Patxi López, el nuevo presidente del Congreso de los Diputados, puede considerarse una persona afortunada. Diputado durante muchos años en el Parlamento vasco, tuvo la posibilidad de ser escogido lehendakari en marzo del 2009 después de haber perdido las elecciones que ganó el Partido Nacionalista Vasco. La suma de los diputados socialistas, que quedaron segundos, y el PP, que ocupó la tercera posición, impidió la reelección del nacionalista Juan José Ibarretxe, que había mantenido un duro pulso con el Estado. También contribuyó a la elección de López la ilegalización de la izquierda abertzale, que no pudo concurrir a las elecciones y pidió a sus simpatizantes un voto nulo. La suma de votos del PNV y del sufargio nulo hubiera permitido a Ibarretxe retener la lehendakaritza. Pero no fue así.

La alegría de Patxi López y de los socialistas vascos duró hasta diciembre del 2011, cuando el PNV recuperó el cargo de lehendakari para Iñigo Urkullu, que aún lo ocupa en la actualidad. Ayer, a López le volvió a sonreír la fortuna. Por primera vez, el cargo del presidente del Congreso recae en el partido que no ha ganado las elecciones generales, en este caso las del pasado 20 de diciembre. El PSOE fue segundo en el resultado global y el PSE quedó como tercera fuerza política en Euskadi, detrás del PNV y de Podemos. Patxi López arrancó el único escaño socialista por Vizcaya. De una manera menos trascendente que en el 2009, el PP con su abstención en la elección de presidente del Congreso también le ha ayudado. Bien podría ser el Poulidor (por el ciclista francés Raymond Poulidor, un deportista bonachón de los años setenta con un currículum deportivo por el que era considerado el eterno segundón).

Patxi López, un socialista muy cercano al PP, tiene la misión de facilitar un acuerdo entre populares y socialistas, algo hoy más que difícil. Pedro Sánchez resiste el #pressingSánchez aunque las principales figuras del PSOE aún no han empleado toda su fuerza frente al secretario general. Se avecina una batalla tan interesante como difícil en la que no hay que descartar ninguna hipótesis. Ni la celebración de unas nuevas elecciones generales.