Se veía venir. Ya no estamos asistiendo a la gestión de un conflicto político. Ni debate, ni deliberación, ni negociación; todo se pretende resolver a base de apuestas, cambios de cartas y faroles. Somos testigos de una partida de póker entre dos jugadores dispuestos a ganar como sea. Ya da igual qué está en juego o cómo puede acabar la partida. Lo único que cuenta es la siguiente jugada. Estar listo para contestar con rapidez a la apuesta del oponente y subirla lo más posible. Si el Govern decide, el gobierno español recurre, a veces incluso antes de que haya algo que recurrir. Si el Govern no decide, el gobierno le manda al Ministerio de Hacienda o la Guardia Civil a ejecutar interrogatorios masivos en modo precrimen. La espiral de surrealismo, policial judicial y administrativo promete no tener fin entre los calores de agosto.

A ninguno parece importarle demasiado el enorme coste institucional que acarrea tanta facilidad para la apuesta y tanto gusto por farol. Al Govern no parece preocuparle convertir sus ceses, nombramientos y dimisiones en un reality show diario, o llevar al extremo la resistencia parlamentaria para sacar adelante una reforma reglamentaria que convierte al Parlament en un negociado exprés de lo que diga la mayoría.

El gobierno de Mariano Rajoy resulta aún más pródigo a la hora de despilfarrar el capital de unas instituciones que deberían estar al servicio de todos

El gobierno de Mariano Rajoy resulta aún más pródigo a la hora de despilfarrar el capital de unas instituciones que deberían estar al servicio de todos, no del gobierno de turno. No le importa dar la apariencia de que el Tribunal Constitucional o el Consejo de Estado se limitan a firmar sentencias y autos predictados desde el ejecutivo, o utilizar al Ministerio de Hacienda o a la Guardia Civil como payasos de feria en una verbena de distracción para enterrar bajo un ruido insoportable la declaración del testigo Rajoy.

No es equidistancia. Es la cruda realidad. A la hora de apropiarse de las instituciones para comprometerlas en una utilización estrictamente partidista estamos ante un duelo de titanes. No me pidan que elija.