La llibertat és quan comença l’alba

en un dia de vaga general.

És morir lliure. Són les guerres mèdiques.

Les paraules República i Civil.

Un rei sortint en tren cap a l’exili.”

Joan Margarit, La llibertat

 

A las 12 del mediodía del lunes 22 de julio el Congreso de los Diputados abría sesión con el discurso de investidura de Pedro Sánchez. Un discurso que tenía todos los pormenores para el fracaso de las intenciones declaradas de mala gana y con credibilidad limitada. Un discurso construido desde la prepotencia y el desprecio, de espaldas a Catalunya, huyendo del problema político más importante del Estado, y sin ni una mención inicial para las presas y presos políticos (más adelante, ya en el debate, negados tres veces). Solamente los leones de bronce del Congreso, que están curados de espantos, podían seguir inalterables. Desde la perspectiva de las Tierras Altas de Escocia, para Clara Ponsatí no dejaban de ser, al fin y al cabo, discurso y votaciones, una buena noticia, porque "España se bloquea sola" y el régimen del 78 sigue y seguirá desgastándose. Mientras tanto, otras voces nos recriminaban ser demasiado torpes y no ver la filigrana de maquiavelismo que Sánchez y sus portavoces (Calvo y Lastra) estaban ofreciéndonos... Pero también había quien se dejaba llevar por el escepticismo y adivinaban el penoso espectáculo de mago de Fiesta Mayor, con la mano no más rápida que la vista, que tropezaba con hilos que no se tendrían que ver pero que de hecho atravesaban la Carrera de San Jerónimo con la contundencia de la cuerda de los ahorcados. Las luces de neón anuncian la vigencia de la orden Ibex, y no hay bastante capa ni sombrero de doble fondo que disimulen las afinidades electivas del candidato hacia los lados derechistas del hemiciclo.

Pero hay una buena noticia para la exconsellera Ponsatí: Media hora antes del mismo lunes de inicio de la broma madrileña, en Barcelona el president de la Generalitat, Quim Torra, recibía a Lluís Llach y a varios miembros del Consell Assesor para el impulso del Fòrum Cívic i Social pel Debat Constituent. Era el punto final del Consell, de una etapa de preparación del debate y se pasaba el relevo a la sociedad civil. Hecha la comparación, nos tendría que enorgullecer que el mismo día, prácticamente a la misma hora, en el Pati dels Tarongers nadie pensara en la ciudadanía de Catalunya como carne de encuesta ni se nos degradara a votantes adiestrados para producir en las urnas la combinación mayoritariamente binaria que las élites predemocráticas quieren aceptar.

En la última reunión del Consell Assessor no se derramaron lágrimas por el bipartidismo perdido ni se compartieron los sueños húmedos de reforma constitucional con dosis extra de escaños para reforzar las caducas alternancias haciendo irrelevantes las minorías. Al contrario. Lluís Llach, ya en rueda de prensa, y mientras Pedro Sánchez seguía sin decir ni una palabra sobre Catalunya, consideraba necesario y urgente redefinir los parámetros de convivencia y los ámbitos constitucionales en los que nuestra sociedad aspira a convivir. Sin ingenuidades, exigía recuperar la autoestima y la confianza necesarias... Y objetivos políticos estimulantes, unitarios y transversales. Como el primer día. Y el lunes también, con el president Torra, compartíamos la evidencia de que el marco autonómico ya hace tiempo se había rasgado por todas las costuras y hacía falta que de nuevo la ciudadanía, las entidades y toda la sociedad civil, participaran como nunca: "Tenemos una herramienta para avanzar y nadie nos puede impedir que hablemos de cómo queremos la República Catalana", dijo el president Torra, y seguía: "las mejores cosas que ha hecho este país se han hecho cuando la sociedad civil se ha puesto en marcha y ha tomado la iniciativa" sin miedo al debate, la participación, la transparencia". Sin miedo al compromiso, aunque ha pagado hasta ahora un precio muy caro.

Los que fomentan divisiones, odios y servitudes quieren destruir un sistema de enseñanza de éxito e inclusión y niegan que seamos un solo pueblo. Aunque un 75% de la población catalana quiere vivir en República, nos imponen monarquía. ¡Y qué monarquía! La respuesta tiene que ser, como ha sido tantas veces, abierta y valiente, recuperando la iniciativa política. El Debat Constituent, en manos del movimiento ciudadano y a través de los acuerdos, las jornadas y los debates ciudadanos tiene que ser creativo, prepositivo y democratizador, y el más unitario y transversal posible. Y se tiene que ir abriendo camino hasta un gran Fòrum Cívic i Social. En la primavera del 2020 se tendría que poder presentar el trabajo hecho en el Parlament de Catalunya para dar fundamento y legitimidad, desde la sociedad civil, a la acción institucional. Porque lo volveremos a hacer, y lo haremos mejor. Mucho mejor. Desde abajo, como el 1 y el 3 de octubre, pero con más dos millones de argumentos y un proyecto común en libertad, que es aquello que se vive cuando empieza el amanecer en un día de huelga general. Y es morir libre. Y las palabras "República" y "civil" en un proyecto de todas y todos.