¿Podemos ser independientes y no independientes al mismo tiempo? Desde el punto de vista de la lógica más elemental la respuesta es que no. Pero desde el punto de vista legal es otra cosa, ya ves. Que como la ley es una realidad paralela, se ve que sí, tú, que por ejemplo, puedes estar condenado a dos años de prisión y, de hecho, no estar condenado a dos años de prisión si la sentencia judicial queda en suspenso. El presidente Puigdemont, llamado también Carles el Sagaz, el pasado 10 de octubre buscó un poco de tiempo sirviéndose de esta argucia, un poco de tiempo solo para que no se diga que el independentismo no escucha, que el independentismo es un caballo desbocado, que el independentismo no sabe de leyes. Así que hemos llegado donde estamos como se ha podido y, de momento, hemos llegado vivos. Precisamente porque se ha rechazado la violencia, porque se es víctima. El independentismo tiene que recurrir a lo que puede o a lo que le dejan para que no le aplasten, quizás no es un movimiento tan fino y tan bien duchado como quisiera ser, ha cometido algunos errores, también es verdad, pero no se puede negar que está resultando bastante efectivo, bastante capaz de poner a España contra sus propias contradicciones y de evidenciar la baja calidad de su democracia. Nunca España había tenido que enfrentarse a un adversario sin utilizar la violencia de manera reiterada. Sin utilizar el garrote, lo cierto es que España pierde bastante. Y no se puede olvidar que la institución del Ejército, del glorioso Ejército español, hace siglos, desde Napoleón, que no gana ninguna guerra exterior y que se ha convertido en una institución que solo sirve para reprimir a los ciudadanos o para dar golpes de Estado. No es de extrañar, por tanto, que la prensa de Madrid hable del independentismo como de un pronunciamiento militar sin militares y sin haber pronunciado nada: este es su universo, pobrecitos. ¿O no se ha fijado que, cuando uno deambulaba por Madrid, todo son estatuas de sietemachos a caballo y calles con nombres de generales y almirantes? Y del mismo modo que un día esa misma prensa española dice que, por ejemplo, Artur Mas quiere la independencia para no ir a la cárcel, al día siguiente te dicen que el presidente Mas no quiere la independencia porque no es lo suficientemente valiente y, al final, se ha asustado de lo que estaba haciendo. Que el PDeCat nunca ha querido la independencia, que es una simple farol. Esto sí que son argumentos. La imposibilidad de tomar en serio el adversario es completa. Ayer mismo el periodista Antonio García Ferreras habló de la aplicación del artículo 155 como de la activación del botón nuclear. ¿No es una preciosidad de chico?

El día 10 de octubre había mucha gente ilusionada con la independencia, en el paseo de Lluís Companys, y en todo el mundo donde hay catalanes o amigos de Cataluña. Ahora no vendrá de unos días, pero ciertamente solo unos días porque el clamor popular en favor de la independencia no lo puede detener ningún político, aunque sea el presidente Puigdemont. Desde el advenimiento de la democracia española no había habido tanta expectación y, sin embargo, el independentismo está resultando el único cambio real, la única vez en que la oligarquía española, la oligarquía procedente del glorioso imperio español en el que nunca se ponía el sol, tiene serias posibilidades de perder la partida. El día 10 de octubre en los pasillos del Parlament alguien me preguntó si se debía arriar o no, con todos los honores, la bandera española, la infausta bandera de Carlos III, inspirada en la señal real de los condes de Barcelona, vaya, en lo que todo el mundo conoce como 'la senyera'. Como discípulo de Martí de Riquer, como apasionado de la heráldica y de la Edad Media, os lo diré muy claro: ¿Queréis hacer el favor de no distraeros, de no pensar en cosas que por ahora no son nada? Nunca habíamos tenido la independencia al alcance de los dedos. Y de momento, vamos ganando. Cuando la semana entrante los dos Jordis, Sánchez y Cuixart, sean acusados de sedición junto con el mayor Trapero verán como vuelven a cantar el Cara al sol y a pedir taxis. De momento, vamos ganando.

(Continuarà)