A.- ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo?

B.- Mira, aquí, aburrido.

A.- Hace ya demasiado tiempo que estás así. ¡El que se hace aburrido eres tú!

B.- Pues no tengo mejor forma de explicarte cómo estoy.

A.- Te leo a menudo en el Nacional. Sobretodo cuando quiero saber qué es lo que van a hacer mal “nuestros líderes” en el vodevil del procés.

B.- ¡Menos cachondeo! Es que yo ya no sé qué más decir. Tenemos lo que tenemos.

A.- Siempre tenemos lo que tenemos, Bernat. Y siempre estamos en la situación que estamos, filósofo de pacotilla. Pero hay algo cierto; la clase política catalana del presente ya ha llegado a su tope, al límite de su talento, si es que tiene alguno. Eso pasa con la de aquí y la de Madrid. Y lo más jodido del asunto es que no se respira ningún tipo de solución a menos de diez o veinte años vista. Nada de nada.

B.- ¿Y yo qué quieres que te diga? Tengo la sensación de estar en medio de una España cutre-represora y de una panda de políticos indepes amateurs y mentirosos. Que en la Meseta me casquen lo encuentro normal, pero que los míos me toquen la moral cada día cuando lo único que intento es reclamar la verdad me está fatigando mucho. No lo sé, últimamente salgo de las tertulias y acabo los artículos como si me hubiesen dado una paliza. No me quejo, porque siempre he tenido curro, pero no veo que lo digo sirva para nada, ni tenga ningún tipo de interés. Encima siempre acabo cabreado. No sé…

A.- Mira, diría que te pasa algo semejante a lo que vivimos nosotros cuando Franco estaba a punto de morir. Cuando el régimen ya iba de capa caída, cinco años antes de la Transición, nos pasó un fenómeno muy curioso. Éramos protagonistas, claro está, de la lucha en pro de la democracia, de la resistencia cultural y de toda esta polla en vinagre… Pero aunque Franco estuviese vivo, ya teníamos una intuición muy clara sobre cómo funcionaría la democracia. Vaya, que los partidos se repartirían el pastel, que pactarían con el ejército un nuevo clima de no agresión y blablabá, que esto de la Assemblea de Catalunya pues queda una idea de puta madre y muy romántica pero que acabaría en nada de nada y que todo el mundo tiraría hacia su espacio político… Era una especie de situación de entreguerras, nebulosa, a la que sólo le faltaba un punto de sutura.

B.- Claro, que el abuelo se os muriera.

A.- ¡Exactamente! Necesitábamos urgentemente la presencia del cadáver de Franco en nuestras casas para poder empezar un periodo que, de hecho, ya andaba solo y al que ya se le veían las costuras.

B.- En la cama la palmó, principiantes.

A.- ¡Y no sabes cómo lo lamento, todavía hoy! Porque el franquismo, Bernat, no sólo fue un coñazo. Aquello sí que era aburrido y no tus crisis de mierda de niño consentido del Eixample.

B.- Gracias, yo también te quiero.

A.- Déjame que te lo cuente mejor. Pues eso, a nosotros sólo nos faltaba el fiambre del dictador. Pero, de hecho, todo había empezado a rodar, y las discusiones políticas que teníamos se parecen muchísimo a las vuestras. Entrar o no el marco de la globalización, situarnos dentro de España como nación autónoma o el café para todos (piensa que el café, como todo, era un bien de consumo de lujo), tener un país de clase media pujolista o ser todos un poco más pobres pero más honrados. ¡Igual que ahora! De hecho, habíamos suspirado tanto por el momento que vivíamos, que al final de todo nos pilló una especie de marrameu, no sé, una pájara. ¿Cómo se dice pájara en catalán?

B.- Defalliment o desinflada. Pero no te preocupes, que así no lo dice ni Mariàngela Vilallonga.

A.- ¡Pero mira si es listo mi niño! Bien, a lo que iba. Pues date cuenta que, en lo que toca a esta situación, incluso nos inventamos una expresión que fue muy popular entre los intelectuales de izquierda, que eran los únicos populares, claro está. Cuando uno quería hacerse el listo o tenia ganas de echar un polvo, hablaba en español. Le llamábamos el desencanto. ¿Se puede decir desencanto, en catalán?

B.- Sí, claro. Dicho de la acción de desencantarse. Yo prefiero desencís, pero tú tira.

A.- Pues exactamente eso, chato. El desencanto. Y también un cierto aburrimiento, la sensación de esperar. ¿De esto habla Heidegger, ni? El filósofo del batín y las zapatillas.

B.- Sí, claro. ¡La Langeweille es uno de los accesos del Dasein al tiempo y a la reflexión sobre el ser-en-el-mundo! El aburrimiento, una de las escasas formas que tenemos de experimentar el tiempo en tanto que tiempo, el humor etéreo como ausencia de un tipo determinado de humor, el sentido de esperar un acontecimiento impuesto, claro, claro…

A.- ¡Si hemos hecho bien regalándote tantas becas y tantos estudios! Pero hay que ver lo poco que los has aprovechado…

B.- A freír espárragos, pesado.

A.- Pues eso, al grano. Vivíamos expectantes, es cierto, pero también estábamos agotados, habíamos esperado tanto a vivir lo que vivíamos que estábamos aburridos, desencantados, sí. Además, tras luchar media vida contra la clase burguesa nos dimos cuenta de repente que queríamos exactamente todo aquello que nuestros padres habían soñado: tener hijos, una casa, ¡hasta casarnos! ¡Ya me dirás tú, casarnos!

B.- Tiene migas, la cosa. El problema es que yo no sé si tengo mucho tiempo para soñar cosa. Lo de la casa y de los hijos, qué quieres que te diga, también será cuestión de tener un poco de pasta. ¡Te lo compro! Pero vaya, supongo que, siguiendo a Heidegger, la cuestión de la vida es qué coño haces con tu desencanto. ¿Tú qué hiciste?

A.- Pues lo que se hace siempre: te lo comes con patatas.

B.- Así os comisteis, con patatas, el cadáver de Franco y continuasteis con comprar a ciegas el sueño de los noventa: clase media, piscina en la segunda residencia, y venga, a vivir.

A.- Totalmente, ésta es la culpa originaria de nuestra generación. Y en eso, y tenéis toda la razón del mundo, os hemos fallado. Las habíamos pasado tan putas que decidimos centrarnos únicamente en vivir bien. Ey, que la cosa tampoco os salió mal a vosotros. Os dimos de jalar razonablemente bien, tuvisteis escuela y tal… ¡no fotem! Y qué quieres que te diga: también nos lo pasamos en grande.

B.- ¿Te lo has pasado mejor a partir de los ochenta o vivías más feliz luchando contra Franco? Porque, si lo entiendo bien, el desencanto fue justo en medio todo este rollo.

A.- Ésta es una muy buena pregunta. Diría que no es que eche de menos a Franco, sino que echo de menos mi juventud, claro.

B.- Mira, yo lo veo así. Nuestra lucha será mantener vivo el 1-O. Éste fue nuestro día. Éste es nuestro “yo fui perseguido por los grises”. De hecho, es el único instante de autodeterminación de nuestras vidas. Pero con la bajada de pantalones de “nuestros líderes”, con este retorno a la neo-autonomía, vaya, con la cara que pone Quim Torra cuando va por el mundo… pues qué quieres que te diga, diría que estos cabrones nos están condenando a la nostalgia. Yo lo siento así, nen: en este país, o te conviertes en un revolucionario como Xirinachs (la cual cosa, hoy por hoy, no sé si tiene algún sentido) o te vuelves un cínico. Estamos en el desencanto, es cierto, pero de aquí poco tiempo volveremos a la pax romana, tarde o temprano volverá a caer pasta de los árboles y el dinero de la autonomía volverá a llenar los estómagos de las élites y tal dia farà un any. Y al pobre 1-O, pues que le den por el saco.

A.- Lo lamento mucho, pero lo veo bastante así. Y, sinceramente, no te veo plantándote en la Model o haciendo huelgas de hambre de cuarenta días.

B.-…

A.- ¿Has pensado en irte?

B.- Coño, cada día, pero estoy a punto de cumplir cuarenta tacos, tío. Y ya no tengo edad para irme a Nueva York a levantar faldas ni para hacer el subnormal por el mundo como un post-adolescente perpetuo.

A.- Pues te iría bien.

B.- Vaya, pensaba que me tacharías de frívolo, como siempre.

A.- No, en absoluto. Creo que el país, en los próximos lustros, no va a dar para nada. Búscate un curro y pira de aquí. Te irá bien. Esto de Catalunya, y me sabe muy mal decirlo, no tendrá mucho interés.

B.- ¿El desencanto se cura viajando?

A.- No, ya sabes que eres el mismo imbécil en todas las partes del mundo, pero también sabes que pirar te da la oportunidad de echar de menos.

B.- Ahora te me has puesto romántico… Por cierto, ya que soy un frívolo, déjame preguntarte una cuestión de primer orden sobre la era del desencanto…

A.- Be my guest.

B.- ¿Follabais tanto como habéis dicho siempre o era todo mentira?

A.- Follábamos mucho, pero muy mal. Y suerte que tenéis de que lo hiciésemos, que de haber follado menos o con más prudencia la mitad de vosotros no estaríais aquí.

B.- Va, invítame a comer. Que se te murió en la cama, el puto abuelo, cabroncete.

A.- Y a ti se te van a morir los procesistas en la cama, pedazo de alcornoque.