“Lledoners bullirà d'activitat el cap de setmana: vòlei, música, caravanes i parlaments”, reza un titular de ayer en un digital de la competencia que informa de la programación de entretenimiento que se presenta cerca de un penal donde están los presos políticos con la misma prosa cretina de cuando los postadolescentes del Time Out hablan de la apertura de un nuevo local de sushi en el Eixample. Mira que la cosa es habitual y vetusta, pero todavía me sorprende el genio con el que el procesismo folcloriza cualquier noción política: primero fue el referéndum, después la autodeterminación y ahora le toca el turno al tema penitenciario que antes, cuando los presos políticos vivían en Estremera, se vestía de artículos de llanto y dignidad, pero que ahora, visto que las llaves de la mazmorra son de la Generalitat, se tiñe todo de ratafía, sardanas y partidillos de vóley playa.

La parquetematización de Lledoners como lugar de programación propia y toda esta cutre-cultura del espectáculo van de coña para esconder ciertas verdades. Primera, y debemos insistir en ello, que nuestro Govern (sea legítimo o meramente administrativo) es amo y titular de los centros en donde viven secuestrados los rehenes del Reino de España; y segundo, que hace pocos días era la propia Generalitat la que suplicaba al estamento judicial español el privilegio de poder trasladar a los políticos catalanes hacia su parcialísimo juico, con la inestimable ayuda logística de los Mossos. Toda esta claudicación, todo este arte de regalar el culo para que a uno le entren sin ningún tipo de preliminar salival ni de vaselina se tiene que disimular organizando excursiones a Lledoners para cantar El Mesías, jugar a petanca o, puestos a divertirse, organizar un concurso de la mejor tortilla de patatas de Sant Joan de Vilatorrada (amarilla, of course).

Subsumirlo todo en la cultura del entretenimiento, esta es una de las especialidades de la política catalana de nuestro tiempo. Admiren ustedes la prosa de esta noticia que antes citaba: “Quan arriba el cap de setmana, el pla de Lledoners s'omple a vessar de gent vinguda d'arreu de Catalunya que vol donar escalf i fer companyia, des de la distància més curta, als presos polítics”, dice el becario anónimo, pobrecito mío. ¡Si no sabes que hacer con tu tiempo libre, compatriota adorado, viaja a Lledoners, que siempre tendrás alguna actividad adecuada a tus necesidades y podrás conocer a gente estupenda! De hecho, veremos cómo muy pronto los terrenos contiguos a la mazmorra devendrán uno de los centros morales de la catalanor, y la programación cultural de la zona será tan bestia que uno deberá promover un concurso público para escoger un director artístico que ponga orden a todos esos anhelos de compañía de nuestro gran pueblo.

Primero fue Disney, que apareció en nuestra tierra en forma de la pujolista Port Aventura, y ahora le toca el turno a este nuevo espacio de entretenimiento llamado Lledoners. Nuestra lengua, muy sabia, recuerda que entretenir acostumbra a referirse a la acción de hacer pasar a alguien un tiempo agradable, como cuando afirmamos els vespres, amb l’àvia, ens entretenim jugant a dòmino. Pero esto de entretenerse, en catalán y otros idiomas hermanos, también puede querer significar hacer pasar el tiempo a alguien con promesas, esperanzas y medias verdades, al igual que también crear universos de distracción y apariencia para que uno se aleje de la realidad, como cuando decimos menjaré una mica per entretenir la gana o el còmplice va entretenir el policia perquè el lladre pogués entrar al banc a robar. Muchas veces la lengua nos regala sabiduría de gratis.

Bienvenidos, pues, al nuevo centro de entretenimiento Lledoners. ¡No olvidéis traeros el chándal, y que os aproveche el partidillo de vóley!