Se van acabando las excusas y las coartadas. Al sistema político español se le agota el surtido de justificantes y pretextos. Ya no está Mariano Rajoy, quien, pese a sus esfuerzos, acabó padeciendo el “síndrome Zapatero” y todo terminó siendo culpa suya. Ya tenemos gobiernos efectivos y dos presidentes que no han ocultado nada en sus discursos. Sólo quien quiera escuchar lo que le gustaría, y no lo que realmente han dicho, podrá alegar que no se les ha entendido con claridad...

El president Torra ha pedido y ofrecido diálogo pero no para la rendición ni la capitulación, como si el 155 les hubiera quitado la razón y hubiese sido una victoria de otros, sino para la búsqueda de soluciones políticas. El presidente Sánchez ha ofrecido diálogo en los límites de la firmeza constitucional que necesita para resistir la presión que van a ejercer el Partido Popular y Ciudadanos y el discurso federal que el PSOE pueda asumir sin romperse. Las posiciones están donde estaban aunque con mejor talante y con mejores maneras. Es un progreso.

Ambos presidentes han conformado sus ejecutivos con razonable discrecionalidad e independencia. Ambos gobiernos están en plenitud de condiciones y capacidades. Se ha recuperado eso que muchos llaman la “normalidad democrática”. Ya estamos todos dentro de la ley. Ya podemos volver a hablar de todo porque España es ese lugar donde se puede hablar de todo pero siempre dentro de la ley, como se suele repetir en los foros políticos y mediáticos de la capital de Estado.

Ahora toca reconstruir los instrumentos y los espacios institucionales para que ese diálogo pase del susurro a la conversación y de ahí a la negociación política

El diálogo sólo es un instrumento, no constituye una solución. Haber roto el cordón sanitario que el PP había impuesto entorno a los nacionalistas y que solo los populares podían atravesar cuando le venía en gana, ha sentado las condiciones para empezar a hablar. Ahora toca reconstruir los instrumentos y los espacios institucionales para que ese diálogo pase del susurro a la conversación y de ahí a la negociación política.

Hay una mayoría social en Catalunya que se siente nación y quiere verse reconocida como tal. No son un suflé, ni una agrupación de catalanes temporalmente cabreados con España, con el PP o con Rajoy, tampoco ciudadanos poco informados o manipulables a quien se ha engañado prometiendo el nirvana de la independencia como salida para la crisis. Algún día habrá que empezar a hablar de ello sin ponerse melodramáticos.

Levantar el control de la cuentas es un gesto que debe apreciarse en lo que vale. La ministra de Administraciones Públicas, Meritxell Batet, se ha comprometido a hablar y escuchar, pero de hacer caso no ha dicho nada. A Marta Pascal le suena bien la música del discurso de Sánchez, pero tampoco ha dicho nada de ponerse a cantar y bailar. Paso a paso. Sin olvidar que sigue pasando el tiempo y acabamos la semana con las terribles imágenes del preso Oriol Junqueras, meses en prisión sin juicio ni condena, perseguido al mejor estilo paparazzi mientras pasa la fregona por los pasillos de la cárcel; una vergüenza insoportable para una democracia europea del siglo XXI.