Tenemos sobre la mesa el dichoso pin parental, que viene a ser una nota que los padres escribirían al centro educativo donde estudian sus hijos, con el fin de solicitar a los profesores que, en caso de que se vaya a dar alguna charla a los niños sobre “cuestiones morales socialmente controvertidas o sobre la sexualidad, que puedan resultar intrusivos para la conciencia y la intimidad” de sus hijos, permitan que puedan ausentarse.

En el texto en cuestión, además, se permiten el “lujo” de señalar que esperan que el profesor en cuestión “haga todo lo que esté en sus manos para evitar que la ideología de género se siga propagándose (sic) impunemente entre los menores y que se nos permita como padres decidir si queremos o no que a nuestros hijos se les eduque en ideología de género”. Además de la penosa redacción, el contenido es bochornoso.

Dígame, ¿qué puede considerarse una “cuestión moral socialmente controvertida”? Porque dependiendo de la conciencia social de cada cual, en mi casa, por ejemplo, puede ser controvertido desde una perspectiva moral hablar de los abusos de la realeza respecto a los súbditos a lo largo de la historia, o de la Iglesia católica. O de las aberraciones medioambientales que se han cometido. O de las relaciones entre familiares directos que se han venido produciendo entre la nobleza. Me puede parecer una cuestión controvertida que a mis hijos les quieran contar que una paloma dejó embarazada a una mujer, que nació un niño “por obra del espíritu santo” y que un señor que fue asesinado por sus ideas resucitó al tercer día.

Puestos a escandalizarnos, en las clases de historia se explican auténticas aberraciones que se han producido a lo largo de los siglos. Guerras, masacres, injusticias. En las clases de religión, que hasta ahora contaban en la nota media (mientras que la asignatura alternativa no servía para subir la nota media, como sí les pasaba a los católicos) se ha estado adoctrinando a través de la educación pública a jóvenes, que siendo muy pequeños, han tenido que “comulgar” con datos absolutamente contrarios a la ciencia. Y hasta hace poco los padres no podían decir nada al respecto, siendo como es la religión una cuestión íntima, que además, a día de hoy, no le da al catolicismo el monopolio en nuestra sociedad.

Una cuestión moral y socialmente controvertida puede ser estudiar la Guerra Civil en clase. Por cierto, un asunto que normalmente se pasa de puntillas, como la Transición española. Temas que nunca daba tiempo a estudiar y que no se analizaban, al menos en la mayoría de colegios e institutos que he conocido. Supongo que de alguna manera el sistema tenía algún tipo de “prevención” que ha ocasionado que muchos estudiantes jóvenes de hoy en día no tengan absolutamente ni idea de la historia reciente del país en el que viven.

Controversia moral produce hablar del “descubrimiento de América” en las aulas, dando a entender que las gentes y pueblos que allí vivían antes de que llegasen los “conquistadores” estaban esperando a ser descubiertos. Vender esta parte de la historia pasando de puntillas sobre el saqueo, los asesinatos y la imposición cultural (colonialismo) es otra de las cuestiones que bien merecerían un “pin parental” para evitar que a nuestros hijos les eduquen desde una perspectiva absolutamente supremacista, instalando en ellos la idea de que “la madre patria española” le abrió los ojos a las culturas que ya vivían en América.

Educar en la ignorancia, en el miedo y en el odio a otros no es un derecho. Los niños tienen derecho a ser educados en igualdad y en base a los derechos humanos, en base al respeto a todas las personas, a todas las religiones y culturas

Hablar ahora de la igualdad de derechos del hombre y la mujer, también en el ámbito sexual, resulta que es moralmente controvertido. Poder hablar con la gente joven de las enfermedades de transmisión sexual, de la importancia de una sexualidad fundamentada en el respeto y en el conocimiento le genera problemas a esta extraña gente de Vox y del PP. Como explicar a la juventud el riesgo de las drogas sobre la salud. Para esta derecha rancia es mejor no hablar del tema, porque evidentemente, para ellos de lo que no se habla no existe. Y si nadie le habla a sus hijos de sexo, automáticamente se convertirán sus adolescentes en angelitos que no tendrán relaciones hasta que contraigan matrimonio (supongo).

Es aberrante que esta gente pretenda seguir decidiendo sobre lo que se ha de hablar y sobre lo que no se puede; y de aquello sobre lo que se habla, cómo hacerlo y de qué manera, camuflando, maquillando y manipulando la realidad. Para seguir metiéndonos en el agujero de la ignorancia, que hará posible después convencernos de cualquier barbaridad como las que sueltan.

Nuestra juventud necesita información: sobre sexo, sobre drogas, sobre Colón, sobre el independentismo, sobre la República, sobre el golpe de estado que dio Franco en 1936, sobre la aberrante dictadura que se vivió durante cuarenta años; sobre la realidad que se ha comprobado con hechos y no con mensajes caídos del cielo. Necesitamos gente formada y bien informada. Y este cuento del pin parental no es otra herramienta más de censura: como la que aplican a través de algunas editoriales que dispensan “material educativo” en las escuelas; como la que aplican a través de los medios de comunicación que tienen comprados y que generan después la opinión pública mayoritaria.

Por eso odian la escuela fundamentada en valores democráticos, participativos y que busque crear individuos en lugar de súbditos. Porque si la gente es capaz de pensar por sí misma, de exigir relaciones en las que se respeten sus derechos (ya sea como consumidores, como votantes, como ciudadanos, como mujeres o como hombres, desde sus facetas más íntimas a las más públicas), a estos señores se les acaba el chollo que tienen.

No, educar en la ignorancia, en el miedo y en el odio a otros no es un derecho. Los niños tienen derecho a ser educados en igualdad y en base a los derechos humanos, en base al respeto a todas las personas, a todas las religiones y culturas. Tienen la obligación sus escuelas de prepararles para que sean capaces de tomar decisiones en el momento oportuno: que tengan información para tener capacidad de elegir, y así conformar unos ciudadanos libres, autónomos y con capacidad de asumir sus propias responsabilidades.

Quien quiera niños ignorantes, intolerantes, absolutamente desconectados de la sociedad, que asuma que los hijos no son propiedad suya, sino seres que tenemos la responsabilidad de acompañar a lo largo de su crecimiento. Dotarles de los mejores valores posibles para que sean ciudadanos respetuosos, o, al menos, eso es lo que debería ser en una sociedad democrática del siglo XXI.

Pero claro, en una España donde nos llevan mintiendo, manipulando, desinflamando y enfrentando continuamente a base de engaños, es lógico que tengamos estos lodos.

El voto de Vox, en definitiva, se hará directamente proporcional a la magnitud de la ignorancia que se promueva. Y saben perfectamente que el pin parental es su garantía.