El caso del pederasta que actuó en los maristas del barrio de las Corts de Barcelona vuelve a ser uno de aquellos temas donde el periodismo tiene que ser delicadamente escrupuloso. Es tan sencillo (y tant goloso) pisar la línea roja...

La primera pregunta a hacernos es: ¿hay que entrevistar a un pederasta? Un pederasta que todavía no ha declarado ante la justicia, por cierto. Pues mire, no lo sé. Depende del enfoque. Hay entrevistas y entrevistas. A mí, así de entrada, como lector, una entrevista a un pederasta me provoca mucha prevención y, como periodista, no la haría. Pero no sé si tengo muchos argumentos sólidos para discutirlo con quién cree que es interesante y que la exposición pública del caso puede ayudar a que este tipo de hechos tan sórdidos salgan de la oscuridad. Y aquí vamos a parar a la segunda pregunta.

La entrevista que hizo Maria Jesús Ibàñez al pederasta en El Periódico, ¿aporta alguna cosa? Bien, la primera y fundamental es que yo he escrito la palabra pederasta sin poner el "presunto" porque él reconoce los hechos. Y también aporta saber que este individuo se tuvo que marchar de la escuela por un caso de abusos que no tiene relación con el que hemos conocido ahora y que lo ha destapado todo (por lo tanto, ya serían dos). Y aporta que existió un acuerdo para que se marchara del centro sin hacer ruido y un posterior pacto de silencio (por lo tanto, la escuela lo sabía) y que, fruto de esto, durante cuatro años nadie ha impedido que esta persona haya podido seguir trabajando con niños. Es la famosa frase con la que recibe a los periodistas: "Pensaba que todo eso se sabría antes, que no tardarían tanto".

Gracias a posteriores investigaciones de Jesús G. Albalat y Guillem Sánchez también hemos sabido que un alumno envió en el 2010 varios correos electrónicos a la dirección de la escuela denunciando abusos (por lo tanto, ya tenemos tres casos confirmados) y que el pederasta fue monitor de actividades deportivas con adolescentes en al menos tres municipios del Empordà. Y eso sin haber conseguido la entrevista, no lo sabríamos.

Pero de la misma manera que esta información es relevante de cara a averiguar responsabilidades, airear la mierda que acompaña los hechos, comprobar las complicidades existentes y darnos cuenta de los graves errores que sufre el sistema a la hora de que la sociedad nos proteja de personajes como este, también podríamos estar ante una entrevista ventilador usada como estrategia de defensa: sí, soy culpable, pero ellos lo permitieron y callaron.

Tercera pregunta: ¿recuerda las colas aquellas para conseguir un certificado de penales y que fueron noticia hace tres semanas? (por cierto, el tema ha desaparecido totalmente de la actualidad). Un certificado que servirá a las personas que trabajan con menores para demostrar que no tienen antecedentes por pederastia. Pues bien, este caso demuestra la inutilidad del requisito: si las escuelas pactan silencios y los casos no acaban ante la justicia, ¿de qué narices de antecedentes penales estamos hablando?

Y la cuarta pregunta se la hacía la periodista Maika Navarro en Twitter: ¿habría sido muy diferente la reacción social y mediática si la entrevista al pederasta, en vez de hacerla El Periódico, la hubieran hecho Ana Rosa o Josep Cuní? La respuesta la tengo clara, esta sí. El problema no son las personas sino las preguntas. Si hurgas en el sensacionalismo y el espectáculo buscando unos puntos más de audiencia, te lanzas de cabeza a la alberca del estiércol. Y esta es la fina y golosa línea roja.