Ayer toda la masa social (ecs) del Futbol Club Barcelona lamentaba las malas formas con que Ernesto Valverde fue invitado a dejar el Camp Nou. Que alguien, por ingenuo que sea, se indigne con el hecho de que una junta directiva liderada por Josep Maria Bartomeu y su tropa de sicarios nuñistas actúe injustamente y con poca ética (echando a la calle a un entrenador que tiene al equipo líder en la Liga, sin esperar al balance de final de temporada como es de habitud) esconda la misma inteligencia de quien se extraña que le hayan metido mano al niño cuando contracta a un canguro pedófilo. Cuando la norma es la mediocridad, esto de fingir sorpresa es solo postureo. Que dos exjugadores del Barça como Ronald Koeman y Xavi Hernàndez hayan rehusado comandar el primer equipo indica cuál es la confianza que las antiguas leyendas guardan en la gentuza que comanda el club.

La única obsesión que ha tenido Bartomeu como presidente del Barça, en imitación de su maestro Rosell, ha sido dinamitar la herencia de Cruyff y Laporta. Sólo así se explica la tímida celebración que este año se ha hecho del sexteto de Guardiola, hito único en la historia planetaria del balón. Porque resulta lógico que una peña formada en la moral de los levanta-recopas no sepa cómo reivindicar a un equipo que no sólo trabó el mejor futbol imaginable, sino que lo ganó todo. Y ya se sabe que esto de arrasar en la victoria, tanto a nuñistas como a procesistas, es algo que incomoda mucho: uno debe ganar, pero no demasiado, no sea caso que nos empachemos de orgullo y el mundo nos mire de verdad. Por eso hacia falta, antes de fichar a Setién (entrenador temido por todos los equipos de Europa), intentar reclutar a algún míster que hubiera entrenado al Espanyol. Cosas veredes…

Los socios del club quienes, en breve y con la excusa del algún fichaje estrella, olvidarán el ridículo de esta destitución y cuando se repitan elecciones votarán al próximo asno nuñista de turno

Pero ello no es sólo culpa de una directiva y de un presidente, porque el auténtico cáncer del Barça son sus socios, unos corresponsables que aguantaron más de veinte años comandados por un auténtico corrupto incapaz de hablar, a quien sólo Alfons Arús pudo salvar con sus extraordinarias caricaturas. A Jan también le votaron, es vierto, pero vista su inteligencia mediana debía ser cosa de un efecto divino o marciano que todavía no me explico. Porque sean los socios del club quienes, en breve y con la excusa del algún fichaje estrella, olvidarán el ridículo de esta destitución (y del viaje del pobre Éric Abidal a Qatar, intentando pescar a Xavi con nocturnidad y alevosía) y cuando se repitan elecciones votarán al próximo asno nuñista de turno. Es igual si es un tubérculo, un insecto en vías de extinción o una vaca asilvestrada: La Vanguardia hará lo posible para que salga elegido.

Me refiero a una masa social (ecs), y más en concreto a una funesta y vieja asamblea de compromisarios que hace meses no pudo reunir los suficientes votos a favor como para que los socios (en especial los extranjeros) pudieran hacer uso de una herramienta democrática tan sana y normal como el voto electrónico; es decir, de una gente que votó para hacer lo posible para que no se vote. Ante esto yo diría que resulta urgente que al Barça lo comande durante lustros una sociedad anónima ―aunque sea regida por un ejecutivo, un maharajá o un dictador sanguinario― porque cualquier cosa será mejor que unos socios a los que no sólo es imposible cesar, sino que son tan necios como para enervarse cuando la mafia ser carga a un individuo sin notificárselo previamente por carta..