Para hacer la muralla de Amer, como decía el poema de Nicolás Guillén, era necesario que estuvieran todas las manos. Las de Jordi Magrià (@bicman), autor del retrato de gran formato de Carles Puigdemont ribeteado con el lema #NoSurrender, las manos de las vecinas y vecinos que completaron el atrezo colgando una estelada en cada balcón de la plaza, y las de periodistas, que, según dicen, convencieron a Arrimadas de que aquel enfoque en el que también salía la imagen del president era el mejor ángulo para ella. Hacían falta las manos de los que instalaron cámaras e inmortalizaron los 30 minutos surrealistas con los que dieron por inaugurada la estrambótica campaña electoral de Cs. Pero hacían falta, además, las manos de las tenderas que bajaron persianas, y las del personal del Ayuntamiento que dejaron desierta la plaza, y las del servicio de limpieza que (post-circo) pasó la escoba hasta que de la mala leche no quedó ningún rastro. Hacían falta incluso ―quién lo diría― las manos de los mossos d'esquadra que tenían que proteger a la comitiva, pero todavía hicieron más patente la soledad e inutilidad de la provocación.

Como estaba previsto, Inés Arrimadas no defraudó. Demostró una vez más lo equivocado que estaba su asesor de imagen en Salvados que le susurraba, al oído pero con el micro abierto: "tú no te preocupes, Inés, da buena imagen, que de los contenidos la gente no se entera...", sin ser consciente de que con hitos como estos la imagen se emborrona... Y la jefa de la oposición en Catalunya va perdiendo más fuerza a cada rabieta.

Nadie quiere ser tratado con condescendencia, ni como súbdito, ni que le impongan (y encima, como de pasada) una dieta trifachita de amenazas y mentiras. Por este camino solamente se consigue que cada día haya más adeptos al grito recuperado por Jordi Cuixart del "no pasarán". No pasarán ni los corruptos ni los bárbaros. Ni los del 155 permanente, como renta garantizada de mal gobierno e inexplicable condescendencia. De la montaña hasta la playa, si se hacen listas con nombres de confianza que se presentan con programas honestos (y cuanto más unitarios mejor), la muralla de votos soberanistas y republicanos, pacíficos y sabios, cerrará el paso al sable y al escorpión. Cada vez menos personas compran este malvivir, esta campaña de intoxicación permanentemente, ni se llevan a casa la falta de empatía crónica ni las ganas gratuitas de hacer daño... A pocos les hace todavía gracia el talante de la Reina de Corazones en el País de las Maravillas que va repitiendo, en lugar de lo "que les corten la cabeza", la cancioncilla de "que no les den el indulto" (antes de que acabe el juicio, antes de que se los declare culpables, antes de que se haga pública la sentencia).

Cada vez menos personas compran este malvivir, esta campaña de intoxicación permanentemente

Catalunya es tierra mestiza, de acogida y diálogo. Abrimos la muralla a quien quiere formar parte, como la abrimos al amigo, al laurel y al ruiseñor. Pero la cerramos ―y hace décadas que lo ensayamos― a los juicios injustos, a quien nos niega derechos... Y a quien tiene tanta manía a los lazos amarillos que incluso pide, para arañar minutos de televisión, que se retire el de la solapa de Jordi Sànchez. Porque sí.

Decía Carles Puigdemont que se sentía muy orgulloso de la gente de Amer, de la lección de sensatez y responsabilidad que habían dado. Y agradecía que la gente de su pueblo, pacífica y convivencial, no se hubiera dejado provocar. Seguramente también el president Puigdemont, desde su retrato situado en lugar de privilegio, ha visto, socarrón y complacido, como en el mismo lugar donde Inés Arrimadas daba el toque de corneta arrancando lazos amarillos, ahora han vuelto a aparecer y Amer sigue bien adornado. Hay, dicen, más que nunca en todo el pueblo.

Es aquello que denominaríamos "efecto rebote" de la dieta que ha empezado por Andalucía y provoca anemia de derechos. O el eco del grito, de ánimo y determinación, que recriminan a Jordi Cuixart en el Tribunal Supremo. Es, en definitiva, seguir el consejo del gran poeta cubano, que al veneno y al diente de serpiente, se tiene que cerrar la muralla.