Últimamente se repite, con otros protagonistas, la cínica escena que protagonizó el gran actor secundario Claude Rains en Casablanca. Como él, parecen descubrir lo que es evidente, y gritan: "¡qué escándalo, aquí se juega!" mientras su personaje, el capitán Renault, se embolsa las ganancias del casino. La corrupción se puede permitir, pero que el sonido de la Marsellesa –himno prohibido bajo el gobierno colaboracionista de Vichy– ahogue la canción con la que los oficiales nazis quieren humillar a los refugiados del café de Rick, no.

Casablanca parece haber vuelto a las portadas a raíz de la campaña electoral en Madrid. Por enésima vez se ha descubierto –qué escándalo– que hay un fascismo que se comporta, sin complejos, como lo que es. Y nos golpea en la cara una verdad centenaria: que los antónimos políticos reales son "libertad o fascismo", con las variantes de democracia, o equidad; o incluso, cultura, respeto, fraternidad y sororidad... o fascismo. En el mundo ficticio, lo puso de manifiesto la digna reacción de Víctor Laszlo en el café de Rick. En el mundo real lo ha tenido claro mucha más gente, dispuesta –costase lo que costase– a hacer de la lucha contra el fascismo su causa. Por poca historia que se sepa, nadie es inocente.

Berthold Brecht ya lo advertía. I también Hanna Arendt, Simone Weill, Daniel Guerin, Antonio Gramsci, Karl Polanyi y Noam Chomsky, entre otros. Y en algunos países, cuando se pudo, se puso remedio. Consiguieron así que fuera crimen enviar balas por correo, pintar dianas amenazadoras dedicadas, y hacer proclamas de autoritarismo, de violencia, de muerte. Consiguieron que no se pudiese inventar el derecho de autor para castigar la disidencia. Y, con respecto a la economía, dejaron muy claro que el capitalismo salvaje, cuando es lo bastante fuerte para no aceptar regulaciones y límites, destruye las redes de convivencia y solidaridad establecidas por una sociedad más amable con las personas débiles y "diferentes" (según su duro canon uniformador).

Por poca historia que se sepa, nadie es inocente

A los intolerantes, partidarios de la rapiña, la violencia y la mentira no se les puede ceder espacios. Lo tuvieron muy claro en Portugal, hace ahora 47 años. En el programa del MFA a la Revolución de los Claveles, destaca la voluntad rotunda de acabar con el fascismo y el régimen que lo apoyaba.

  • Hacer caer el gobierno y toda la parafernalia que lo apoyaba (cúpulas militares, paramilitares, policía política, funcionarios de prisiones y de justicia formados en el salazarismo).
  • Liberar a todos los presos políticos y posibilitar el retorno a Portugal de millones de portugueses que habían huido de la represión o la penuria, y los exiliados políticos.
  • Acabar con la guerra colonial y apoyar a la independencia de sus pueblos (Angola, Moçambique, Guinè, Cabo Verde, São Tomé e Príncipe, Macau i Timor).
  • Dar poderes al nuevo Gobierno de Concentración Nacional para la nacionalización de sectores estratégicos (banca, aseguranzas, siderurgia, petróleo, etc.).
  • Restituir a los trabajadores agrarios la gestión de las tierras que trabajaban y realizar la Reforma Agraria, con el lema A terra a quém a treballa [La tierra para el que la trabaja]
  • Derribar la estructura autárquica de las ciudades y sustituirla por personas demócratas, con dedicación a sus pueblos.
  • Derrocar los Sindicatos Verticales dando poder al sindicalismo formado en la clandestinidad con gran adhesión de los trabajadores: la Intersindical Nacional (la CGTP-In)

A los intolerantes, partidarios de la rapiña, la violencia y la mentira no se les puede ceder espacios. Lo tuvieron muy claro en Portugal, hace ahora 47 años 

En general, como se puede ver, poco o nada en común con los pactos de transición de 1978. Como también poco a ver con el protagonismo de los trabajadores en las empresas, que se organizaron en Comisiones y controlaron la gestión de la dirección, mientras que las vecinas y vecinos se organizaron a Comissoes de Moradores para la seguridad vecinal, resolución de conflictos, control de la subida especulativa de los precios de productos de consumo, etc. Un antecedente lejano del que estarían en Catalunya los CDR perseguidos y falsamente acusados de terrorismo, y sin embargo tan imprescindibles.

En Portugal, con la Revolución del 25 de Abril, se abrió camino en gobiernos más o menos progresistas. Pero ninguno tenía deudas con el salazarismo, hermano gemelo del franquismo. Y tampoco eran súbditos de ninguna monarquía que atenazara el desarrollo democrático. El rey de Portugal y su hijo murieron en 1910. Mediante la lucha política, programas de desarrollo social, avances, retrocesos y alguna traición, no se ha dejado espacio al surgimiento de monstruos como los que ahora han estallado en la cara en Madrid. Ya no vale hacerse pasar por ciegos, mudos y sordos (aunque el “tamayazo” ya advertió que los intereses económicos, con transición fake y comportamientos melifluos en la izquierda, estaban dispuestos a todo). Los juicios del procés, con los de nombre de diccionario como vergonzosa acusación particular y sonsonete del "a por ellos", se celebró con todas las fanfarrias y tambores, en la Villa y Corte. No es para ignorarlo.

El Madrid de la clase trabajadora tiene, sin embargo, una gloriosa historia republicana y antifascista. Hoy, entre aspavientos que cuesta entender y una espuma de argumentos tan fina que horripila, es necesario recordar las verdades básicas de la economía y asustar a los sueños de la razón. Y asumir con pesar que, tan cerca y tan vecinos, seguimos ignorando las mejores lecciones de Portugal; "à sombra de uma azinheira.... o povo é quem mais ordena" [a la sombra de una encina.... el pueblo es el que más manda"]