El principal responsable de conseguir que el Parlament apruebe los presupuestos es el president de la Generalitat y no los partidos de la oposición, como pretenden hacer ver ahora Esquerra Republicana y todo su aparato mediático. El Molt Honorable Pere Aragonès ha desatado una campaña por tierra, mar y aire, es decir, prensa, radio y televisión para presentar el apoyo a sus presupuestos como una especie de obligación moral y patriótica. Seguramente se aprobarán con el apoyo del PSC y los Comuns. Eso sí, más tarde de lo que se podría prever y de lo que convendría al país, precisamente por la fanfarronería que han demostrado Oriol Junqueras y el mismo president Aragonès haciéndose los desganados con los grupos políticos cuyo apoyo necesitan.

Cuando el Govern de Pere Aragonès solo tiene garantizado el apoyo de 33 diputados de 135, la humildad es imprescindible para articular una mayoría. Seguramente debieron pensar que con todos los sapos que se han tragado en el Congreso de los Diputados y el apoyo al Gobierno de PSOE y Unidas-Podemos, la contrapartida en el Parlament de Catalunya sería automática. Grave error. No se puede faltar al respecto a la gente que necesitas, en este caso el líder del PSC. ERC ha actuado como si Salvador Illa (y Jéssica Albiach) no tuvieran ninguna autonomía para decidir por ellos mismos. Todo hace prever una prolongación en el tiempo y un aumento del precio que tendrá que pagar ERC para tener los presupuestos aprobados. PSC y Comuns, que, al fin y al cabo, también son rivales electorales de ERC, no desperdiciarán la oportunidad para hacerse valer y pondrán en evidencia la mala salud —de hierro— del gobierno Aragonès. El president no tendrá más remedio que tragarse algunas de las exigencias socialistas más sonadas  y cuanto más tarde peor para él.

Después de que Oriol Junqueras menospreciara al PSC, el president Aragonès no tendrá más remedio que tragarse las propuestas más sonadas de los socialistas para tener presupuestos

Y, por cierto, ¿qué se ha hecho de Junts per Catalunya? Aragonès los echó del Govern con la intención de expulsarlos del escenario político y lo está consiguiendo, pero sobre todo gracias a Junts, que una vez fuera del Ejecutivo no sabe qué hacer y no hace nada. Y ERC lo aprovecha para hacer ver a la gente que Junts per Catalunya ya no es aquel partido que fundó Jordi Pujol, que influía y determinaba la gobernabilidad del país. Y además, quien se está quedando con el programa de Junts es el PSC, asumiendo las propuestas que hacen referencia a las infraestructuras y el progreso económico del país. Ampliación del aeropuerto, el Hard Rock, el Quart Cinturó...

¿Y qué se ha hecho de Junts? Los socialistas han asumido propuestas principales de JxCat sobre infraestructuras y progreso económico. Un acercamiento al PSC todavía se ve en JxCat como un crimen de lesa patria, pero la amistad no es un ingrediente necesario para la acción política y, en cambio, la acción política, la iniciativa, sí es algo imprescindible para un partido político que no quiera desaparecer.

Sin embargo, es en este ámbito, allí donde puede coincidir en cuestiones sectoriales con otros grupos, donde Junts per Catalunya podría tomar la iniciativa y poner en valor su ideario sectorial y sus 32 diputados. JxCat, PSC y el resto de grupos de la derecha suman mayoría en el Parlament y podrían imponerse en este y en otros aspectos fundamentales de los presupuestos. Son una mayoría alternativa y, al fin y al cabo, la ampliación del aeropuerto es de aquellos proyectos que interesan tanto a una parte de los independentistas como a una parte de los que no lo son, como ha puesto en evidencia todo el establishment, desde la patronal Foment del Treball hasta el Círculo de Economía pasando obviamente por La Vanguardia. ¿Establecer acuerdos sectoriales con el PSC? Preguntar no es ofender, pero algunos dirigentes de JxCat consultados sobre esta posibilidad sí que se han ofendido solo de planteárselo. Lo ven casi como un crimen de lesa patria. Las excepciones son Xavier Trias, que ya ha dicho que está dispuesto a gobernar la ciudad con el PSC, y Jaume Giró, que cuando era conseller ya hizo lo que correspondía, priorizar el acuerdo con el principal partido de la oposición. Eso se llama hacer política y al PSC también le interesa diversificar el abanico de alianzas posibles.

Es comprensible, pero también muy curioso, que JxCat no haya tenido ningún escrúpulo en tragarse todos los sapos cuando ha gobernado con ERC y pactado con Comuns contra su clientela electoral —subiendo impuestos, parando infraestructuras, y obstaculizando iniciativas de la sociedad civil— y ahora le dé tantos ascos a los acuerdos sectoriales con partidos unionistas en asuntos en los que coinciden. Ciertamente, PSC y PP han tenido un papel connivente con toda la represión del movimiento soberanista y, por lo tanto, difícilmente se podrán recuperar las amistades de otras épocas, pero la amistad no es un ingrediente necesario para la acción política y, en cambio, la acción política, la iniciativa, sí que es algo imprescindible para un partido político que no quiera desaparecer. Ahora mismo, JxCat es el partido más solitario del Parlament. No tiene suficiente fuerza para llevar a cabo su proyecto y, por lo tanto, más tarde o más temprano, digan lo que digan ahora sus dirigentes, necesitará establecer las alianzas políticas y sociales, las que hagan falta, para conseguirlo... y para seguir existiendo. Arrinconados en el Parlament, lloriqueando por el nuevo tripartit y silenciados a los medios, la travesía del desierto puede volverse agónica.