Para que la amnistía sea vista como algo más que una victoria moral de las de siempre, de las que hacían rodar la pelota del procés hacia la nada, Junts y su órbita intentan tejer todos los adornos que sean posibles. Antoni Castellà —el hombre que siempre cae de pie— lo explica de maravilla en la entrevista publicada en esta casa. Dice: "Indulto quiere decir que te perdonan; amnistía quiere decir que el Estado pide perdón". Al final, resulta que los catalanes solo queríamos eso: que nos pidieran perdón. Pero a la tabla rasa y al contador a cero de los que hablan desde Jaume Asens hasta algunos articulistas que se esfuerzan para que no parezca que cobran de los partidos, no se llega si no hay voluntad de perdonar por parte nuestra. Ya me sabe mal tener que hablar en estos términos, porque el perdón siempre es bueno y siempre es sano. Sin embargo, en política necesitas algo más que buena voluntad para conseguir algo que se parezca a lo que prometiste a los electores.

Poner el contador a cero no tiene nada de beligerante porque, para llegar hasta ahí, hace falta una renuncia que incluya a ambas partes

La idea es adornar la amnistía con algo que la diferencie de los indultos que consiguió ERC para que, uniendo los puntos, nadie se piense que Junts hace lo mismo que durante cuatro años han criticado a los republicanos. Se trata de explicar que incluye a más gente porque se construye sobre una base de generosidad —necesaria porque es la fase anterior al referéndum— y que no pacifica nada porque obliga al Estado a hacer una renuncia y, por lo tanto, queda incluida dentro de un marco de "lucha". Pero poner el contador a cero no tiene nada de beligerante porque, para llegar hasta ahí, hace falta una renuncia que incluya a ambas partes. La supuesta generosidad está hecha de humo: con una mano entrega el "perdón" y con la otra quita la posibilidad de que España sea condenada ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y el principio de necesidad que presuntamente la rige porque es el peldaño previo al referéndum es, sencillamente, un poquito de cinismo reeditado de los de siempre.

Pujol jugaba al juego del autonomismo mejor que nadie, pero está claro que pocos lo habrían definido entonces como un hombre "rendido"

Junts tiene que encontrar la manera de volver a ser el amo de las tierras sin que parezca que compra las reglas del juego del autonomismo. Porque no quiere pagar el precio electoral de hacerlo, que es el problema con el que ahora lidia ERC, y porque sabe que no hay modo de atraer una parte importante del conjunto electoral catalán si parece que se han rendido. Pujol jugaba al juego del autonomismo mejor que nadie, pero está claro que pocos lo habrían definido entonces como un hombre "rendido". En este sentido, ERC no ha tenido bastante con una estrategia de comunicación de arco iris y etiquetas a la catalanidad —feminista, ecologista, republicana— para esconder su vacío estratégico con respecto al independentismo y su incapacidad de hacer un autonomismo por el cual valga la pena renunciar a la independencia. Ahora se enfrenta a su hundimiento electoral con un partido estructuralmente engordado, muestra que realmente confiaron en lo que hacían y que nunca pensaron en que todo este cable se tendría que recoger en caso de que Carles Puigdemont volviera al escenario.

Junts vuelve a los años más intensos del 'procés' cuando juega a adornar la amnistía con todo aquello que la haga imposible de criticar si no es desde la locura o la mala intención

Junts vuelve a los años más intensos del procés cuando juega a adornar la amnistía con todo aquello que la haga imposible de criticar si no es desde la locura o la mala intención. Es el chantajito emocional al que nos acostumbramos desde 2012, que se intensificó con la presencia de presos y exiliados y que cubrió como una membrana los años posteriores al 2017 para que, mientras llorábamos, no fuéramos conscientes de que perdíamos soberanía a trompicones sin que nos defendiera nadie. Es la manera de retener a los votantes y de mantenerlos confiados, porque en el mundo de la retórica convergente, las victorias morales son victorias. Que los encargados de aguantar públicamente los hilos de esta marioneta que es la amnistía con la intención de que dé el rédito electoral que Junts necesita sean la misma gente —entre ellos, Antoni Castellà— que durante el procés estuvieron en toda mesa redonda y comisión independentista posible y que después no han dado ni una explicación de qué hacían, es el primer motivo para sospechar. Y no desde la locura ni la mala intención sino desde los hechos.