Si nos atenemos a las palabras del president de la Generalitat, Carles Puigdemont, que se definió a sí mismo, en el acto de toma de posesión, como el president de la preindependencia, Ferran Mascarell será a partir de este martes el embajador en Madrid de la preindependencia. Cinco años conseller de Cultura en el Govern del president Mas, idéntico cargo durante unos meses con el president Maragall, concejal de Cultura en el Ajuntament de Barcelona en los años triunfantes del PSC, socialdemócrata y catalanista, son varios de los atributos de Mascarell. Ninguno, sin embargo, tan valioso como su capacidad de diálogo, incluso con formaciones muy alejadas de su pensamiento, y su importante agenda de contactos del mundo cultural y político allende Catalunya. Mascarell se hace cargo de una delegación de la Generalitat en Madrid que en los últimos tiempos ha carecido de poder político y que, además, ha interpretado desde el total desacuerdo los pasos políticos que marcaba el Gobierno catalán. El motivo no era otro que, desde 2011, el nombramiento se realizaba a propuesta de Unió, por los pactos políticos existentes en el pasado en CiU.

La labor de Mascarell en Madrid no será fácil, pero sí que será profesional. El exconseller no es ajeno al proceso político que se ha vivido en Catalunya y sin tener carné de CDC ha sido uno de los colaboradores más próximos de Artur Mas. Tanto que, seguramente, muy pocos miembros del Gobierno catalán han recibido tanta correspondencia sobre la evolución política de los tres últimos años, y su análisis siempre ha sido de los más escuchados por el expresident. Mascarell tendrá como misión establecer una línea de diálogo con el próximo gobierno del Estado y también con el cuerpo diplomático acreditado en Madrid. Su éxito no consistirá, como en el pasado, en estar presente en la agenda social de la ciudad, sino en buscar complicidades en la capital española, donde hablar de independencia o de acordar un referéndum pactado con el Estado, o aceptado por él, es poco menos que una herejía. Pero la trayectoria de Mascarell, comprometido desde la izquierda en el proyecto soberanista e ideólogo de algunas de sus estrategias, es una puerta abierta a la esperanza.