Al zozi no se li pot enganyar”, era un dicho popular que hizo famoso aquel ladronzuelo que fue presidente del Barça durante harto tiempo y a quien el club todavía regala el honor de llamar a su visitadísimo museo con su gris y funesto nombre. Pero, como hemos sabido esta misma semana (gracias a los excelentes periodistas deportivos de Ràdio Barcelona Adrià Soldevila y Sergi Escudero, que han destapado la campaña de difamación del club para atacar la reputación en las redes sociales de algunos rivales de la junta actual, como por ejemplo Joan Laporta o Víctor Font, pero también de algunas estrellas del primer equipo), el nuñismo de siempre, es decir, el actual equipo directivo del Barça, no sólo tima y vende gato por liebre a su masa social, sino que la raíz de todo el problema es que ésta se lo permitirá por los siglos de los siglos, puesto que mis queridos consocios viven contentísimos y alegres en el mundo del trilerismo.

Hoy me he divertido muchísimo escuchado en la radio a algún compañero de piel y espíritu ingenuo, especulando con la dimisión de Bartomeu y de su junta directiva a causa de un escándalo moral y de intromisión al honor que debería avergonzar hasta a un aspirante a presidir una escalera. ¿Bartomeu? ¿Dimitir? ¿El nuñismo, retirarse? Ay, hijitos míos, qué cosas que llegáis a pensar… El pobre diablo, como mucho, echará a algún cabeza de turco responsable de la contratación de la empresa I3 Ventures (el máximo directivo de la cual, fijaros si la cosa era de fiar, se encuentra en paradero desconocido y no responde a los periodistas), o hasta si hace falta al pobre becario que se encarga de tuitear los mensajes corporativos del club, y si te he visto no me acuerdo y todos contentos. ¿Bartomeu? ¿Dimitir? ¿Por difamar a la gente y querer amargarles la vida? Pero amiguitos míos, ¡si es lo que se han dedicado a hacer toda su existencia! A veces sois tan monos…

¡Qué mafia tan cutre, qué gentuza tan pequeña, qué pena que el mejor jugador del mundo viva guiado por estos enanitos!

La democracia es un sistema fantástico que, contrariamente a lo que uno acostumbra a sostener, equipara con mucho esmero la calidad moral de gobernantes a la de los gobernados. Bartomeu y su banda de quinquis –que conocían perfectamente esta contratación que tenía como único objetivo echar mierda en las redes– son el reflejo perfecto de una masa social que se informa leyendo Mundo Deportivo, y a eso hay que añadir poca cosa más, representada por una asamblea de compromisarios que no tuvo suficiente espíritu democrático ni para implantar algo tan de parvulario como el voto electrónico (es decir, ¡¡¡que votó para que el socio no pudiera votar!!!) y que, si fuera por ella, taparía hasta el escudo con la marca de una multinacional con la excusa de ganar cuatro chavos en publicidad. El problema, amigos, no es Bartomeu, sino todos los consocios que han tenido el estómago como para votarle.

Por una conjunción astral que todavía se me escapa hoy en día, los socios del Barça sólo han gozado de un instante de clarividencia existencial cuando escogieron a Joan Laporta como presidente. Y, faltaría más, todo lo que representa Laporta como mandatario es precisamente lo que odia el actual gobierno del Barça, regido por el nuñismo más execrable. ¿Todavía hay alguien que se extraña de que lo difamen? Nunca han podido soportar su pletórica sonrisa, ni las Seis copas de seis, ni a Cruyff, ni La Masia, ni a Guardiola, ni la obsesión de Jan para acabar con esta época alzarecopas que consiste en perder títulos pero estar contentos si se ha ganado al Madrit. No lo soportan ni lo han hecho nunca, lo cual les retrata a la perfección, pero son tan cortos que para difamarle van y contratan a una empresa de Pancho Villa. ¡Qué mafia tan cutre, qué gentuza tan pequeña, qué pena que el mejor jugador del mundo viva guiado por estos enanitos!

¿Bartomeu? ¿Dimitir? ¡Eso, queridos míos, sería como ver a un político procesista pedir perdón por las mentiras y las promesas incumplidas que ha hecho al pueblo durante los últimos diez años! Mira que llegáis a ser buena gente: a veces todavía me alegráis el día, con vuestra ingenuidad…