Muchas veces nos preguntamos qué tipo de gente nos gobierna. Vemos actitudes, comentarios o falta de acción que nos sorprende cada día. 

La mayoría de los "políticos profesionales" son personas que no suelen estar en nuestro círculo de amigos. Si conocemos alguno, normalmente, por mi experiencia, es frecuente oír aquello de "éramos muy amigos, pero con el tiempo nos hemos ido distanciando". Por no hablar de aquello de " yo no conocía así a esta persona, estoy muy sorprendida". 

Hay algún estudio entretenido que se ha dedicado analizar el perfil psicológico de algunos líderes, tanto políticos como de instituciones u organismos internacionales. Recuerdo que, concretamente, se analizó la figura de Berlusconi y se encontraron rasgos muy característicos de personas con psicopatía. Seguro que esto que está leyendo no le extraña. Y también estoy convencida de que si piensa con detenimiento en algunos de los que tenemos dirigiendo nuestros gobiernos, bien podrían ser analizados y nos darían algún perfil similar al de Silvio. 

¿Qué ocurre para que esto suceda? ¿Eran así y por eso llegaron tan alto? ¿O llegar tan alto conlleva cambios en tu forma de ser? Yo, de todos los casos que he conocido, podría llegar a afirmar que hay algo de las dos cosas. Por una parte, algo innato debe estar de base: una cierta egolatría, una capacidad de liderazgo, de desvergüenza a la hora de defender unas ideas, son fundamentales (y no necesariamente negativas) características de un político. Sin embargo, las estructuras partidistas generan otro tipo de comportamientos, o más bien establecen un contexto propicio para que lo peor de algunas personas aflore. 

En ese clima de guerras intestinas, de luchas internas por el poder en las organizaciones es cuando comienzan a desarrollarse habilidades que, en algunas ocasiones pueden ser perversas. ¿Cómo ganar batallas cuando a quien quieres combatir hace trampas? Esta es una cuestión que más tarde o más temprano te planteas cuando militas. Si asumes que lo tuyo es el juego limpio, prepárate a sufrir y muy probablemente a perder. 

No digo que siempre sea el caso. A veces pasa que gente honesta consigue, con buenas artes, llegar a dirigir un proyecto. A veces. Pero pronto le surgen los enemigos que tratarán de destrozar todo aquello que haya sido bien hecho. He conocido y conozco algunos casos de personas nobles, preparadas y dignas que han sufrido lo inimaginable (y lo sufren) precisamente porque su honestidad genera tales dosis de odio y rabia en los que solamente saben subir a base de trampas, que su supervivencia es muy complicada. 

He conocido casos de quienes, siendo honestos, siendo buenos, de pronto dieron un giro: cambiaron sus miradas y con el cuchillo entre los dientes decidieron apostar por ganar. A toda costa. Hoy los veo dirigir un país, y estoy segura de que su vida no la quiero para mí. Pero muy probablemente a ellos les compense pagar el precio tan alto porque su ego al final se lo come todo. 

Son tan duras las batallas en política que si uno no va ganando es porque le han devorado ya. Mantenerse a flote es una tarea agotadora, defender un proyecto mientras vuelan los puñales de los propios "compañeros" y de los de enfrente es, sencillamente, una pesadilla. 

La política debería ser una etapa que debería durar un corto espacio de tiempo, manteniendo lo más cerca posible a los tuyos, sabiendo que en cuanto termine el tiempo que entregarás a la causa común, volverás a tu sitio

Pocos hay que mantengan en esos momentos el horizonte como objetivo y no se dobleguen. Muy pocos. El coste vital es tan elevado que, cuando alguien se aproxima y se da cuenta de qué va el panorama, suele salir espantado buscando una vida mucho más llevadera. 

En definitiva: si eres buen político, si lo haces bien y defiendes con honestidad la gestión de tus ideales, irán a reventarte. Si no hay hechos con los que atacarte, se los inventarán. Y todo comenzará a girar a tu alrededor de una manera tan rápida que perderás posiblemente la perspectiva. 

Los mejores políticos que he conocido siempre han tenido que lidiar en situaciones muy complicadas: de vida o muerte, enfrentarse a auténticos monstruos. En lugares donde la defensa de las libertades y los derechos supone jugarse la vida es donde he podido conocer a los perfiles más potentes: en formación, en coherencia y en honestidad. Y prácticamente a todos los que considero dignos políticos, la vida se les ha complicado de una manera injusta y muy dolorosa. Para ellos, y para todos los que creemos que necesitamos políticos honrados. Porque parece que es a por los que con más fuerza atacan.

La política debería ser una etapa que debería durar un corto espacio de tiempo, manteniendo lo más cerca posible a los tuyos (y me refiero a amistades y familia), sabiendo que en cuanto termine el tiempo que entregarás a la causa común, volverás a tu sitio. Esa, para mí, sería la clave para no morir en el intento. Sin embargo, pocos, muy pocos, parecen llegar a conseguirlo. ¿Por qué será?