Lo que más estremece del escándalo de la policía política, la llamada Brigada Patriótica, organizada desde el Ministerio del Interior para destruir adversarios políticos, es la sensación de impunidad de los responsables gubernamentales y de los policías implicados, dado el escaso interés que ha mostrado el Gobierno socialista y el Poder Judicial en desenmascarar la trama, y el silencio o la relegación del asunto practicado por los principales medios, sean afines o no tan cercanos al PP.

Han surgido nuevas y graves revelaciones sobre las actividades ilícitas sufragadas con dinero público del inspector jefe José Ángel Fuentes Gago, que actuaba a las órdenes de la cúpula policial durante el Gobierno del PP, con instrucciones del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y con conocimiento del presidente, Mariano Rajoy. Sin embargo, el inspector continúa ejerciendo de policía y cobrando incluso una condecoración retribuida, y, de momento, sus superiores, funcionarios y políticos, disfrutan de la vida como si nada. ¿Cómo es posible esto en una democracia tan proclamada? Quizás la hemeroteca nos ayude a comprenderlo.

Hay que remontarse al año 2012, que fue clave.

El mes de febrero de aquel año, Iñaki Urdangarin, yerno del jefe del Estado, es citado a declarar ante el juez por su implicación en un asunto de corrupción política, el caso Nóos.

En abril del mismo año, el rey Juan Carlos participa en una cacería de elefantes en Botsuana en compañía de su amante, Corinna Zu Sayn-Wittgenstein. El monarca sufre una caída que obliga a un traslado urgente y a una intervención quirúrgica. El incidente se convierte en un escándalo.

Los gastos suntuosos del monarca coincidían en el peor momento de la crisis financiera, con la economía española rozando la quiebra. La prima de riesgo española se desbocó hasta el máximo histórico, 638,42 puntos en julio.

Simultáneamente, en el partido que gobernaba España, el Partido Popular, le estallaban los casos de corrupción en todas partes donde gobernaba, desde el caso Palma Arena al caso Gürtel y unos cuantos más. La alternativa, el Partido Socialista, tampoco levantaba la cabeza, sin liderazgo, convaleciente de la derrota de 2011 y con el caso de corrupción de los ERE en Andalucía.

La Brigada Patriótica tenía como misión destruir dirigentes políticos soberanistas y de Podemos, que eran los que desafiaban el statu quo

Las protestas se generalizaron en toda España pero con dos formulaciones diferentes. De Madrid surge el movimiento 15-M que desafiaba al régimen bipartidista por la izquierda y desde Catalunya la insatisfacción genera un auge del soberanismo hasta el punto que el president Artur Mas, al negarse a Rajoy a negociar un nuevo pacto fiscal, convoca elecciones anticipadas e incorpora en su programa la convocatoria de un referéndum de autodeterminación.

La situación era, pues, explosiva. El Estado, el régimen político, hacía aguas por todas partes.

Cuando trascendió la guerra sucia contra ETA y toda la corrupción económica que la acompañaba con malversación sistemática de los fondos reservados, Juan Alberto Belloch, magistrado progresista que llegó a ministro del Interior con el encargo de limpiar las cloacas, advirtió contra la "mística antiterrorista", que consistía en utilizar el pretexto de la razón de Estado y la lucha contra ETA para justificar la barra libre con los fondos reservados y otras corrupciones. Es un planteamiento que parece repetido con el pretexto de defender la unidad de España y la monarquía.

La primera intervención conocida de la Brigada Patriótica estuvo dirigida contra el president Artur Mas. Una semana antes de las elecciones al Parlamento de 2012, se publicó un informe falso sobre evasión fiscal atribuida al presidente de la Generalitat. En aquellos comicios, CiU perdió 12 escaños, pero el Parlament registró una mayoría soberanista.

Los meses siguientes, la situación política y financiera de España no mejoró mucho y las protestas fueron creciendo. La popularidad de la institución monárquica cayó en picado y registró un 3,68 sobre 10 en la encuesta del CIS de abril de 2013.

Situados en el año 2014, los indignados del 15-M, que solían ondear la bandera republicana, deciden constituirse en partido político utilizando el color morado y las encuestas políticas anuncian un éxito alucinante de Podemos que rompería el régimen bipartidista. Incluso en algunos sondeos Podemos aparece como primer fuerza superando en estimación de voto a PP y PSOE.

Con Catalunya desafiando al Estado y Podemos amenazando al establishment político y financiero y reclamando un referéndum sobre monarquía o república, el Régimen da un golpe de timón. Abdica Juan Carlos I y Felipe de Borbón deviene jefe del Estado con un relevo poco celebrado.

Nadie está libre de pecado, por eso nadie tira la primera piedra. Y todo el mundo calla. Hay lo que hay, pero solo la verdad nos hará libres

De lo que se conoce hasta ahora, la Brigada Patriótica tenía como misión destruir dirigentes políticos soberanistas y de Podemos, que eran los que desafiaban el statu quo. Y como esto era en defensa del Rey y de la unidad de España, se les permitió aprovechar la ocasión para ganar algún dinerito extra haciendo otro tipo de servicios: espiar a Luis Bárcenas para neutralizarlo como bomba de relojería contra el PP, destruir a una jueza que había descubierto la corrupción de un ministro, trabajar para el banquero Francisco González en la guerra sucia financiera, elaborar dossieres de personas espiadas para chantajear, comprar periodistas, etc.

Lo que pasa es que los policías conocen la ley y saben cuando se la saltan y por qué. Y suelen ser prevenidos. Utilizan las llamadas "misiones patrióticas" para poder hacer las otras mejor remuneradas, pero lo graban todo por si acaso alguien les pide cuentas y deben advertir de que disponen de más munición contra el régimen que Podemos y los soberanistas juntos. Nadie está libre de pecado, por eso nadie tira la primera piedra. Y todo el mundo se calla. Hay lo que hay, pero solo la verdad nos hará libres.