Aunque casi siempre escribo sobre actualidad política, si alguien leyera mis últimos artículos en este diario podría decir que escribo sobre todas las cosas del franquismo que han llegado hasta nuestros días. Puede sorprender —o no—, pero así es. Ya sea para hablar de RENFE, empresa fundada por Franco; de la fiesta de la Hispanidad, declarada fiesta “nacional” y bautizada con ese nombre por Franco; o, como en el caso que hoy nos ocupa, para hablar del cambio de hora de Pedro Sánchez.
Puestos a hablar de la nueva zanahoria que el dirigente español se ha sacado de la chistera para distraer al personal de la cruda realidad política y judicial que le envuelve, hagámoslo desde distintos ámbitos para ver qué se puede hacer, incluido él. La idea de ordenar las horas a escala mundial se hace realidad en 1884 en la Conferencia Internacional del Meridiano, celebrada en Washington D. C., con la participación de 26 países. La aparición del ferrocarril y el telégrafo exigían sincronización. Hasta ese momento, cada ciudad o región utilizaba su hora solar local, basada en la posición del sol. Cuando el sol estaba en su punto más alto, ese momento era el mediodía. Este criterio implicaba que cada lugar tenía una hora ligeramente diferente.
Esa Conferencia Internacional adoptó tres acuerdos: 1, Establecer Greenwich (Londres) como meridiano cero. 2, Dividir el mundo en 24 husos horarios de 15 grados cada uno. 3, Adoptar un sistema universal y coherente para contar el tiempo. Se acordó que cada país es soberano para decidir qué huso horario adopta. No existe ninguna obligación legal global, solo recomendaciones de coherencia geográfica. España, el 1 de enero de 1901, adoptó oficialmente la hora del meridiano de Greenwich (GMT). En 1918 se utilizó por primera vez el horario de verano, como hacían otros países europeos, para aprovechar mejor la luz. Entre los años 20 y 30 se fue alternando entre el GMT y el horario de verano (GMT+1), según los gobiernos, hasta la Guerra Civil. El 7 de marzo de 1940 el régimen franquista adelantó una hora de forma permanente, para adoptar el huso horario de Berlín y alinearse con Hitler. Desde entonces, nunca se ha vuelto al huso de Londres, a pesar de ser el más coherente geográficamente.
Si algo afecta más a las horas de luz y a la salud que adelantar o atrasar el reloj una vez al año, es estar permanentemente fuera del huso horario que te corresponde
Con la evolución de la industria, la iluminación y la energía, parece que el beneficio del cambio de hora según la época del año es mínimo y esta decisión ha perdido sentido. Dejar de hacerlo parece lógico. Y más aún si puede afectar a la salud. Por tanto, está muy bien que Pedro Sánchez proponga a la UE este cambio. España no puede decidirlo unilateralmente, ya que el régimen actual está fijado por una directiva europea que garantiza que todos los países de la UE cambien la hora al mismo tiempo. Pero si algo afecta más a las horas de luz y a la salud que adelantar o atrasar el reloj una vez al año, es estar permanentemente fuera del huso horario que te corresponde geográficamente por una decisión política del franquismo, supongo.
Cambiar esto sí debe de ser complicado, pensaréis. Si para cambiar la hora hace falta el acuerdo de todos los países de la UE, para cambiar de huso horario… pues no. Es tan sencillo como modificar un artículo del Real Decreto que regula la hora legal en el Estado. No hace falta una ley nueva ni pasar por el Congreso. No hace falta mirar a Europa ni esperar el acuerdo de los 27, como en el caso de la oficialidad del catalán. Quitarnos de un huso que nos sitúa una hora por delante del sol en invierno y dos en verano se puede hacer ya. Basta con que el gobierno socialista decida prescindir de la voluntad política de Franco, que quiso estar alineado con Hitler. ¿Vender humo o hacer cambios? ¿Berlín o Londres? Me temo que todos sabemos la respuesta. Distraer para no hacer nada.
Cabe decir, además, que lo más relevante de esta cuestión no es ni adelantar la hora ni el huso horario, sino aplicar nuevos usos más racionales del tiempo. Existen muchas propuestas de expertos sobre la mesa para recuperar el equilibrio entre trabajo y vida personal. Pero estas quizá sí que Sánchez no podrá aplicarlas, puesto que lo que sí parece que se acaba es el tiempo de los incumplimientos. No vaya a ser que, además de un cambio de hora este otoño, en España haya también un cambio de gobierno.