Como esperábamos en estas mismas páginas la semana pasada, la espiral de absurdo jurídico iniciada por el juez Pablo Llarena en el Tribunal Supremo con su concepción perfectamente elástica de la violencia para encajar, costase lo que costase, el delito de rebelión no ha contado con el respaldo del Tribunal Superior de Schleswig-Holstein, que es alemán y no está en el negocio de salvar a España con el derecho penal.

Es el primero. Alemania parecía, en teoría, el territorio más comprensivo con las extraviadas tesis del juez instructor. No parece que vayan a venir mejores noticias desde Bélgica o desde Escocia. Queda la duda de comprobar si el tribunal alemán validará o no el encaje a martillazos, como un delito de corrupción, de una malversación negada en sede parlamentaria por el propio presidente del gobierno español, Mariano Rajoy.

Alemania lo cambia todo. La primera consecuencia ha sido que se ha roto la espiral de silencio que se imponía en todo cuanto tenga que ver con Catalunya. Ahora ya media España sabía que esto iba a pasar y nunca entendió que se procesara por rebelión cuando, de haber algo, sería en todo caso un delito de desobediencia.

La estrategia procesal del juez instructor del Supremo ha quedado herida de muerte

Lo único que se interpone ahora mismo entre Carles Puigdemont y la presidencia de la Generalitat es el tiempo que se tome la magistratura alemana para decidir si lo extradita o no. Si lo entrega, nada ni nadie podrán impedirle presentar y defender su candidatura presencialmente, en uso pleno de sus derechos políticos. Resulta del todo imposible que se le aplique la prisión preventiva únicamente por un presunto delito de malversación.

Igualmente la salida de la cárcel de Oriol Junquera y el resto de los encarcelados podría ser cuestión de días o semanas. La estrategia procesal del juez instructor del Supremo ha quedado herida de muerte. No le va a quedar más remedio que reformar su auto de procesamiento, rebajar los tipos penales y suavizar las medidas cautelares. La supuesta opción de retirar la euroorden porque no le han dado la razón solo se entiende si, a la justicia española y al propio juez, no le importa realmente hacer aún más el ridículo.

Con todos en la calle y el candidato Puigdemont libre para defender su candidatura, al independentismo no le va a quedar otra que resolver la elección que lleva demorando desde diciembre: qué va primero, recuperar el autogobierno para reiniciar la estrategia o seguir por la vía unilateral hasta forzar la negociación. Ahora sí que ha empezado a correr el reloj de verdad.