El acto de toma de posesión del president Puigdemont pasará a las hemerotecas por dos motivos. El primero, por haber utilizado una fórmula nueva a la hora de prometer el cargo que, ha dicho, desempeñará "con fidelidad a la voluntad del pueblo de Catalunya representada por el Parlament". Estas pocas palabras condensan el cambio de paradigma en la política catalana, ya que, de acuerdo con la legislación española vigente, en todos los actos de toma de posesión de cargos en la Administración, quien haya de dar posesión formulará al designado una pregunta que incluirá la lealtad al Rey y guardar y hacer guardar la Constitución. Así lo habían hecho todos los presidentes de la Generalitat en la época moderna. En esta ocasión no ha sido así, pese a las advertencias que horas antes había formulado el ministro de Justicia , Rafael Catalá.

En segundo lugar, las hemerotecas guardarán la dura acusación a los diferentes gobiernos del Estado de "ahogar y humillar a Catalunya". Ahogar financieramente y humillar políticamente. Estos dos verbos le sirvieron al ya president como explicación del proceso político iniciado en Catalunya. Ratificó su apuesta independentista, aunque aseguró que no la llevaría a cabo de cualquier manera, frase que puede ser entendida como un deseo de hacerlo bien antes que deprisa y no sentirse forzado por los calendarios cuando surjan problemas.

Pero, sin duda, el momento políticamente más tenso y el más simbólico del acto para muchos de los asistentes fue cuando el presidente saliente, Artur Mas, dijo que él sí que agradecía a todos los "servicios prestados" y "a todo el mundo", subrayó, en respuesta al Real Decreto de cese firmado por Felipe VI y el presidente del gobierno. La omisión de una fórmula que siempre se utiliza y que explícitamente ha querido obviarse en el caso del president Mas provocó la ovación más larga de la noche, mientras los representantes del Estado permanecían sin aplaudir en su sitio. Mas se va y llega Puigdemont. Por lo visto hasta ahora, dos estilos, pero el mismo objetivo.