Pedro Sánchez no es el primer dirigente europeo que se encuentra bloqueado por un conflicto secesionista de primer orden. Tuvo que encarar también el gran estadista británico del último tercio del siglo XIX William Gladstone. La repentina irrupción electoral de los home-rulers de Parnell, con más de ochenta diputados nacionalistas irlandeses en el Parlamento de Westminster, lo obligó a reaccionar con contundencia. Y lo hizo como un auténtico hombre de estado, la antítesis de lo que es hoy Pedro Sánchez.

A pesar de todo, y como no es de extrañar, Gladstone de entrada sucumbió a la tentación represora al estallarle el conflicto durante su segunda legislatura como primer ministro. Cuando una parte del movimiento irlandés –los llamados Invincibles– respondió a la represión británica con el asesinato de los dos principales representantes del poder británico en Irlanda en Phoenix Park, Gladstone introdujo una Ley penal que pretendía acabar con el movimiento. Con lo que no contaba es que esta represión tuviera un efecto bumerán. Hizo disparar todavía más el apoyo a Charles Stewart Parnell, que guiaba un programa nacionalista contrario a la discriminación de los católicos (a pesar de ser protestante él mismo) y a los desahucios rurales.

En poco tiempo el liberal Gladstone cambió de política y dio un giro de ciento ochenta grados para adaptarse a la nueva situación. Vio que si no concedía autonomía política a los irlandeses, el problema todavía se agravaría más. Ya el año 1886 (significativamente, el año del primer gran acto de cariz independentista en Catalunya) se volcó en la introducción de una ley del Hombre Rule que buscaba de conferir un Parlamento autónomo a los irlandeses. El proyecto no cuajó por culpa de los votos contrarios de los unionistas de su propio partido. Incluso perdió las siguientes elecciones por culpa de la eventual huida de aquellos diputados a los renglones conservadores. Sin embargo, cuando volvió a presidir el gobierno, persistió con la Ley consiguiendo que lo aprobara la Cámara de los Comunes, pero no la de los Lores, cosa que comportó su dimisión final el año 1894.

Se podría ver Gladstone como un intento fallido de resolver el tema irlandés. Pero lo cierto es que fue el instigador de dinámicas que, a la larga, permitirían al pueblo irlandés recuperar su autonomía, primero, y su Estado independiente posteriormente. Seguramente algún unionista podría reprocharle que fue él quien abrió la puerta al Free State de los años 20. ¿Pero no haría mejor en considerar si la larga resistencia del unionismo británico en la autonomía irlandesa no fue realmente el elemento que empujó a los irlandeses a querer ser independientes? Ciertamente, un escenario no tan diferente al auge independentista provocado en Catalunya por la sentencia contra el Estatuto del 2010.

A la luz comparativa de Gladstone, ¿qué ideas nos suscita la actuación de Sánchez hoy? Oscuridad. Intransigencia. Incomprensión. Nacionalismo de estado. Autoritarismo. Abuso de la ley para combatir la democracia. Ciertamente, ante la crisis catalana, Sánchez ha mostrado por activa y pasiva que no es el hombre de estado que requeriría un momento como el actual. Tampoco puede culpar de su predicamento la intolerante y neofranquista deriva que ha tomado la actual España porque él mismo ha colaborado plenamente a promoverla. Eso lo hemos podido ver en el funeral de Estado de facto de Franco y en la ratificación del ducado a perpetuidad para sus familiares, tal como él los autorizó. O en el rocambolesco hecho de que una ministra suya tildara al profeta de los "puños y las pistolas", José Antonio Primo de Rivera, como "víctima". O, finalmente, en la supresión del federalismo y la plurinacionalidad del Estado del programa del PSOE más centralista desde la muerte de Franco.

El Estado acabará pagando caro su desesperado intento por salvar el caduco régimen del 78

Ciertamente, las cosas no han cambiado desde aquella España ultranacionalista de 1919 cuando los partidos catalanes primero exigieron un Estatuto y acabaron siendo víctimas de una agresividad política de proporciones bíblicas. Hoy España vuelve a encontrarse en esta tesitura porque la Constitución, lejos de garantizar la libertad y los derechos de los catalanes, ha creado un ambiente penitenciario irrespirable tal como predijo que haría la añorada Patrícia Gabancho hace cuarenta y un años en los debates sobre la Constitución que disputaba con el futuro abogado de la Infanta Cristina.

Quizás el que acabará condenando la ridícula figura de Sánchez es su suicida renuncia a hacer de hombre de estado. Al contrario que Gladstone, ha optado por ejercer de azote|lacra de los opositores rebeldes. Delante de la fulminante hegemonització del independentismo dentro de la sociedad catalana, ha optado por el insulto tildándonos de "supuesto pueblo" y Torra de violento. Ha mentido sobre el episodio del Hospital de Sant Pau, haciendo un ridículo absoluto. Ha optado por criminalizarnos premiando a los policías que nos han pegado. Ha optado por liquidar al PSC, confirmando en frente la cada vez más patética figura de Miquel Iceta. Ha optado por hacer los peores nombramientos posibles de cara a una ya imposible reconciliación (Borrell, Cunillera, Grande Marlaska, Zaragoza) y se ha acomodado a calentar el mismo clima catalanofóbico que el que creaban los partidos dinásticos hace cien años. Lo cual nos confirma que, en España, la política con mayúsculas sigue siendo la grande ausente y que el nacionalismo autoritario transversal de inspiración franquista es la única moneda en curso.

La conclusión a la cual inevitablemente se llega, como apunta Jordi Barbeta, es que el Estado acabará pagando caro su desesperado intento por salvar el caduco régimen del 78. Lo pagará no solamente con la independencia de Catalunya y el descrédito internacional sino corriendo el "riesgo" de despertar la España republicana. Esta posibilidad cada día gana verosimilitud atendida la crisis que se acerca, la baja popularidad de Felip de Borbó y la escasa confianza en que genera el sistema judicial y político español.

Lo que pretende hacer en democracia el presidente a Sánchez –desde un profundo menosprecio a lo que representa hoy Catalunya– es inviable. Y es lo que finalmente nos hará ganar como hizo ganar en Irlanda el tozudo colonialismo británico que Gladstone intentaba combatir, tal como describió con pasión en los diarios de la época el padre del independentismo catalán, Josep Narcís Roca i Ferreras.