En la última edición de Fitur, en Madrid, se tomaba una fotografía llamada a ser histórica aunque no lo pareciera en aquel momento. En la misma posan con sonrisa de triunfadores el entonces presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, con los presupuestos encarrilados y convencido de que podría acabar la legislatura, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, estrella emergente en las quinielas sucesorias del Partido Popular, y el Rey del cachopo, Cesar Román, emprendedor de éxito y franquiciador compulsivo de una marca que había hecho del rebozado asturiano su emblema. Nada ni nadie parecía poder interponerse en su camino. Era la España del cachopo saliendo ambiciosa de la crisis en todo su esplendor.

Hoy, apenas unos meses después, Mariano Rajoy ya no es presidente y pasa sus días como cachazudo registrador de la propiedad en Madrid, seguramente contemplando divertido cómo, cada día, son más quienes descubren que él no era el problema y que la derecha española es el problema. Cristina Cifuentes se hace selfies turísticos huyendo de sí misma por media Europa, mientras un día pide el reingreso como funcionaria o al siguiente especula con un fichaje empresarial internacional. Al Rey del cachopo acaban de detenerlo en Zaragoza, sospechoso del asesinato y descuartizamiento de su novia; ya no es un emprendedor inspirador sino un exfalangista con un largo historial de engaños y estafas a sus espaldas.

Los presupuestos de Rajoy son el único elemento inalterable en esa España del cachopo donde las apariencias engañan y cuando menos te lo esperas, quien menos te lo esperas, te la mete doblada

Ya nadie está en su sitio y, para muchos, aquella imagen en Fitur se ha convertido en una metáfora de la volatilidad y la velocidad que preside la vida pública en la España del cachopo, donde ni es oro todo lo que reluce, ni muchas cosas no son lo que parecen.

A mí, por el contrario, me llama más la atención lo único que aún sigue en su sitio de aquella instantánea: los presupuestos de Rajoy, convertidos en el único elemento inalterable en esa España del cachopo donde las apariencias engañan y cuando menos te lo esperas, quién menos te lo esperas, te la mete doblada.

Gracias a esos presupuestos gobierna hoy Pedro Sánchez y gracias a ellos podrá seguir gobernando con un ejecutivo que no puede aprobar sus propias cuentas para 2019 pero sí anunciar el fin del diésel y la gasolina para 2050. Gracias a esos presupuestos el poderoso estado español puede seguir funcionando, mientras se tambalea chantajeado por esa precuela del Torrente de Santiago Segura que encarna el comisario Villarejo. Gracias a esos presupuestos la política puede pararse porque hay elecciones en Andalucía y la derecha tiene que decidir quién se pone primero y la izquierda si está en condiciones de ganar unas generales. Los últimos presupuestos de Rajoy se han convertido en el mayor factor estabilizador de la política española, el verdadero sustento de la España del cachopo; he ahí la mayor paradoja de aquella entrañable fotografía en Fitur.