Después de la sentencia del Supremo a los antiguos presos políticos, escribí repetidas veces que el único argumento con que convergentes, republicanos y activistas escudarían sus incumplimientos y mentiras es el paso por la prisión y que la represión española derivaría en el independentismo pragmático, que es una reelaboración mucho más pérfida y cínica que el autonomismo de toda la vida. Durante estos años, quien osaba escribir eso (y hay que citar a Jordi Graupera y a Enric Vila como dos de las pocas almas que me acompañaban) eran tildados de insensibles y malas personas, echados de los medios de comunicación y de la mayoría de tribunas del país por aquellos que creen tener la exclusiva de la catalanidad y la bondad. Ha hecho falta que Jordi Cuixart irrumpiera en un discurso de Ada Colau con el argumento en cuestión para ver hasta qué punto nuestra predicción era cierta y lógica.

Jordi Cuixart puede defender a Ada Colau, al Santo Padre o al bigote hitleriano resucitado, si le da la gana. Pero pedir a la gente que deje de silbar o manifestar su reprobación a un cargo público escudándose en la represión española (que existe y nunca la he negado) es lo más bajo que puede hacer un representante político o cívico, y perpetrarlo en nombre de luchas compartidas es de una jeta monumental. Los barceloneses quienquiera tienen todo el derecho del mundo a criticar a su alcaldesa, a quien el juego de la lágrima fácil ya empieza a agotársele, todo sea dicho. Y el independentismo posee toneladas de razones para creer que el colauismo no es nada más que el enemigo de toda la vida disfrazado con la piel de los desahuciados. Escucha tú, Cuixart, que defendiendo durante todos estos años las trolas republicanas y convergentes has hecho mucho más daño que todo el aparato ideológico y represor de los españoles.

La gente empieza a darse cuenta de la magnitud de la tomadura de pelo y, es bien lógico, resuelve su ira silbando

Me alegra ver que la conciudadanía empieza a darse cuenta de una cosa tan básica y fuera de discusión como España no detuvo el procés de independencia de Catalunya, sino que fueron los dirigentes autonombrados independentistas quienes prostituyeron el sacrificio de los ciudadanos durante el 1-O y quienes vendieron la energía del secesionismo a cambio de unos indultos. Me congratulo de ver cómo la mayoría del común entiende algo tan sencillo que España no tiene nada que negociar con la Generalitat por el simple hecho de que sabe que la represión le ha funcionado y le resultará siempre que los políticos catalanes prioricen su propio beneficio. Ahora ya lo sabe todo el mundo y es profecía. Ni Rajoy ni Sánchez son los causantes de que Catalunya no sea un estado (ellos han hecho lo que tenían que hacer); serían Puigdemont y Junqueras quienes, mintiendo compulsivamente al pueblo desde el 2017, han vendido lo que queda de país.

Cuixart tendría autoridad para hacer callar incluso al Espíritu Santo si hubiera denunciado estas mentiras, hubiera reconocido la tomadura de pelo y hubiera admitido que Òmnium hizo el juego a la partitocracia autonomista. Pedir perdón era muy fácil, pero Jordi prefirió salvar su reputación haciendo cursos de cerámica y aficionándose a la meditación. Pero la verdad tiene el poder de flotar y el tiempo ayuda a que lo haga incluso en un entorno de excrementos y de aceite como es el procesismo. La gente empieza a darse cuenta de la magnitud de la tomadura de pelo y, es bien lógico, resuelve su ira silbando. Quien tiene que escuchar eres tú, Jordi y, si no te sabe mal, las luchas que queremos compartir ya las decidiremos solitos. Escucha tú, Cuixart, que el memorial de agravios lo tenemos nosotros y no solo hemos empezado a exigirlo. Y tú, querido conciudadano, en la próxima vida no hace falta que esperes tres años para saber la verdad.

Escucha tú, Cuixart, que mi lucha es individual y nada más acaba de empezar.