carreteras y hospitales) y minimiza la letra de contemporáneos a quien había dedicado volúmenes de prosa como Segarra (Ah, poca cosa) o Francesc Pujols, del que conocía perfectamente la ambición y la valía filosófica pero a quien acaba perdonando la vida como si fuera un freak: Pujols, un orgulloso tremendo, que escribía como Wagner, larguísimo, a veces para meter cosas pornográficas, pero lo que escribía tengo la impresión que no vale nada.

Es muy sintomático que todos hayan disfrutado tantos años de esta entrevista, cuando contemplar a un gigante literario que, en pleno franquismo, juega a despertar compasión y a hacerse el derrotado, nos tendría que hacer llorar de lo lindo. Se hace muy evidente cuando habla de Ors: sabía muchas cosas pero un gandul, demasiado jesuítico; a mí me gusta más la gente que hace el papel de víctima. No puede dejar indiferente que, durante la interviu, Pla repita "Esto no lo ponga" más de una vez a su simpático contertulio, como si el escritor hubiera interiorizado la castración y la censura dictatorial como un chiste. Sólo hay un retorno al Pla para quien escribir siempre consistía en disparar contra las cosas concretas, cuando Soler Serrrano le recuerda que es uno de los hombres más atacados del país: gracias a Dios, responde Pla, aliviado de su propio personaje.

Sólo eres capaz de sobrevivir si te atacan, sólo puedes llamarte escritor si disparas contra lo concreto, sólo puedes tener gracia si te obligas a reírte de ti mismo. Eso es lo único que se guardó bajo la boina, casi moribundo y deforme, nuestro genio mayor en este testimonio. Y así nos mira hoy, todavía, desde el balcón del jardín...