El president Aragonès cumplió ayer mismo su funesta promesa de reducirse el sueldo un 15%, una medida esperpéntica, populista y demagógica que, desdichadamente, contó con la aprobación del Consell Executiu del Govern. Antes del recorte, el sueldo del Molt Honorable era de 153.000 euros brutos anuales, una paga ridícula para el nivel de responsabilidad y preparación que pide (o tendría que exigir) el cargo, y una rebaja de 13.000 euros que comporta un ínfimo tanto por ciento del presupuesto de la administración patria. Que el president se rebaje el sueldo aduciendo que "somos muy conscientes de las dificultades por las que pasa mucha gente" es todavía un hecho más execrable; primero, porque de mis dificultades, si no es molestia, ya me haré cargo yo, pero también porque su responsabilidad primera es prestigiar su posición, la cual también implica que esté bien remunerada.

El presidente de mi país no es un ciudadano del común, tiene que estar disponible los 365 días del año y su trabajo marcará su vida (y la de su familia) de una forma inexorable. No puede ser que el Molt Honorable tenga un sueldo muy inferior al de cualquier alto directivo de empresa, pues su responsabilidad es mucho más alta; la presidencia no sólo tiene que valorarse en dinero, sólo faltaría, pero su remuneración también marca la dignidad. La persona en quien reside la decisión última sobre un toque de queda, que gestiona una parte (lastimosamente ínfima) de mis impuestos, y que se expone de una forma radical a la crítica y a la alabanza no puede tener un jornal de director de diario y todavía menos recortárselo con eso tan catalanito de ir de pobre por el mundo con el fin de ganarse el llanto de las abuelas.

President, haga el favor de subirse el sueldo y, si tiene ganas de hacer un regalo a la patria, abandone la pretensión de ejercer la trona como un ciudadano del común

Si el president o quienquiera sufre por las dificultades de la gente y quiere que la administración sea más despierta y justa, que deje su escasísimo sueldo en paz y que se dedique a impulsar un plan de evaluación cualitativa de los funcionarios de la Generalitat con el fin de liberalizar la función pública. Si tanto le preocupa nuestra triste, pobre y desdichada vida económica en relación a los supuestos privilegios del Govern, que introduzca cuotas de flexibilidad horaria en los convenios (y en los sueldos, ¡faltaría más!) para hacer que el funcionariado no se agarrote y pueda prosperar en su puesto de trabajo. Si Aragonès quiere prestigiar a los trabajadores públicos, en definitiva, que se suba el sueldo, a él y también a la mayoría de altos cargos técnicos que aguantan con dignidad la gestión del país, y así conseguirá que las tareas de la administración puedan competir cualitativamente con el universo abierto de la empresa privada.

Catalunya no será un estado hasta que no actúe sin complejos, y eso pasa por una clase política que no disfrute ahorrando en el menú de degustación, en el auto oficial ni, faltaría más, viajando en primera. Si la tribu fuera más que un rebaño, el president viajaría en helicóptero cuando hiciera falta, ya que eso ir en auto por la AP-7 siempre nos ha parecido de socialistas, e incluso podríamos imitar a nuestros admiradísimos yanquis y poner Guifré el Pilós al aparato en cuestión: "Manel, si tiene la bondad, diga a los Mossos que vayan preparando el Guifré, que nos vamos a Ripoll en un cuarto". Contrariamente, la catalanidad se impone y muy pronto el Molt Honorable tendrá que disimular que entra en el reservado del Via Veneto, no fuera que algún desahuciado o víctima de la Covid-19 se ofenda. Porque aquí, ya lo sabéis, no hay ciudadano que no base su existencia en la dinámica ontológica del agravio moral; y así nos va.

President, haga el favor de subirse el sueldo y, si tiene ganas de hacer un regalo a la patria, abandone la pretensión de ejercer la trona como un ciudadano del común, que ya hicimos bastante con sufrir a gente como vuestro horripilante antecesor. Haga el favor, Molt Honorable, que al enemigo no se le combate con rebajas ni regalando limosna. Y no se ocupe de mis dificultades, se lo ruego, que ya me hago responsable de ellas yo solito y, tal como ha ido la cosa, ya me quedaría contento si de la Generalitat tengo más bien pocas noticias. He dicho.