Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada.
Mark Twain

Más allá de la profesión del imputado —que a mí no me impresiona nada, de hecho, no conocía su nombre antes de esta innoble historia— el caso Alves resulta paradigmático para comprobar cómo los comportamientos de tantas personas y organismos en los delitos sexuales son importantes para que la justicia pueda hacer su trabajo y resarcir a la víctima, al menos con el castigo previsto por las leyes para el violador.

Por supuesto, yo creo a la víctima. Es más, en este caso hay que ser muy machista, patriarcal, cerrado de mente, ciego o ignorante para no creerla. Su testimonio coherente, sereno, preciso, se ve corroborado por una pléyade de pruebas materiales y científicas que no admiten discusión. Prueba biológica, reconocimiento médico, testigos, cámaras, las evidencias sobre la grave violación que sufrió son incontestables. La presunta no es la víctima. Me resulta tremendamente indignante la profusión con la que se espolvorea el adjetivo en unos casos y no en otros. En alguna redacción me he tenido que enfadar con un salpicador de presuntos. No es una broma. Yo he llegado a leer “presunto cadáver” por mor de no pillarse los dedos un redactor en un caso de ringorrango.

Es en los delitos sexuales cuando este afán de espolvorear se hace más intenso. Cuando el agresor de Lardero fue interceptado con el cuerpecito del niño muerto en sus brazos, nadie le llamó presunto, sino monstruo y, sin embargo, era tan presunto como Alves, aunque querían lincharlo. La presunción de inocencia es un principio jurídico que protege un derecho fundamental, el de toda persona a ser considerada inocente hasta no existir una condena firme, sobre prueba legítima, practicada con las debidas garantías, que permita acreditar la culpabilidad más allá de toda duda razonable. La presunción de inocencia no supone un deber ciudadano ni periodístico de cuestionamiento de la víctima. He llegado a leer “presunta víctima” y “supuesta víctima” y esto es lo que a muchas mujeres nos indigna. Para que Alves disfrute de presunción de inocencia en el proceso penal no hace falta que se cuestione a la víctima de una violación. Se trata de una garantía del encausado no de una losa sobre la agredida.

La presunción de inocencia no supone un deber ciudadano ni periodístico de cuestionamiento de la víctima

Muchas cosas se han hecho bien en este caso y conviene destacarlo, para que vuelva a ser así en el futuro. Lo ha hecho muy bien, desde luego, la víctima que aceptó seguir todo el protocolo y ha prestado declaración las veces que ha sido necesario y toda su colaboración para que la justicia pueda obrar. Lo ha hecho muy bien el personal de la discoteca —portero, camarero, responsables— que desde el primer momento se tomaron totalmente en serio su denuncia y pusieron en marcha el protocolo de agresión y su colaboración total. Los protocolos sirven. Los empresarios quieren personarse como acusación y, en cualquier caso, deben ser militantes en torno a la seguridad de sus locales. Lo han hecho muy bien los testigos. Lo han hecho muy bien los Mossos. Reconocimiento médico, búsqueda de ADN en el lugar de los hechos, en la ropa, visualización de las cámaras, presupongo que custodia exquisita de las pruebas. Lo ha hecho muy bien también la instructora y el ministerio fiscal. Lo hicieron bien esperando a que el futbolista estuviera en España y en los pasos de la investigación.

Con este caso paradigmático podemos ver la importancia que tiene la declaración de un sumario como secreto y por qué deberíamos luchar para que no se filtre tampoco a la prensa su contenido. En un conflicto de derechos es más importante la contribución a la constitución de la prueba contra un agresor sexual que los clics y las exclusivas que se puedan obtener. Eso, al menos en mi época, era de manual. Recordarán que se comenzó diciendo que Alves iba a declarar voluntariamente “por unos tocamientos bajo la ropa”. Ahí empiezan sus declaraciones plagadas de mentiras y de incongruencias con las pruebas materiales que obran en autos. Del "no la conozco", al "fue ella la que se me echó encima". El acusado tiene derecho a no declarar en su contra, pero eso no obvia el hecho de que mentir sobre cuestiones que están corroboradas no te puede ayudar en nada y va destruyendo tu credibilidad; la de Alves está por los suelos. Ese embrollo de falsedades en el que se ha enredado él mismo, también constituye una forma de acercarnos a su verdadero papel en el delito y así lo considerará la juez.

Muchas cosas se han hecho bien en este caso y conviene destacarlo, para que vuelva a ser así en el futuro

No lo hizo bien, desde luego, la primera abogada mercantilista que le acompañó a comisaría. Ningún penalista le hubiera dejado declarar sin conocer el contenido de las diligencias practicadas. Es de primero de abogacía. Ahora han fichado a un top, Cristóbal Martell, que lo tiene dificilísimo para deshacer lo que acabo de explicar. ¿Una cuarta declaración en la que asuma los hechos que no son discutibles e intente atenuantes o el establecimiento de una difusa creencia del imputado en un extraño consentimiento? El letrado Martell es famoso por no salir en las fotos y por su especialidad en conseguir acuerdos antes de llegar a juicio. En esto último también lo tiene chungo. Una víctima que ya ha afirmado que renuncia a la responsabilidad civil derivada del delito no parece una víctima con la que se pueda jugar al juego del Tío Gilito. Aún cuando la Fiscalía —que nos está acostumbrando a conformidades muy locas como la de Estepona— lo aceptara, sin el plácet de la acusación particular de la víctima no hay nada que hacer. Por ahí va chungo también.

Veo titulares que recuerdan que su primer trabajo va a ser intentar cambiar la prisión provisional sin fianza por otro tipo de medidas menos gravosas. Realmente complicado. Recordemos que el futbolista tiene su arraigo en Brasil y que Brasil no extradita a sus nacionales. Eso significa que si haciendo uso de su gran poder económico consiguiera salir de España —imaginen todas las posibilidades, porque hay hasta submarinos de pago— en el juzgado de Barcelona no le volverían a ver el pelo. ¿Dejarlo en libertad con fianza o retirada de pasaporte con ese panorama?, ¿con la cantidad de prueba que hay y las graves penas a las que se enfrenta? No vamos a tomar la decisión nosotros, pero, si quieren un consejo, no apuesten por ello.

No dejaré de decirles que no me gusta, que me parece un síntoma de sociedad patriarcal, que la víctima tenga que renunciar a sus derechos para no ser acusada de pesetera por los grajos de las redes y la opinión pública. Esa es otra cosa que indigna. Como si las víctimas solo pensaran en el dinero para afirmar su culpabilidad y los que están fuera y disfrutan de la fortuna de la estrella no tuvieran motivos contantes y sonantes para defender su inocencia. Muy mal recurso es también el de considerar que estas gentes afamadas se tienen que ir apartando a las mujeres y, por tanto, no tienen necesidad de violar. Como si esto fuera cuestión de sexo y no de poder, como si el poder obtener lo que quieres justo cuando lo deseas y sin que te lo puedan negar no fuera suficiente acicate en este mundo de narcisistas.

Lo tiene todo el caso Alves. Hasta la justicia que, sin duda, va a hacerse.