Todo sigue fluyendo. Las negociaciones entre ERC y el PSOE van tan mal que, los múltiples oteadores y vigías enviados por la pléyade de actores mediáticos, económicos y políticos que rezan todas las noches a santa Rita para que el pacto se frustre, sólo han podido informar que el gran debate se centra en si se inviste antes o después de Navidad y en unas declaraciones inoportunas de Pedro Sánchez en plan "nos llevamos muy bien y dentro de nada nos mudamos a un pisito dentro de la Constitución" demostrando que seguramente supone un gran acierto por su parte haber aprendido del gran Mariano Rajoy y aceptar que muchas veces está mejor callado.

Para escándalo de la mayoría de quienes ayer se arrejuntaron en la Carrera de San Jerónimo para festejar a la Constitución, parece claro que del hipotético acuerdo y de la investidura saldrá un proceso de negociación política en y con Catalunya. Sólo el Cielo sabe cuál será el final de tal proceso pero esperemos que siquiera impulse una reforma constitucional que, al menos, impida que alguien pueda calificar de constitucionalista a la derecha extrema sin que se le caiga la cara de vergüenza.

Quedarse fuera de un hipotético proceso de negociación implica un riesgo muy alto de iniciar el inexorable camino sin retorno hacia la irrelevancia

En el universo neoconvergente lo intuyen y les asaltan las dudas. Tras sermonear durante semanas a los republicanos por sentarse siquiera a escuchar a los socialistas sin tener ya apalabrada la independencia, ahí tenemos a Laura Borràs saliendo encantada de su primera reunión y desvelándonos el guion de unas conversaciones donde, por supuesto, se puede hablar de todo. A lo mejor en JxCAT aumentan las dudas sobre qué votar en la investidura y harían bien en pensarlo con calma.

Si hay acuerdo, se produce la investidura y se abren negociaciones que bien podrían acabar en una votación ciudadana, ya no estará tan claro el rédito electoral de quedarse fuera en unas elecciones catalanas que, seguramente, se celebrarán en el arranque de tales conversaciones; siempre llenos de buenos deseos y grandes esperanzas. La mayoría vota lo que es útil, no vota para quedarse al margen. 

En un escenario de pacto y negociación los costes de votar en negativo se disparan exponencialmente. Conviene recordar que, a diferencia de Esquerra, los votos y abstenciones de JxCAT no son necesarios, ni para sacar adelante la investidura, ni tampoco para la gobernabilidad. Quedarse fuera de un hipotético proceso de negociación implica un riesgo muy alto de iniciar el inexorable camino sin retorno hacia la irrelevancia.

Además, una cosa es ponerse chulo en las redes y en las radios asegurando que no hay ningún problema en votar con la ultraderecha porque la gente entiende la diferencia y otra cosa es votar lo mismo que la derecha extrema. Para que no tiemble el pulso hay que ser del PP o de Cs. Que se lo pregunten a la CUP, que llevan semanas anunciando muy decididas que votarán en contra sin tener en cuenta quién más lo haga y esta misma semana se escandalizaban porque Vox haya entrado en la mesa de Parlamento mientras acusaba a los demás de permitirlo votando con ellos.