El president Torra quería recuperar fuerza ante los sectores independentistas que le abuchearon, para su sorpresa y desconcierto, en el aniversario del 1-O y ha acabado dándose un ultimátum a sí mismo.

JxCat quería meter en un brete a sus socios de ERC y subrayar su supuesta sumisión al juez Llanera y al Estado, frente a su épica resistencia a aceptar la suspensión de sus diputados, aunque fuera con una solución digna e inteligente. Pero han acabado destapando una burda maniobra que tiene un único objetivo y propósito: desgastar y, si es posible, eliminar a un hipotético competidor electoral con posibilidades en unas catalanas, el presidente del Parlament, Roger Torrent.

Sin emplear un solo gramo de energía y sin el menor esfuerzo la derecha española ha visto como se desgastaba el nacionalismo catalán, mientras los radicales les daban con entusiasmo las imágenes que necesitaban y andaban buscando desesperadamente, para contraprogramar las secuencias de las cargas policiales del 1-O. Estos son los resultados de una semana que arroja una conclusión obvia: Junts per Catalunya ha conseguido trasladar sus problemas internos al conjunto del independentismo. Sus dilemas y luchas internas entre Puigdemont y lo que quede del PDeCAT ahora se socializan como un problema colectivo para el nacionalismo catalán.

Exigir un referéndum pactado para congraciarte con quienes te increpan porque no declaras la república prometida es como darle arena a quien sale del desierto: solo le vale que le des agua

Es humano que el president Torra cometiera la imprudencia y la temeridad de emplazar a Pedro Sánchez a ofrecer un referéndum pactado, vinculante e internacionalmente reconocido, buscando consuelo tras el trago de los gritos contra su persona. Pero eso solo humaniza el error, no lo arregla. Exigir un referéndum pactado para congraciarte con quienes te increpan porque no declaras la república prometida es como darle arena a quien sale del desierto: solo le vale que le des agua. A ERC la obligas a aguantar otra vez por sentido de país y a tu interlocutor lo pones ante un camino sin salida. Solo le viene bien a la derecha española.

Las maniobras orquestales en la oscuridad de JxCat ni siquiera tienen la excusa del error humano. Se trata de una jugada que solo tiene como propósito eliminar a un competidor por el liderazgo de los tuyos y que, de puro torpe, puede acabar logrando el efecto contrario y reforzar la imagen del presidente del Parlament. No solo no ayuda a la causa independentista sino que le da hecho el discurso a Inés Arrimadas y Pablo Casado y, por el mismo precio, descubre que vas de farol cuando amagas con estar dispuesto a asumir el coste de forzar un adelanto electoral, en Catalunya o en España. La única buena noticia para el independentismo es que siempre les quedará Inés Arrimadas, siempre dispuesta a arreglarles el día haciendo alguna tontería ridícula, como esa bandera-muleta para torear en el pleno del Parlament.