Durante el día de ayer se celebró la consulta popular sobre monarquía o república. Mientras escribo estas líneas aún no conocemos la afluencia en la misma, la cantidad de votos a favor de la monarquía ni los que se han decantado por la república. 

En cualquier caso, ha sido todo un logro el hecho de que haya habido 700 puntos de votación en el territorio español y 15 fuera de España. Sin duda, parece que el movimiento es imparable y sin duda, habrá más consultas hasta que por fin sea un clamor la necesidad de escuchar al pueblo soberano de manera vinculante en esta cuestión tan fundamental. 

Y es que, valorar y elegir entre monarquía o república necesita previamente de un debate profundo basado en el conocimiento de ambos conceptos. La simplificación que todavía se produce cuando se escucha a quienes critican la monarquía "porque los Borbones son..." demuestra que se desconoce efectivamente lo que implica una república. 

Evidentemente que la imagen de los Borbones difícilmente podría ser peor de lo que es. Pero no es casualidad que así sea, puesto que los poderes que hasta ahora protegían a la familia Real, han dejado de hacerlo. Al menos hasta el punto de filtrar lo que sucedía y hacer que los medios de comunicación lo cuenten. Porque los hechos que ahora conocemos sobre Juan Carlos, tuvieron lugar durante muchos años y hace mucho tiempo, y parece ser que muchos de los que ahora hablan de ello no lo hacían. Había un absoluto silencio sobre todos los escándalos en los que se pudiera ver envuelta la familia Real. Alguien decidió en un momento dado que era la hora de abrir la caja de pandora y creo que no me equivoco cuando pienso que quienes han decidido esto lo han hecho pensando que es tiempo de cambiar de régimen. 

Alguien decidió en un momento dado que era la hora de abrir la caja de pandora y creo que no me equivoco cuando pienso que quienes han decidido esto lo han hecho pensando que es tiempo de cambiar de régimen

Hablar de república es hablar de todo un sistema fundamentado en la igualdad de todas las personas que configuran un país. Igualdad de derechos, sin inviolabilidades ni privilegios. Terminar con cualquier tipo de sometimiento y, desde luego, asumir que cada ciudadano tiene un papel fundamental en la construcción de la sociedad que quiere vivir. República es, precisamente, eso: involucrar en el funcionamiento y mejora del sistema a la ciudadanía, que es soberana y debe articularse y organizarse en estructuras para llevar a cabo aquello que tendrá efecto directo en sus vidas. 

El sistema republicano implica, según la teoría del republicanismo cívico, un compromiso con los derechos humanos, con las libertades, tanto a nivel colectivo como a nivel individual. Garantizar que derechos y libertades estarán blindados en la estructura y la soberanía popular tiene las herramientas para poder revertir cualquier situación que pueda ser abusiva contra el pueblo. 

Actualmente es evidente que la ciudadanía carece absolutamente de herramientas para poder defender sus intereses. Por mucho que nos llenemos la boca a la hora de hablar de nuestros representantes políticos, del sistema democrático y de no sé cuántas cosas más que brillan por su absoluta ausencia. 

No disponemos realmente de una red tejida por colectivos que operen más allá de las subvenciones o afiliaciones directas o indirectas a los partidos políticos. El sistema actual, clientelista y plagado de corrupción ha creado sus propias organizaciones para que parezca que hay una ciudadanía activa donde en realidad hay una ciudadanía amordazada. 

La república debe garantizar la transparencia, la participación, la educación, la cultura, de una manera absolutamente libre. Ajena de barniz politizado, religioso, interesado. La formación de una ciudadanía consciente de sus derechos y de sus circunstancias, dotada de las herramientas necesarias para ponerlos en valor, defenderlos y conseguirlos llegado el caso. 

Republicanismo supone una reestructuración de todo: de arriba abajo. No solamente eliminar la Casa Real y todo lo que conlleva. No va de eso solamente. Y precisamente por todo ello creo que es tiempo de pedagogía, de reflexión sobre los valores republicanos en profundidad. De lo contrario, mucho me temo que aunque cambiemos el nombre e incluso las instituciones, sin una sociedad comprometida con la defensa de sus derechos y libertades, no seremos una verdadera república aunque así nos llamemos. 

Hanna Arendt invitó a hacer precisamente eso: reflexionar sobre la calidad ética y cívica de nuestras democracias con el fin de poder avanzar en una cultura política más en línea con los principios y valores democráticos. Es sorprendente el desconocimiento generalizado de los derechos que tenemos, incluso de los Derechos Humanos: y no es casualidad. Quien no sabe lo que tiene derecho a exigir, no lo reclama. Y quizás por esto sea, por el desconocimiento que les interesa a quienes se benefician de ello, que estemos como estamos. 

El republicanismo, en definitiva, apunta a una serie de puntos fundamentales: que ningún ser humano sea dominado por otro; que todos los ciudadanos tienen el deber de construir la sociedad que garantice la igualdad y libertad de todos y cada uno de los individuos que en ella convivan; la creación de leyes e instituciones debe emanar del pueblo y establecerse sobre una base absolutamente secular. 

Como apuntaba Pettit, es clave la existencia de una sociedad crítica, para lo que previamente necesitamos una cultura democrática que en España no tenemos. 

Llegados a este punto, muchas preguntas sobre la mesa, pero quizás la más fundamental: ¿es compatible la democracia con este capitalismo? ¿Es compatible la democracia con el globalismo capitalista? Porque para poder establecer una república se deben sentar las bases y los objetivos, y evidentemente en los tiempos que estamos viviendo, la necesidad de hacernos preguntas radicales es imperante. ¿Es España un país soberano? ¿Cambiaría realmente algo si permitiésemos que la república únicamente consistiera en el fin de la casa Real?

Este es el riesgo que, mucho me temo, estamos a punto de sufrir: sin una comprensión más detallada de lo que debería implicar una república, podría darse el caso de que nos quieran convencer que todos nuestros problemas se terminan despidiendo a los monarcas. Y como no estemos atentos, el riesgo es muy alto de que otra vez más, nos vendan un cambio cuando en realidad solamente era un barniz.