Te escribo esta carta porque necesito expresarte cómo me siento. Cómo nos sentimos millones de personas que, siendo una minoría, sufrimos. Escribo desde mi más profundo respeto por esa mayoría que ha decidido vacunarse. Es sincero, porque entiendo perfectamente las razones que los han llevado a tomar esa decisión. Agradezco, en primer lugar, a aquellas personas que, de buena fe, han entendido que esto era solidario y, además, necesario. Es lógico pensar así porque ese es el principal mensaje que se ha querido hacer llegar a toda la población. También entiendo que te hayas vacunado por miedo. A ese virus que nos ha tenido en vilo, encerrados, viendo cómo las cifras de muertos eran diariamente terribles. Yo también he tenido miedo estos últimos años y he sufrido, aplaudido a las ocho, conocido a mis vecinos. Comprendo perfectamente que los datos que recibes refuerzan todas y cada una de las razones que te han llevado a tomar la decisión. Y te respeto. Créeme que absolutamente te respeto. 

Yo, por mi parte, como te decía, he tenido miedo. Por eso me preocupé mucho por el covid en los niños, porque se pusieran todas las medidas en las aulas de los colegios para garantizar que nuestros hijos iban realmente a "un lugar seguro". Porque me costaba creer que sin instalar filtros, garantizar ventilación y reducir las ratios se pudiera hacer correctamente. Y sufrí cuando vi que nada de esto se hacía, salvo por la voluntad de docentes que asumían personalmente la responsabilidad de informarse y pelear por mantener ventanas abiertas, espacios que permitieran guardar distancia, medidores de CO2 en las aulas, filtros... Peleé porque no quise incorporar a mis hijos al colegio, al no poderme informar de la incidencia en la escuela si preguntaba por el número de casos positivos. Me decían desde la dirección del centro que "en base a la ley de protección de datos no se nos podía informar de los casos positivos que había cada día". Y hubo que explicar que lo que protege la ley es la identidad del niño en cuestión, pero no que nos hubieran informado de la situación en la que se encontraban nuestros hijos. Nada. 

Me preocupé mucho por el covid en los niños, porque se pusieran todas las medidas en las aulas de los colegios para garantizar que nuestros hijos iban realmente a "un lugar seguro"

Entonces sufrí porque pretendían amenazarnos a muchas familias con expedientes de absentismo, a pesar de estar trabajando desde casa, reforzándoles para que no perdieran el ritmo de sus clases. He sufrido incertidumbre, a veces desolación al ser consciente de las historias personales de quienes tenían pérdida de seres queridos en condiciones terribles. Todo lo que hemos vivido ha sido un shock. Como decidir que tus hijos no verían a sus abuelos por si se contagiaban. Tener la sensación de que te pasas la vida tomando decisiones que pueden costarle la vida a otros a quienes amas. Esto está siendo muy duro. Para todos. Y todos estamos sufriendo aquí. Absolutamente todos. Trabajos perdidos, proyectos rotos. Dramas que van más allá del miedo a un virus. Dramas que desencadenan dramas. Esto lo vivimos absolutamente todos. 

Y resulta que, por el motivo que sea, cuando llega un tratamiento, decido no ponérmelo. Quiero que entiendas que tengo derecho a ello. Lo tengo porque puedo elegir no tomar nada que no quiera tomar. En mi cuerpo tomo yo las decisiones. Y en base a esta premisa se construyen otras tantas que también me son por ley garantizadas. Como mi libertad de pensamiento, de movimiento, de expresión. He sufrido como tú la vulneración de todas ellas. Y he observado que se han llevado a cabo en no pocos casos por razones que nada han tenido que ver con el virus. Y lo han hecho, y lo siguen haciendo. 

Me hago preguntas. Porque hay cosas que, si me informo un poquito, no entiendo. Y cuanto más me preocupo por buscar una respuesta, más descubro que esto es mucho más grande de lo que parece. Esto no es solamente cuestión de un virus. Esto va de más cosas: va de derechos, pero también va de beneficios de algunos, de inversiones millonarias, de quedarse unos con mucho y otros con nada. Porque he visto cómo se actuó con las directrices sanitarias cuando no había suficiente producción de mascarilla, y cómo nos intentaron envolver en cosas de salud pública lo que en verdad eran criterios de oferta y demanda. Y ya. Y decisiones como esta las he seguido viendo continuamente. 

Esto va de más cosas: va de derechos, pero también va de beneficios de algunos, de inversiones millonarias, de quedarse unos con mucho y otros con nada

Veo cómo se sesgan los datos para darnos a entender lo que algunos quieren. Lo veo cada día. Y observo que se han establecido mecanismos muy perversos y se está pasando por encima de cosas que no me gustan. Y desconfío mucho de todo. Me tomo mi tiempo para tratar de analizar, de contrastar, de comprobar. Me estoy tomando tiempo, porque siento que todo ha ido demasiado rápido y hay flecos que no entiendo. Aplico, pues, el principio de prudencia. Tengo derecho a ello. Y es más: es uno de los principios de la medicina. 

Además de todo esto, puede que sencillamente haya tomado esta decisión porque no puedo inocularme esta vacuna. Porque hay muchas razones de salud, de contraindicaciones, que hacen que no me beneficie frente al riesgo que corro. No sé si cuando hacéis los comentarios que habéis hecho sobre si sentaros a cenar en Navidad con nosotros, por ejemplo, os habéis planteado que a veces es una cuestión de "no poder". 

Es triste que se haya querido criminalizar a una parte de la población de ser potencialmente peligrosa para el resto, a pesar de que la ciencia, esa nueva religión, ha confirmado desde todos sus frentes (oficialistas y críticos) que eso no es cierto. Una persona no vacunada no supone, en absoluto, un riesgo para nadie más que para, quizás, sí mismo. No podemos obviar a estas alturas que una persona inoculada puede tener las mismas posibilidades que otra no vacunada ante el virus de contraerlo y también de expandirlo. Depende, sobre todo, de su condición personal, de su estado de salud y de su respuesta inmune. 

Es terrible que se haya querido dar a entender que las personas no vacunadas colapsábamos los hospitales. Y más perverso todavía, que esto pudiera cabrearos porque "os quitábamos el sitio a los vacunados si las necesitabais". Es muy difícil digerir que se haya llegado a usar este argumento, dando por hecho que la decisión de no vacunarnos nos sitúa automáticamente por debajo de todos los demás en cuanto a derechos. Que paguemos nuestros impuestos no os parece motivo suficiente como para tener el mismo derecho que todos los demás contribuyentes. 

La sanidad es y debe ser universal: lo que implica que pagamos impuestos para garantizar que, entre todos, a nadie le falte absolutamente nada en cuestiones de salud. Vivir en un sistema que lo plantea así, créeme, es una bendición. Porque la salud es, posiblemente, lo más importante en la vida. Y tener garantizado que no habrá otra cosa por delante si la necesitas, es esencial. He observado cómo este virus ha traído de la mano debates terribles que cuestionan los pilares de nuestra sanidad pública. Os he visto aplaudir la limitación de los derechos universales sin pensar que es un argumento atroz. 

Contemplo cómo una pésima gestión no ha dejado de generar daños colaterales. Y todo ha pivotado en torno a unas vacunas que son, por lo menos, muy cuestionables, puesto que no cumplen con las grandes afirmaciones que se nos hicieron y prometieron al inicio: que cortarían la transmisión, que evitarían contagios, y casos graves y ucis. Ahora ya sabemos que ninguna de ellas lo son. Y además, están resultando ser en no pocos casos un serio problema por la cantidad de efectos adversos que se están reportando. 

Vemos que parece no haber nadie al volante cuando los inmunólogos tienen que salir a decir en las portadas de los medios oficiales que eso de las tres dosis en personas sanas, que no. Que pueden resultar contraproducentes y generar un cansancio en la respuesta inmune que ocasione daños. Pero el Ministerio de Sanidad aprueba las dosis de refuerzo. Qué quiere que te diga: estoy saturada de ver irregularidades por todas partes. De vivir preocupada. De tener conflictos con personas con las que yo no debería discutir. 

Te escribo para decirte que una persona no vacunada no es, per se, una irresponsable, insolidaria, o mercenaria. Somos personas que también formamos parte de esta realidad que estamos viviendo. Y además de tener derecho, puede que tengamos un criterio diferente al suyo. Que no tratamos de imponerle a usted nuestras ideas. Y por lo mismo tu no deberías aplaudir un sistema que pretenda imponernos las suyas, sobre todo porque no somos un peligro para nadie. Nadie es un peligro para nadie salvo las personas que sean irresponsables y no se preocupen por los demás. Y créeme: las personas que no nos hayamos vacunado no lo somos. Al menos no lo somos en mayor medida que quienes se vacunan. No olvides que la vacuna no exime de mantener todas las demás medidas de protección y puedo garantizarle que en demasiados casos he visto cómo las personas vacunadas se han relajado pensando que todos los demás están inmunizados y pensando que no podrían contagiar ni contagiarse.  Se nos quiere presentar como personas conspiranoicas, irresponsables, insolidarias, inconscientes o egoístas. 

Nadie es un peligro para nadie salvo las personas que sean irresponsables y no se preocupen por los demás

Te escribo para intentar hacerte reflexionar. Hay personas que conviven con usted que tienen un punto de vista legítimo y ni se las escucha, ni se les da voz, ni se les permite trabajar en algunos lugares, ni se les permite expresarse. Creo que no has querido verlo, pero también sé que no han querido que te llegara nuestro punto de vista.

Si has llegado hasta aquí, te doy las gracias. Últimamente, tengo la sensación de que hemos cerrado la comunicación y eso no nos beneficia.