Seguramente hay muchos aspectos criticables en la estrategia y en el diseño del nuevo Govern de Carles Puigdemont; más allá de esa parodia insoportable que se hace desde el foro pretendiendo presentarlo como una mezcla de ninjas, kamikazes y bonzos dispuestos al sacrificio, la cárcel, el exilio o la hoguera; un esperpento sólo comparable a las contorsiones que ejecutan los mismos actores que ven en el referéndum catalán un delito, mientras divisan gozosos una avalancha democrática en la consulta sin censo o garantías de la oposición venezolana.

Las formas podrían haberse cuidado un poco más, evitando una absurda crisis en dos entregas que facilita el argumentario para presentarla como una purga y, tras varios intentos frustrados, poder meter, al fin, a Venezuela de por medio y al locuaz Nicolás Maduro de propina. Tampoco parece inteligente o prudente poner a un hooligan tuitero al frente de los Mossos d'Esquadra. Definitivamente no se antoja la mejor de las ideas caer en el juego de policías y criminales diseñado por el gobierno central para convertir un asunto de calado democrático como el referéndum catalán en una cuestión procesal, administrativa y, en el peor de los casos, penal.

Puede que el mayor de todos los errores se halle en el diseño y concepción de un Govern que parece nacido para perder

Hacer anuncios de otros anuncios, jugar al gato y al ratón con las urnas o dar ruedas de prensa para desvelar a la opinión pública que tus planes son secretos y no los vas a revelar, tiene un beneficiario principal: Mariano Rajoy y su estrategia. Sólo así se puede explicar que a casi nadie le llame la atención que cinco guardias civiles acudan a la Generalitat a pedir un libro de visitas, o que el mismo Tribunal de Cuentas que ni olió los casos de corrupción que hoy nos asombran, o ha sido condenado por tener el nepotismo entre sus mejores prácticas para la selección de personal, se embarque en el sinsentido de reclamarle millones de euros a Artur Mas por el 9-N.

Aunque puede que el mayor de todos los errores se halle en el diseño y concepción de un Govern que parece nacido para perder, como la estrategia que lo sustenta. Luce y se comporta como un ejecutivo hecho para explicar la derrota.

Parece un Govern pensado para embarcarse en una guerra absurda de tretas y trucos procesales o administrativos

Lejos de ser un Govern pensado para jugar al ataque desde la lógica democrática, contraponiendo la transparencia y los principios democráticos a los avisos de Moncloa o la confirmación parlamentaria de que el PP ha usado una policía política contra sus adversarios, parece pensado para embarcarse en una guerra absurda de tretas y trucos procesales o administrativos que sólo provocará entre la mayoría cansancio y hastío, los dos aliados favoritos de Rajoy para resolver los problemas.

Lejos de presentarse como un Govern diseñado para ampliar las complicidades y alianzas en la sociedad civil, parece un ejecutivo construido para poder justificar cuanto vaya a pasar ante los suyos. Lejos de parecer ese Govern que, desde la solvencia de sus principios y la claridad de sus actuaciones, pueda preguntar al gobierno y al conjunto de las fuerzas políticas españolas qué salida, aparte de la protesta civil, le dejan a los millones de catalanes que quieren votar y decidir sobre su futuro con España, va tomando la forma de un personaje construido para relatar por qué no pudieron o no les dejaron hacer lo que querían y prometieron que harían.