Asturias arde desde hace tres días. Más de cien focos, en distintos puntos del territorio asturiano, comenzaron a arder de manera coordinada y todavía hoy, intentan ser reducidos sin éxito. En Oviedo, un devastador fuego asola el monte Naranco, y ha amenazado en varios episodios con entrar en la ciudad. El presidente socialista, Barbón, habla de terrorismo y ha afirmado que "Asturias no arde, la queman". El viento no está ayudando a calmar el avance del fuego. Obviamente, contribuye a todo lo contrario: a extenderse y arrasar con uno de los paraísos de la Península Ibérica. El viento.

Quienes amamos Asturias contemplamos, con lágrimas, la barbarie. La impotencia de las gentes que abandonan sus casas, que ven arder los lugares donde no se entiende el fuego. Arde Valdés, en la zona occidental del principado. Me desgarra pensar en mi cuna, Luarca, lugar al que me une mi origen. Una zona donde el viento siempre está, acariciando y también golpeando sus acantilados. El viento. Todavía no tenemos datos de cuántas hectáreas han sido arrasadas, de cuántas viviendas se han destruido, establos, hórreos. Cientos de personas desalojadas que quieren regresar a unas casas, que desgraciadamente ya no existen.

Como señalaba, el presidente del principado lo tiene claro: los incendios han sido provocados y no ha dudado un momento en considerarlo terrorismo. Algo que resulta evidente para cualquiera que mire el mapa y entienda cómo se han iniciado estos focos y cómo avanzan. Evidente para cualquiera menos para el ministro del Interior, que desde una supuesta cautela y prudencia, ha aludido al cambio climático como probable origen de toda esta barbarie. Aunque hay una investigación abierta, Marlaska considera que esto se debe al clima, y es inevitable quedarse perpleja ante tal afirmación.

Unos incendios que se producen con el mismo patrón que los sufridos en Galicia en 2017. Afortunadamente en Asturias hay una diferencia, al menos de momento: que no ha habido víctimas mortales. Núñez Feijóo también habló entonces de terrorismo. Pero poco se supo, después de las investigaciones, de los responsables. En Galicia, como en Asturias, hay viento. Y quizás por eso podíamos leer recientemente sobre el "acelerón "exprés" a la eólica en Galicia: 84 parques más y 2.400 millones de inversión".

La modificación de la ley de montes, introducida a través de la ley 21/2015, introduce un cambio interesante: “con carácter excepcional” se podrá acordar un cambio de uso forestal cuando “concurran razones imperiosas de interés público de primer orden que deberán ser apreciadas mediante ley”, siempre y cuando se adopten medidas compensatorias para recuperar la superficie forestal quemada. Un apunte interesante que no está de más conocer.

Ya se imaginará usted que plantear dudas al respecto de lo que ocurre con la implantación de parques eólicos, de placas solares, y vincularlo a los incendios, se considera una "teoría de la conspiración". Porque así es como se zanjan los debates que jamás se producen, y porque es mucho mejor tachar de loco a cualquiera que se preocupe por observar y comprobar la evolución de los hechos. Es mucho más lógico pensar en que las cosas pasan por casualidad (o por el cambio climático).

Como la casualidad ha querido que, justamente el día en que Asturias arde sin consuelo, se apruebe una tramitación ambiental exprés para acelerar la instalación de energías renovables allí. La resolución aprobada por el Principado permitirá que las plantas de generación de energía y las líneas eléctricas puedan saltarse la consulta a los afectados, según indican los medios. La llegada de estas nuevas energías está suponiendo un verdadero problema para las zonas rurales. Para los campos destinados a la agricultura, para la ganadería y para los trabajadores de estas explotaciones. Porque se ha querido darle una "pátina" de dulzura al "ecologismo", cuando en realidad, la instalación de estas plantas de placas solares, lejos de cuidar el planeta, el medio ambiente, destruye áreas de producción, destroza las tierras, anula el sector agropecuario.

La llegada de empresas, sobre todo del norte de Europa, para crear campos de producción de energías renovables, es un hecho. No olvidemos aquella idea de Musk, que planteaba la idoneidad de España para cubrirla de placas solares y llenarla de molinos de viento. Una idea que fue inmediatamente respondida a través de las redes por el ministro correspondiente y también por el presidente del Gobierno, invitando al empresario multimillonario a hablar sobre el negocio.

Seguro que las modificaciones legislativas no tienen nada que ver con todo esto. Seguro que los incendios tampoco. Seguro que cuando Barbón habla de terrorismo, como hablaba Feijóo, es fruto de conspiración. Como la de quienes se preocupan por la falta de lluvias. Quienes se hacen preguntas por las estelas que cubren los cielos mientras las nubes de lluvia se esfuman (que seguro son vapor de agua, seguro que no tienen nada que ver con el cambio climático intencionado).

Plantear dudas, hacerse preguntas necesarias, vuelve a ser otra vez catalogado de "teoría de la conspiración". Y Sánchez advirtió hace unos días que no se puede consentir que nadie se ponga en fila, junto al Gobierno, sobre el cambio climático. A pesar de que haya expertos que señalen la acción del hombre como causa directa de las mayores catástrofes que estamos viendo. A pesar de que miremos cada día al cielo y veamos que algo no es como antes.

Seguro que todo esto son casualidades. Y si usted se hace preguntas, prepare su gorrito de papel albal, porque es usted un conspirador. O algo peor.