Anna Gabriel ha vuelto a poner en evidencia, con unas declaraciones inofensivas, como en Catalunya y en España los que más hablan de orden y de democracia son los que más tienden a reaccionar como energúmenos. Estamos tan acostumbrados a los discursos enlatados que cuando un político dice lo que piensa, se monta un pollo de mil demonios.

Yo no estoy de acuerdo en compartir mis hijos, en caso que algún día tenga. Creo que si Gabriel tuviera hijos, pensaría de otra manera. Como me recordaba ayer mi madre, los hippies de las comunas fracasaron por los críos, no por las drogas o la libertad sexual. El vínculo de la sangre tiene una fuerza casi sagrada, aunque los progres y los liberales de pacotilla hayan utilizado el nazismo para debilitar las estructuras nacionales e íntimas de los colectivos más débiles.

En los pueblos pequeños, ya suele pasar que los niños están a cargo de todo el mundo. En todo caso, una cosa es no estar de acuerdo con Gabriel y otra diferente alimentar este festival de gilipollez y alarmismo. Los que utilizan a Gabriel para erigirse en defensores de la familia son los primeros que la erosionaron con sus políticas especulativas. Ni PP, ni PSOE, ni Convergència, ni siquiera ERC, pueden dar grandes lecciones sobre la importancia de la familia. 

Yo todavía recuerdo cuando los pisos de Barcelona pasaron de costar ocho millones a costar ochenta en poco más de una década. Lo que molesta de las declaraciones de Gabriel es que están hechas desde la libertad. Algunos hombres se habrán preguntado si sus hijos son realmente suyos y algunas mujeres habrán pensado si les sale a cuenta su convencionalismo. Es lo que pasa con los homosexuales. Las voces más intransigentes siempre salen de hombres amargados por el matrimonio.

Todo es muy humano y muy ridículo. Los políticos y los opinadores van de antimachistas porque ahora está de moda. O van de sensibles con los transexuales y los inmigrantes porque han entrado en el discurso políticamente correcto. Gabriel siempre me recuerda que la mayoría apedrearía a su vecino si así lo recomendaran los flautistas. Si lo mismo que dijo Gabriel lo hubiera afirmado una socióloga norteamericana en el CCCB, todos los diarios y todos los cretinos le hubieran reído las gracias.

Además hay otra cosa. Los palmeros del sistema preparan el terreno para un tripartito en Catalunya que los ayude a enterrar la independencia con la excusa del desorden. Es más moderna Gabriel con su indigenismo, que la mayoría de pedantes que la critican con sus fórmulas de viejo Mac Donald's, más o menos sarcásticas. La CUP no es Iniciativa. Gabriel ya se cargó a Artur Mas casi ella sola, como una auténtica Boudica. Ya iba siendo hora que saliera una mujer catalana que no actuara como una cabra o una monja.