El inefable Joan Tardà ha afirmado que la independencia nunca se hará con capuchas ni con la cara tapada; y tiene toda la razón del mundo, porque si algo ha hecho naufragar el procés ha sido la suma de medias verdades, fraudes y hojas de ruta erróneas que los partidos independentistas y sus líderes han perpetrado con la caperuza puesta y a cara cubierta. Hasta ahora, los únicos encapuchado han sido los flamantísimos miembros del Estado Mayor, los redactores de unas leyes de transitoriedad y del referéndum que sabían perfectamente inaplicables y no, querido Joan, los cuatro chavales cuperos que han increpado a miembros de Vox y a quien la fantástica policía de este Govern efectiu se ha dedicado a cascar con tanta alegría. Como se ha demostrado fácilmente estos días, cuando los partidos independentistas (o la ANC) no pueden controlar una manifestación, sus dirigentes empiezan a traficar con el miedo a la violencia y a criminalizar a los CDR como si de la kale borroka se tratasen.

De hecho, se certifica también como el independentismo compra el marco mental de los españoles cada día con menos vergüenza. Hasta el momento, los líderes procesistas se limitaban a insultar la inteligencia de la ciudadanía: ahora, en ocasión del famoso Consejo de Ministros del 21-D en Barcelona, se han dedicado simple y llanamente a aplicarnos la presunción de culpabilidad en tanto que posibles violentos y alborotadores. Es realmente admirable como mis conciudadanos se dejan insultar de esta forma, y ello me certifica que la resistencia del catalán a ser vejado por sus propios electos es de un estoicismo inaudito en el planeta. El gobierno español visita la colonia el mismo día en que el 155 pisó la voluntad popular del país (¿no tenías otro día para venir, sociatas?), la administración nos envía la pasma extranjera para controlar el territorio, y resulta que todavía debemos sentirnos culpables por si a Pedro Sánchez le caen un par de huevos en el cogote. Tiene coña, la vida.

Como es evidente, yo no deseo violencia alguna el 21-D, pero debe quedar bien claro que la violencia consiste en enviar ministros a Barcelona en una fecha como esta, no en ponerles la vida un poco difícil

Los propagandistas del Govern ya han empezado a traficar con una de las frases predilectas de su alcoba mental: “Que no tengan la fotografía que ellos desean”, refiriéndose a las instantáneas de violencia con las que salivan los medios españoles, unas fotografías que, como ya sabemos, si no se obtienen siempre se pueden magnificar, cuando no directamente inventarse. Como siempre, la trampa consiste en que te sientas mucho más preocupado por el impacto de tus acciones en el enemigo que no en tu propia capacidad para cambiar la realidad. A pesar de detener la bofia paseándose por el Born, deberemos aguantar a Pilar Rahola y Bea Talegón contando encapuchados para mantener la exclusiva de la revolució dels somriures. Como es evidente, yo no deseo violencia alguna el 21-D (y mucho menos unos altercados que no servirían para nada), pero debe quedar bien claro que la violencia consiste en enviar ministros a Barcelona en una fecha como esta, no en ponerles la vida un poco difícil.

Los encapuchados del procés, Tardà, habéis sido vosotros, que teníais que pirar del Congreso tras el 1-O y todavía estáis ahí mamando de la teta. Tienes mucha suerte que la gente todavía no está lo suficientemente cabreada como para manifestarse en las sedes de los partidos catalanes (algunas embargadas, por cierto) que invistieron a Sánchez sin contrapartida alguna. Pero tú continúa repartiendo lecciones, que todo llegará.