A muchos les ha podido sorprender o incluso indignar la fotografía de Oriol Junqueras cogiendo amistosamente por los hombros a Soraya Sáenz de Santamaría en el Mobile World Congress, curiosamente simultánea al juicio del exconseller de Presidència Francesc Homs en el Tribunal Supremo de Madrit. Pero diría que la instantánea, más allá de provocar extrañeza o indignación, explica perfectamente la situación actual de un proceso que –a pesar de aparentar un choque de trenes todavía invisible y eternamente aplazado– sitúa a los enemigos políticos en un mundo de aparente tensión en el que, si vamos al detalle, todo el mundo se siente muy cómodo. Mientras los dos vicepresidentes reencarnaban la idea de que el junquerismo es amor, siguiendo la línea de defensa de Artur Mas, Homs sacaba pecho aduciendo que no había manera de entender lo que había pedido el Tribunal Constitucional al Govern en su providencia "inconcreta".

El argumento tiene su gracia, porque repasando brevemente la citada providencia, es difícil encontrar evasivas o medias verdades en frases como "la consulta popular no refrendaría sobre el futuro político de Catalunya y sus anexos son inconstitucionales y nulos" o "el reconocimiento de un nuevo sujeto soberano en el pueblo catalán requiere una previa decisión constituyente políticamente imputable al soberano constitucional, el pueblo español". Ya sé que contrariar la dogmática procesista y dar voz a un juez español me convierte automáticamente en enemigo del catalanismo, de las esencias patrias e incluso de la Moreneta, pero no puedo evitar manifestar mi asombro cada vez que un político independentista se defiende ante un tribunal afirmando que o bien no se saltó ninguna ley española o bien no la acabó de entender cómo dios manda.

Por mucho que los líderes pendientes de inhabilitación saquen pecho ante el juez, mientras lo hagan acatando la ley española, aquí no se rompe nada

Ir tirando con la legalidad vigente no deja de ser una continuación letárgica del masismo político (la famosa astucia del Molt Honorable 129) y me parece la mar de normal que los jueces españoles reaccionen airados ante alguien que, más allá de desobedecer o no la ley, les vacile de esta manera haciéndose el listo. Eso no saca que a mí me parezca que los juicios de Mas y sus consellers tengan una intencionalidad política, que la tienen, pero todo ello es irrelevante porque lo que me interesa son mis líderes, no los criados de los burócratas españoles. Y, en este sentido, viendo la procesión que acompañaba a Homs a los juzgados, he empezado a experimentar la sensación de asistir a un ritual inofensivo que tiene como único objetivo excitar la parroquia soberanista. Por mucho que los líderes pendientes de inhabilitación saquen pecho ante el juez, mientras lo hagan acatando la ley española, aquí no se rompe nada.

La repetición siempre cae inexorablemente en el tedio. Si tenemos que visitar a los tribunales, que sea por desobedientes, no por astutos.